El cuestionamiento al llamado “discurso del odio” (hate speech en inglés) ha tomado un brío global en la segunda mitad del siglo XX a partir del uso masivo de redes. El argumento para actuar sobre los contenidos de las diversas plataformas se funda en el supuesto que los dichos de alguien con influencia generan acciones de modo lineal por parte de quienes reciben un mensaje. Esta suposición acientífica y de corte mágico no es algo novedoso en la historia reciente.
Vayamos a un caso que tuvo bastante difusión a mitad de los 1980 en el mundo de la música rock de Estados Unidos. Tipper Gore, la mujer de Al Gore, por entonces senador demócrata por Tennessee y quien luego fue vicepresidente de Bill Clinton y candidato presidencial por el Partido Demócrata contra George W. Bush en el año 2000, horrorizada por algunas letras de las canciones de rock impulsó una asociación denominada Parents Music Resource Center, conocida por PMRC.
Discurso y pandemia: la variante “odio”
La PMRC, fundada en 1985, incluía también a Susan Baker, esposa del ex secretario del Tesoro y de Estado republicano James Baker. Conexiones no les faltaban. Este grupo pretendió encontrar una causalidad entre algunas letras de la música rock -y en particular del heavy metal- y el suicidio y las adicciones en adolescentes. Asimismo se consideraba que las letras cuestionadas promovían la pornografía y el maltrato hacia las mujeres, con lo cual representaban un pésimo ingrediente en la formación cultural y educativa de los menores del país.
Bajo la picota cayeron artistas como Prince, Sheena Easton, AC/DC, Cindy Lauper, Twisted Sister, Black Sabbath, Van Halen, Judas Priest y Madonna. Algunos de ellos hoy pueden oírse en un supermercado mientras se hacen las compras un sábado por la tarde.
Las fuertes conexiones de las mujeres con la política norteamericana permitieron que el comité de ciencia, transporte y comercio del Senado norteamericano llamara a audiencias públicas en septiembre de 1985 para tratar el tema. Entre los citados a declarar estuvieron Frank Zappa, prócer de la música progresiva/alternativa de Estados Unidos; Dee Snider, líder de la banda de heavy metal Twisted Sister; y John Denver, solista de corte folk y con un fuerte compromiso en campañas de acción humanitario.
El discurso del odio nació en 1810
Los tres, lejos de ser dóciles, encabezaron la resistencia contra el intento de censura encubierto que se manifestaba detrás de la inquisitoria oficial. Zappa apuntó a que había un intento de censura encubierto que suponía una violación a la Primera Enmienda de la Constitución del país. Denver comparó la acción de la asociación PMRC con la quema de libros bajo el nazismo en Alemania. Snider, quien generó más impacto por su aspecto físico -sus pelos enrulados llegaban hasta la mitad de su espalda y concurrió al Senado vistiendo un chaleco de jean rotoso- defendió su condición de tener un matrimonio estable con hijos y contar con una formación cristiana, por lo que se consideraba plenamente capaz de educar y formar en valores a sus niños.
Ante la presión, la asociación que reunía a las compañías discográficas, la Recording Industry Association of America (RIAA) acordó calificar al material musical y agregarle una etiqueta al álbum llamada “Parental Advisory Label (PAL)” que advertía a los padres que las letras eran inconvenientes para menores. Resta decir que muchos adolescentes los compraban porque ese sello garantizaba rebelión contra lo establecido. Fue un caso de marketing no intencionado.
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Todo está en YouTube. Las audiencias en el Senado y la canción Censorshit (por censorship, censura, y shit, mierda) de la banda de punk rock The Ramones dedicada a Tipper Gore. La banda tocó el tema en el programa “Hacelo por mí” de Canal 9 y conducido por Mario Pergolini.
Es recomendable estar alertas cuando mandarines iluminados o funcionarios públicos se arrogan ser los defensores de la salud pública e insinúan regulaciones destinadas a promover el bienestar general. Podrían derivar en cercenamientos de libertades y derechos que hacen a lo público. El llamado discurso del odio no es una excepción.
* Christian Schwarz. Dr. en Sociología (UCA). Docente UCA, UNTREF, UCES.