La incidencia del trabajo en el campo de la Psicología se puede percibir en las diversas esferas donde se desenvuelven las personas: empresas, ONG, instituciones educativas y deportivas, centros comunitarios y de salud, hospitales, juzgados, consultorios privados, entre otras. ¿Y en las instituciones educativas? ¿Cuál es su aporte?
La pandemia vino a visibilizar la importancia que tiene para el aprendizaje la presencialidad y el encuentro cara a cara, cercano, con un otro
En este ámbito, una de las funciones del psicólogo es analizar las variables que inciden en el proceso de enseñanza y aprendizaje, de modo que ilumine la complejidad del acto educativo para poner en valor todo aquello que lo potencia, y someter a análisis aquello que lo obstaculiza.
¿Qué tiene sentido enseñar hoy y cómo? ¿Qué condiciones facilitan el aprendizaje? ¿A qué desafíos deben dar respuesta las instituciones educativas luego de la pandemia? Abrir interrogantes para repensar y no cerrar con afirmaciones aquello que nos interpela forma parte de nuestro rol como psicólogos, y permite enfatizar la importancia de analizar lo que ocurre con una mirada situada, sistémica y contextual.
La pandemia vino a visibilizar la importancia que tiene para el aprendizaje la presencialidad y el encuentro cara a cara, cercano, con un otro. Coincidir en un tiempo y espacio físico, específico, diferenciado y protegido, tiene un plus que resalta la importancia de los vínculos que se generan en el interior de cada una de las aulas y que sostienen el deseo de aprender. Una de las características de estos vínculos es que generan un andamiaje y sostén en los actores involucrados, en tanto promueven la participación, el diálogo, la discusión y la apertura hacia miradas y opiniones distintas, construyendo de esta manera el conocimiento desde nuevas perspectivas.
El gran desafío que tenemos por delante es capitalizar lo aprendido para que nuestras prácticas no caigan en la trampa de la rutina y volver a un “más de lo mismo”
Cultivar vínculos positivos es esencial para crear un ambiente educativo, confiable, seguro y de respeto mutuo, donde está permitido evacuar dudas, ensayar hipótesis, equivocarse e identificar aquellos aprendizajes que se lograron, como aquellos que aún no se lograron y que están en vías de hacerlo.
El gran desafío que tenemos por delante es capitalizar lo aprendido para que nuestras prácticas no caigan en la trampa de la rutina y volver a un “más de lo mismo”, porque, sin dudas, no somos los mismos. Cultivar la empatía, haciendo foco en los vínculos permitirá crear y recrear escenarios más participativos que habiliten el consenso, aun en el disenso.
*Licenciada en Psicología, coordinadora de la carrera de Psicología en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.