OPINIóN
19 de diciembre de 1980

Cuarenta años de la muerte de Héctor Cámpora

El fallecimiento del ex presidente, enfermo y en el exilio de México, puso fin a la “década del ‘70”. Una carta que escribió en 1973 anticipó lo que vendría.

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Elegido. Gobernó 49 días, con Vicente Solano López como vice, hasta que Perón le retiró la confianza. | cedoc

Este 19 de diciembre se cumplen 40 años de la muerte de Héctor José Cámpora, a los 71 años en México, donde se encontraba exiliado luego de permanecer varios años detenido durante la última dictadura. Su trayectoria política, desde los tiempos del primer peronismo hasta su llegada a la presidencia en 1973 y su efímera gestión de 49 días, cubre 35 años de la historia argentina del siglo veinte. Un político argentino clásico cuya figura se proyectó y fue tomada como ícono, décadas más tarde, por generaciones más jóvenes. Una vida política cuyos matices y aristas fueron recortados a medida de una narrativa política de renovación del peronismo, con la llegada de Néstor y Cristina Kirchner al gobierno, que eligieron su nombre para designar una nueva organización de sus cuadros juveniles. 

Vale la pena ubicar el contexto de la época. Semanas antes de su muerte, Adolfo Pérez Esquivel ganaba el premio Nobel de la Paz y otros dirigentes como Raúl Alfonsín, el obispo Jaime de Nevares y Oscar Alende encabezaban con su firma, junto a personalidades como Jorge Luis Borges y Leonor Manso, una solicitada reclamando por los desaparecidos. Mientras en México la organización Montoneros se dividía por la llamada “contraofensiva”, último estertor de la lucha armada. Ese final de 1980 representaba la conclusión de una época -los fragorosos años ‘70’- y el inicio de una cuenta regresiva para la dictadura militar. 

1973 y una carta a Perón que preanunciaba lo que vendría. El 16 de mayo de 1973, el presidente electo le escribía al líder una de las últimas cartas que éste recibiría antes de embarcarse en el Aeropuerto de Barajas, Madrid, rumbo al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en lo que sería su regreso definitivo a la Argentina. Estaban por quedar atrás 17 años de exilio forzado y el pueblo acababa de reencontrarse con la posibilidad de elegir gobierno democráticamente y sin proscripciones después de muchos años. Cámpora, el más fiel de los dirigentes históricos de la segunda línea del peronismo desde los tiempos de Evita, que había presidido la Cámara de Diputados durante la primera presidencia de Perón, había sido consagrado en las urnas por el 49% de los votos acompañado en la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) por el dirigente conservador Vicente Solano Lima, y se aprestaba a asumir la presidencia de la Nación en un clima de entusiasmo popular. 

Pero el suyo era, todos lo sabían, un poder vicario y transitorio. Una delegación temporaria del poder efectivo e indiscutido de Perón, todavía impedido de presentarse él mismo como candidato presidencial. Desde su residencia en Puerta de Hierro, Perón había logrado mantener el control del movimiento peronista a larga distancia, moviendo los hilos y manejando los equilibrios, mediante contactos epistolares y emisarios que cruzaban el océano en busca de instrucciones y de un reconocimiento como interlocutores válidos y regresaban con directivas del líder transmitidas a través de cartas, cintas magnetofónicas o por vía oral directa. 

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Así había funcionado el circuito durante todos esos años. Un circuito que estaba a punto de quedar desmantelado: Perón retornaba al país y se proponía retomar de manera directa y cercana las riendas del movimiento, y los destinos del país. Cámpora redacta esa carta dirigida “al Señor General Juan Perón”, la que será entregada en mano por Duilio Brunello, otro dirigente de la segunda línea partidaria, quien viaja como emisario a Madrid. 

El presidente electo le informa allí al ex presidente en el exilio sobre los preparativos para la reunión en la que se consideraría el “Acuerdo para la Reconstrucción Nacional”, a realizarse el 22 de mayo en el restaurante Nino de Vicente López, con la asistencia de la Unión Cívica Radical y las principales fuerzas políticas. En la noche anterior, Cámpora había recibido a quienes habían aportado económicamente a la campaña electoral y, tras agradecerles su apoyo, les anticipaba que el futuro gobierno canalizaría la ayuda social recreando la Fundación Eva Perón, la que estaría a cargo de la esposa del líder, María Estela Martínez, conocida por todos como Isabel, o Isabelita. 

Cámpora le informa a Perón sobre estas actividades pero son los siguientes párrafos los que revelan el motivo central de su misiva. Se refiere allí a la relación del futuro gobierno con las Fuerzas Armadas y, en particular, a las gestiones en torno a la designación del jefe del Ejército, que le estaban generando algunos problemas al presidente electo. Cámpora le explica a Perón que “el Tte.Cnel. Osinde, quien me entrevistó a su regreso de esa (sic), me dijo que había sido confirmado por Ud. como Delegado Militar y me sugirió la posibilidad de tomar algunos contactos. Le informé que, salvo instrucción suya en contrario, creía que lo más conveniente era tomar los menos contactos posibles a fin de no perturbar anticipadamente a las fuerzas militares. Ayer me informaron que había citado a un Tte. Cnel. Navarro a efectos de ofrecerle al Gral. Carcagno, por intermedio de éste de quien parece ser muy amigo, la Comandancia en Jefe del Ejército. Inmediatamente lo cité y me manifestó que esa información era inexacta”.

Reveladora. La carta de poco más de una carilla, que concluye sin extenderse en mayores comentarios con un discreto “Deseando se encuentre Ud. perfectamente bien, le envío como siempre la seguridad de mi afecto y amistad” y un “reciba un afectuoso abrazo” escrito de puño y letra, refleja cómo habían venido sucediendo las cosas en las relaciones entre la dirigencia peronista y el líder en el exilio durante todo ese tiempo. Cada interlocutor debía chequear con el conductor lo que se atribuía alguno de sus otros múltiples interlocutores. Los había civiles y militares, políticos y sindicalistas, de izquierda y de derecha. 

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Durante los años de la resistencia y la proscripción ese sistema de comunicaciones servía a los objetivos del líder del movimiento: mantener los equilibrios entre los diferentes sectores, evitar que surgieran figuras en condiciones de disputarle el liderazgo, sostener las contradicciones, incluso promoviéndolas si fuera necesario, para evitar que éstas estallaran o que un sector se impusiera sobre el otro. 

El teniente coronel Jorge Osinde no era una figura que tuviera reconocimiento en el mundo político, más que como un operador con experiencia en tareas policiales y de inteligencia. Pero era un referente inconfundible de una de esas facciones y el hecho de que luego de las elecciones de marzo del ’73 Perón lo ratificara como su delegado “para cuestiones militares y políticas”, función que había cumplido durante los últimos años, indicaba que su actividad informal y oficiosa como intermediario entre Perón y los militares proseguiría tras la asunción del nuevo gobierno constitucional. 

No sólo eso, sino que Cámpora da cuenta de su perplejidad al señalar que Osinde le estaba imponiendo nada menos que la designación del general Jorge Raúl Carcagno como jefe del Ejército. 

Menoscabo. El presidente electo empezaba a sentir su investidura menoscabada por los propios allegados a Perón aún antes de asumir su cargo. El teniente coronel Antonio Navarro al que se refiere Cámpora como un cercano amigo de Osinde entraría en la historia meses más tarde, el 27 de febrero de 1974, protagonizando un golpe de Estado provincial en Córdoba, promovido desde el Gobierno nacional, que desplazó violentamente del poder al gobernador Ricardo Obregón Cano y el vicegobernador Atilio López, identificados con la izquierda peronista. Se enfrentaban las dos alas de una misma construcción política cuyos orígenes pueden rastrearse en los primeros años de la Resistencia, a fines de los ’50 y comienzos de los ’60.   

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Personajes con quienes Perón mantuvo un fluido intercambio epistolar durante los pasados quince años de su exilio en Madrid serán protagonistas de ese campo de batalla desde lugares claves o encumbrados en la etapa que se abre en marzo de 1973 y se cerrará trágicamente tres años más tarde. Cámpora durará 49 días en la Presidencia de la Nación y tras su renuncia el 13 de julio, comenzará el otro peregrinaje hacia un ostracismo político que terminará con su detención, cautiverio, exilio y muerte en México. 

Una larga trayectoria. Héctor Cámpora había nacido el 26 de marzo de 1909. Fue presidente del centro de estudiantes de Oodontología de la Facultad dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba en 1930. Culminó la carrera de Odontología y decidió radicarse en San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires. A partir de allí inició su carrera política, militando en el conservadurismo de esa localidad bonaerense.

En 1945, junto con otros dirigentes conservadores, se sumó al movimiento de apoyo al coronel Perón, en las listas del Partido Laborista. Empezó como comisionado municipal y de allí saltó al Congreso nacional, como diputado nacional y presidente de la Cámara de Diputados entre 1948 y 1952.

Luego del golpe de Estado de 1955, fue incluido en una lista de “sospechados” de corrupción y se presentó espontáneamente ante la justicia para ser investigado. Fue acusado falsamente de corrupción y malversación de fondos y confinado al penal de Ushuaia. Junto a John William Cooke, Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly y José Espejo, entre otros dirigentes peronistas, más tarde protagonizaría una espectacular fuga del penal de Río Gallegos.

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Fue designado delegado personal por Perón en 1971 en reemplazo de Jorge Daniel Paladino y encargado de reorganizar el movimiento peronista. Para ello llevó adelante la incorporación de la rama juvenil que representaba el creciente peso de lo que se consideraría como la izquierda peronista, en particular la organización Montoneros. De esta manera, logró la afiliación masiva en todos los sectores y posiciones encontradas dentro del propio partido. También consiguió acuerdos con otros partidos políticos más pequeños para conformar del Frente Justicialista para la Liberación (FreJuLi). 

Sin embargo, con el correr del tiempo, su afinidad con la izquierda peronista lo terminó enfrentando con el “ala derecha” y las cúpulas sindicales del movimiento que habían sido factores gravitantes en el regreso de Perón al país. Elegido por éste como candidato presidencial en las elecciones de 1973, triunfó con el 49.5% de los votos en comicios en los que no estaba proscripto el peronismo, aunque sí su líder.

Renuncia. Luego de los turbulentos 49 días de gobierno, período en el que se produce el definitivo regreso de Perón al país y la matanza de Ezeiza (20 de junio, 1973), el 13 de julio de 1973 y habiéndo retirado Perón el apoyo a su gobierno, Cámpora renuncia al cargo, permitiendo la realización de nuevas elecciones, donde habría de ganar Perón con más del 60% de los votos. El gesto de la renuncia motiva que Perón califique a Cámpora como “extraordinario ciudadano argentino”.

Designado embajador en México, luego de la muerte de Perón fue cesanteado, perseguido por el lopezrreguismo y expulsado del Partido Justicialista. Salvó milagrosamente su vida tras el golpe militar al conseguir asilarse en la embajada de México, donde permaneció tres años y medio, hasta que la dictadura se avino a entregarle el salvoconducto para salir del país una vez que hubo comprobado que el cáncer que padecía se hallaba en su fase terminal. Falleció en México, el 19 de diciembre de 1980, rodeado del afecto de una parte de su familia (acababa de nacer su nieta) y el reconocimiento de exiliados argentinos, aunque distanciado también de los sectores radicalizados de la cúpula de Montoneros que seguían promoviendo la lucha armada.

Sus últimas horas.  “El ex presidente argentino Héctor J. Cámpora, de 71 años falleció a las tres de la madrugada de ayer en la localidad mexicana de Cuernavaca, donde se encontraba descansando desde hace veinte días en compañía de su familia”, informaban los cables informativos internacionales ese 19 de diciembre del ‘80. Según cuenta Miguel Bonasso en su libro El presidente que no fue, el doctor Carlos García Kirschner, un médico local, certificó el deceso. La noticia recorría las redacciones de América latina y llegaba a la Argentina. Aquejado de cáncer de garganta desde hace algunos años, la muerte le sobrevino por una insuficiencia respiratoria aguda, provocada por una metástasis de pulmón.

Los corresponsales extranjeros acreditados en México conocieron la noticia a las 8.30 horas por boca del presidente José López Portillo, quien interrumpió la conferencia de prensa, que concedía en esos momentos, para informar con tono grave sobre la muerte del dirigente peronista, que lamentó profundamente. Calificó al ex presidente argentino de “viejo luchador”, cuya calidad humana había tenido oportunidad de apreciar. Dijo que la presencia en México de Cámpora era un ejemplo más de la tradición latinoamericana del derecho de asilo que brindó acogida a miles de argentinos en el exilio.

*Periodistas e historiadores.

Colaboró Vittorio Hugo Petri.