El francés Jackes Delors preguntaba al comenzar la obra La educación encierra un tesoro (Unesco, 1996), “¿cómo aprender a vivir juntos en la aldea planetaria si no podemos vivir en las comunidades a las que pertenecemos por naturaleza: la nación, la región, la ciudad, el pueblo, la vecindad? Así, la cuestión central de la democracia, decía, es si queremos y podemos participar en la vida comunitaria.
Los adultos seguimos mostrándonos en cada encuesta que se realiza, como desobedientes, transgresores, y en nuestras habituales conductas ciudadanas manifestamos elevados niveles de intolerancia y crispación social. Si aceptamos que en general la violencia es una conducta aprendida en distintos contextos, en los cuales los adultos son modelos, para bien o para mal, no debería asombrarnos estar hablando ya no solo de los pobres niveles de aprendizaje de los estudiantes argentinos, sino también de los malos climas de convivencia entre ellos, dos aspectos de la vida en las escuelas que están íntimamente relacionados.
Iniciado el mes de abril del presente año, el Observatorio de Argentinos por la Educación junto al Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo), dimos a conocer los datos que surgieron de las Pruebas Aprender 2019, en las que se consultaba a los estudiantes del último año del secundario y a los directivos, acerca de su percepción sobre el clima de convivencia en la escuela. Los datos, como se viene repitiendo en otras evaluaciones diagnósticas, no fueron buenos. Un 75% reconoce discriminación por “aspectos físicos”, el 68% por “alguna característica personal o familiar” y un poco más del 54% percibió “amenazas o agresiones” a otros estudiantes.
Un dato llamativo fue encontrar que sólo el 2,8% de los directores consideran que estos problemas de convivencia son “un problema serio” o el 17% “un problema moderado”. Esto explicaría, en parte, por qué no existe en general una micropolítica institucional que se ocupe de gestionar la convivencia buscando formas de prevención e intervención adecuadas. Más aun cuando en marzo de 2020 dimos a conocer, también a través del Observatorio de Argentinos por la Educación, el informe “El acoso entre iguales (bullying) y el aprendizaje” con datos que se desprendían de las Pruebas PISA 2018.
Los adultos nos mostramos en cada encuesta, como desobedientes y transgresores
En ese trabajo fue posible conocer que aquellos estudiantes que sufrían situaciones de violencia en general o concretamente de bullying en particular, bajan de manera significativa sus puntuaciones en Matemática. Si la violencia era física, disminuían 41 puntos, si la misma era social afectando la pertenencia al grupo de pares (exclusión), rendían 67 puntos menos. Recordemos que para la OCDE (autores de las Pruebas PISA) 40 puntos de diferencia equivalen a un año escolar completo, y en el caso de la falta de pertenencia involucraba 1,7 años.
Ya no sólo estamos hablando del clima escolar de convivencia como cualquier otro factor interno, sino como aquel que más afectaría la permanencia de los estudiantes en la escuela, su rendimiento, la calidad de los productos educativos y la eficacia del sistema. Sin bienestar en el ámbito escolar, los docentes no pueden enseñar ni el alumnado aprender.
Por esta razón, es prioritario un enfoque que enfatice la educación en el ser y en el saber estar con el otro y todo aquello que lo rodea, que permita a los estudiantes adquirir una capacidad crítica para analizar y asumir los desafíos personales y los grandes problemas sociales. El cambio que demanda nuestro país es humano.
Una buena escuela no es una escuela sin conflictos, sino que está atenta a resolverlos y se gestiona la convivencia previniendo e interviniendo de manera adecuada, idónea. Así, se crea un clima social escolar tal que, favoreciendo la inclusión y la pertenencia, disminuye el abandono y como hemos visto en distintos estudios, se mejora el proceso de enseñar y aprender. Solo falta que reconozcamos y respetemos estas generaciones dejando de improvisar, favoreciendo que las escuelas se conviertan en un ejemplo para esa sociedad que boicotea con sus acciones lo que la escuela con esfuerzo debe construir diariamente.
*Director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo) Observatorio de Argentinos por la Educación.