Exceso de resentimiento, alto en críticas, falta de sororidad. Pareciera ser que una canción puede ahora también ser etiquetada, nos advierten como el sodio o las grasas saturadas, el posible contenido maligno. Frases como “cambiaste un Ferrari por un Twingo” o “las mujeres ya no lloran las mujeres facturan” estuvieron bajo la lupa de todos.
Primero está el debate si una canción es un himno político o un pedacito de ficción, la letra es la literalidad ¿o es una invención sobre la realidad? ¿Acaso no caímos todos en la trampa de escuchar una y otra vez las indirectas directas de la cantante colombiana? Consumimos la propia ficción que ella inventó de su vida. Sin embargo, los análisis exhaustivos sobre la letra poblaron las redes, los diarios, hasta se generaron los bandos a favor de Shakira y a favor de Piqué. La misma Lali lo publicó en su cuenta de Twitter: “…Es música, chiks. Y esto se hace desde siempre…”
Otro debate aumentó la tensión del tema con casi 200 millones de reproducciones, si la canción es o no feminista. Y aquí aflora el afán por (auto) determinarse. Personas que se creen que por tener poder intelectual o poder de medios pueden definir de forma tan simple que es ser feminista, una cuestión tan compleja, se torna fácil de dirimir. La situación empeora, nos ponen escala: feminista despechada no cuenta, feminista millonaria menos que menos, feminista que critica a otra mujer, y la lista de contras sigue. No solo Shakira pasó por la lupa moral, también Clara Chía, la mujer con la cual Piqué le fue infiel a la cantante. Las mismas que definen el feminismo de esta época, también clasifican a una mujer de no sorora, o peor, de no merecerlo.
Shakira, que Hacienda no te salpique
Quizás si asumimos que la polémica de la canción nos atrae, por la misma condición de ficción que conlleva, no necesitemos ubicar en una escala del uno al diez cuan feminista es Shakira, Clara Chía, si llorar nos quita facturar, o viceversa. (Y esto lo escribe una persona que se considera feminista)
No hay debate y reflexión que por mal no venga, pero interpretar no es lo mismo que calificar. Adueñarse de un movimiento, tan heterogéneo como el feminismo, requiere de mucha más soberbia que nombrarse como un Ferrari o un Rolex.