OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Desafíos y oportunidades productivas para la Argentina

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Producción. Las industrias reclaman por las restricciones a las importaciones. | shutterstock

Según el reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), los desafíos del siglo XXI a escala global se articulan alrededor de tres grandes tendencias: digitalización y automatización de la producción industrial (industria 4.0); los cambios en el orden económico y la forma de producción a nivel global; y la ecologización de la producción industrial (Green economy). En este contexto, la Argentina tiene una ventana de oportunidad para generar una agenda sobre cómo poner en valor su potencial y responder a los desafíos y oportunidades que plantea en contexto internacional.

La Argentina necesita ordenar sus variables macroeconómicas como condición necesaria para desplegar su capacidad productiva. Pero a la par, se requiere abordar una agenda productiva global que cambia a gran velocidad y que abre un importante horizonte a futuro. Partiendo de las conclusiones del trabajo de Onudi, la mirada estratégica de la Argentina puede organizarse alrededor de tres vectores. El primero de ellos, desarrollar todos los recursos que tenemos: la energía, por ejemplo. En un mundo que se encamina a la transición energética, las tensiones en precios y suministros ya están jugando su partido. La Argentina puede posicionarse en este contexto como un jugador relevante y potenciar sus cadenas de valor.

Vaca Muerta es un ejemplo del potencial desarrollo para esos recursos: es el segundo recurso de “shale gas” y el cuarto recurso de “shale oil” a escala global. Para la Argentina equivale a 150 años de abastecimiento, permitiendo transformar el déficit de la balanza comercial energética en superávit.  

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En materia de exportaciones energéticas, Vaca Muerta también se proyecta como un cambio radical. Pongámosle cifras al piso de su perfil exportador: el GNL tiene un potencial que puede superar los US$ 25 mil millones. Pero no solo eso, también significa que esa energía podría abastecer al entramado productivo argentino y transformarse en una herramienta de competitividad.

El camino de transición y ampliación de la matriz energética argentina también cuenta con grandes oportunidades en baterías eléctricas Ion-litio para la electromovilidad, la generación de hidrógeno bajo en carbono para distintos usos (movilidad, procesos industriales, energía, entre otros) y, obviamente, las energías eólica y solar.

Es importante que en esa transición energética se evalúen las inversiones necesarias, los costos y la competitividad en generación de energía para cada fuente. Siempre teniendo en cuenta que la agenda de esta transición está cruzada por intereses y miradas contrapuestas. Por eso, la Argentina debe abordarla lejos de la ingenuidad, más cerca de sus necesidades en función del desarrollo. Los desafíos del cambio climático y la ecologización de la producción pueden y deben converger en la estrategia argentina de largo plazo.

Vaca Muerta es un ejemplo del potencial desarrollo y de revertir la balanza

Otro recurso sobre el que la Argentina puede enfocarse es la minería. Nuestro país tiene un potencial subexplotado en ese sector: exportamos apenas por encima de los US$ 3 mil millones anualmente, mientras que Perú y Chile exportan 15 y 20 veces más. Aprovechar estos recursos de manera sustentable permitiría generar divisas producto de la IED (inversión extranjera) y las exportaciones.

En paralelo, existe un segundo vector clave: la Argentina necesita articular una estrategia frente a los cambios del orden económico global. Hacerlo significa desarrollar sus recursos con la mayor cantidad de valor agregado posible para exportarlos regional y globalmente. En este sentido, el gas natural es una gran oportunidad para multiplicar el valor de la cadena petroquímica local con una visión de integración productiva al Mercosur. La exportación de productos derivados de la industria petroquímica como el polietileno permitiría aumentar el valor por tonelada hasta diez veces.

Si se proyecta al potencial de gas, la transformación en nitrógeno y luego en fertilizantes, la Argentina podría dar respuesta a un problema regional. Hoy, nuestro país y Brasil importan grandes cantidades de fertilizantes –la urea es uno de ellos–. Producirlos en el continente implicaría, además de desarrollar un sector muy dinámico, ahorrar las divisas que se destinan a este insumo importado. El mundo está abandonando la lógica de la “deslocalización” (off-shoring) por una combinación flexible de “near-shoring”, “re-shoring” y “friend-shoring”, dependiendo de la disponibilidad de factores y ubicaciones de producción. Esto implica una reconfiguración modular de los diversos segmentos de una cadena de suministro.

El tercer vector estratégico se vincula con el despliegue de todo el potencial del sector privado. Para ello será clave que las políticas de Estado y la previsibilidad macroeconómica, así como la política fiscal, monetaria y cambiaria para potenciar la inversión confluyan con la transformación digital productiva y la Industria 4.0.

En su último informe, Onudi señala que existe una correlación positiva entre la adopción de tecnologías digitales avanzadas y la estrategia de respuesta de las empresas a la pandemia. Las empresas digitalmente avanzadas introdujeron un diez por ciento más de cambios transformacionales (organizativos, comercio en línea, nuevos productos, equipos, otros) que las no que están digitalmente avanzadas.

Los datos relevados en la última encuesta realizada por la UIA indican cómo se encuentra posicionada la industria argentina ante este desafío. Hace cinco años, solo un 10% de empresas industriales se vinculaban con la innovación tecnológica aplicada al proceso productivo. Mientras que, en la actualidad, un 50% de las industrias argentina está trabajando con al menos una tecnología vinculada a la Industria 4.0. Y un 40% de las que no las utilizan plantea incorporarlas en el futuro próximo.

A partir de los desafíos de los contextos local y global en materia de innovación, la UIA desarrolló el programa RUTA X. RUTA X es un ecosistema integral diseñado para que las empresas puedan innovar e incorporar tecnologías 4.0 en sus procesos productivos. En el marco del programa, la UIA puso en marcha el primer diplomado a nivel nacional en transformación digital productiva e Industria 4.0. Con esta iniciativa, se están formando 750 profesionales que trabajarán junto a empresas industriales de todas las regiones del país y de todos los tamaños.

En un contexto global incierto y con reconfiguraciones dinámicas, la ventana de oportunidad se reduce conforme pasa el tiempo. Cada uno de estos tres vectores está conectado con el desafío histórico de la Argentina: dejar de monologar con la coyuntura y empezar a dialogar con una estrategia de largo plazo. Hay oportunidades. Hay desafíos. Hay futuro. Necesitamos trabajar para hacerlos converger.

*Economista. Director ejecutivo UIA. Profesor Estructura Económica de la UBA. Director académico Insecap/UCES.