La democracia moderna atraviesa un periodo de fragilidad a nivel global. Desestabilizada frente a una escalofriante concentración de la riqueza, lo cual ha generado un incremento inédito de las desigualdades de todo tipo, alterando directamente el orden sociocultural de los pueblos y acelerando una nueva tragedia social a través del desempleo, el hambre y la pobreza extrema.
Pues el tipo de empleos que ofrece hoy la democracia solo permite vivir en niveles de pobreza. Es decir, en numerosas democracias de la actualidad ya no se puede depender del trabajo formal para cubrir suficientemente las necesidades básicas, lo cual está generando y consolidando formas modernas de esclavitud y explotación.
A su vez, se ha desplazado el poder real por fuera del sistema político tradicional fragmentando hasta su desaparición al clásico modelo de partidos políticos y en consecuencia poniendo la gobernanza fuera del alcance del control de dichos partidos y de las instituciones; esto marca el agotamiento de las formas tradicionales de representación y participación políticas.
"El tipo de empleos que ofrece hoy la democracia solo permite vivir en niveles de pobreza" - Eduardo Duhalde
A modo de ejemplo vale la crisis griega en la cual los gobiernos europeos -priorizando el interés del sistema bancario y financiero mundial- rechazaron reducir la deuda de aquel país asumiendo los tremendos daños económicos y sociales que sabían iban a suceder en Grecia. Aun así, la histórica democracia griega y sus instituciones no lograron impedir una decisión con final anunciado.
En definitiva, se trata de asumir que nuestro tiempo histórico se agotó y que somos la civilización sándwich entre nuestros viejos sistemas políticos y lo desconocido. Urge ahora, más que nunca, la necesidad de defender todo lo humano, todo vínculo real y solidario para tomar el camino hacia una sociedad justa, inclusiva, sustentable y con eje en el trabajo de la persona.