En la Conferencia de Seguridad de Munich, el presidente Biden enfatizó ante sus aliados europeos la necesidad de prepararse conjuntamente para una competencia estratégica a largo plazo con China y para enfrentar a Rusia. No fue por azar que mencionó en ese discurso asimismo a los aliados de Estados Unidos en el Indo-Pacífico. Al referirse a esta región, retomando algunos elementos de la estrategia del Indo-Pacífico impulsada, con inconsistencias, por Trump desde 2017, anticipó la nueva ofensiva estadounidense en Asia para enfrentar de una manera más proactiva la “amenaza china”.
La ofensiva diplomática focalizada en el Indo-Pacífico desplegó una sucesión de visitas y reuniones de altos funcionarios estadounidenses en la región e incluyó la primera cumbre virtual del Diálogo Cuadrilátero de Seguridad o QUAD en marzo, que reunió a los mandatarios de Estados Unidos, Japón, Australia e India. La agenda de la cumbre refirmó la alianza de estas naciones para contener la proyección china en la región a través de la cooperación.
Poco después el Secretario de Estado Antony Blinken y el de Defensa, Lloyd Austin, realizaron visitas oficiales a Japón y Corea del Sur, y Austin viajó posteriormente a India para consolidar la cooperación militar con ese país, mientras se anunció la próxima visita del Primer Ministro de Japón a Washington.
Como señala un documento de la Casa Blanca del 3 de marzo -Interim National Security Strategic Guidence- la política exterior que impulsa Washington apunta, en lo interno, a beneficiar a la clase media y a robustecer la democracia y la economía estadounidense; a fortalecer la capacidad de Estados Unidos de competir en la economía global particularmente frente a China, y, en lo externo, a restaurar y reforzar las alianzas, las asociaciones estratégicas y los acuerdos multilaterales con sus antiguos socios. En este marco, robustecer las alianzas en el Indo-Pacífico para contener a China se ha convertido en una prioridad de la política exterior de Washington.
Sin embargo, existen serios obstáculos y marcadas diferencias con sus aliados en la implementación de una estrategia del Indo-Pacífico más coherente, pero a la vez más agresiva que la de Trump. Es indudable que, el desplazamiento del dinamismo económico mundial hacia Asia, la rivalidad estratégica entre los Estados Unidos y China, y las tensiones entre Beijing y diferentes naciones asiáticas en el Mar Meridional de la China y en el Océano Índico, convierten a la región en uno de los principales focos de conflicto geopolítico a nivel global. Pero no todos los miembros del QUAD o de Asean, comparten la misma visión sobre el Indo-Pacífico.
Australia -que tiene un tratado militar con Estados Unidos desde 1957 - ha desarrollado una marcada dependencia económica de China y sufrió sanciones por parte de Beijing. Japón, la segunda economía de la región, que tiene un tratado similar con Washington, mantiene estrechos lazos económicos con China y ha comenzado a desarrollar una estrategia regional más autónoma, mediante una serie de iniciativas de cooperación y de conectividad regional con India.
Y al retirarse Trump del TPP, Tokio impulsó la firma de este acuerdo comercial conocido actualmente como CTTPP entre once países del Pacífico.
India, por su parte, tiende a mantenerse tanto como una “potencia renuente” como ambigua en su política exterior, pese a emular a China en su sostenido crecimiento económico. Tiene estrechos vínculos económicos con Beijing, pero en 2020 vivió una serie de incidentes fronterizos en el Himalaya y percibe como una amenaza la creciente presencia china en el Océano Índico. En los últimos años se ha acercado a los Estados Unidos, pero también a revitalizado sus lazos con Rusia, tradicional proveedor de armas de Nueva Delhi, un tema sobre el cual Estados Unidos ha hecho serias advertencias.
Desde que el entonces primer ministro de Japón Shinzo Abe relanzó el concepto en 2007, los tres países del QUAD han promovido, junto a Estados Unidos, la idea de un indo-pacífico “libre y abierto” (FOIP, por sus siglas en inglés) que garantice la libre navegación y asegure las rutas marítimas de una región por la que se mueve el 60% del comercio mundial, en base al respeto a las normas del derecho internacional. El concepto amplía, sobre la base de una concepción nacida en la biología marina, la noción tradicional del Asia Pacífico al concebir el Océano Índico y el Océano Pacífico como un espacio geoestratégico común, con eje en el estrecho de Malaca.
La mayoría de los países de la Asean mantienen una marcada interdependencia económica con China y evitan la confrontación con Beijing, más allá de las persistentes tensiones y disputas de algunos de sus miembros en torno a fronteras marítimas, por lo cual han propuesto el Asian Outlook for the Indo-Pacific (AOPI) que marca diferencias con la estrategia del FOIP.
Por iniciativa de la Asean, y en particular del liderazgo de Indonesia y Singapur, en 2020 se firmó un mega-tratado de comercio regional, el Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) - que incluye a China (y que Beijing se atribuyó como un triunfo frente a Washington), del cual la India se distanció. Anticipándose al vacío político creado por la administración Trump con la cancelación de su adhesión al TPP, China ha anunciado asimismo que estaría dispuesta a incorporarse a su nueva versión, sin los EE.UU, del CTTPP. En el interín Beijing refuerza su principal estrategia de proyección global a través de la Nueva Ruta de la Seda o BRI.
De hecho, China rechaza el concepto del Indo-Pacífico como un constructo estratégico estadounidense y se aferra a la concepción del Asia-Pacífico, mientras que Rusia -que aspira a tener una mayor vinculación económica con la región - cuestiona al FOIP y recurre asimismo al concepto del Asia-Pacífico. Ante la posibilidad de que el FOIP de lugar a la conformación de un bloque adverso, en la reciente reunión de sus respectivos cancilleres, Rusia y China rechazaron la idea de un Indo-Pacífico que amenace sus intereses y llamaron a una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar la creciente tensión en la región.
En el marco de este complejo cuadro, la ríspida reunión de altos representantes chinos y estadounidenses en Anchorage la semana pasada marca una escalada en la rivalidad estratégica entre China y los EE.UU, con un retorno de Washington a una estrategia del Indo-Pacífico más agresiva y con un fortalecimiento del eje euroasiático Beijing-Moscú, que auguran mayores tensiones en una región que deviene en el centro geopolítico del mundo.
*Presidente de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES).