OPINIóN
Mercado interno

El pasado como escuela

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| Cedoc

A lo largo del desarrollo del campo disciplinar de la política exterior en la Argentina, un paradigma que logró complementar la disputa entre autonomistas y liberales fue la Escuela Socio-Histórica. Este corpus teórico se referencia principalmente en los historiadores Mario Rapoport, Claudio Spiguel y Leandro Morgenfeld  y la politóloga María Cecilia Miguez, entre otros importantes académicos.

Con una clara matriz multidisciplinaria, donde convergen historiadores, economistas,  internacionalistas, sociólogos y politólogos, todos tienen en común la comprensión de los procesos nacionales y su relación con lo internacional a través de una visión profunda de la historia en su dimensión socio-económica.

En este sentido, el primer debate de la política exterior sistematizado como disciplina, tuvo lugar en los años sesenta y setenta y se centralizó entre el valor de la autonomía de orientación latinoamericana y el alineamiento con los Estados Unidos.

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Sin bien la Escuela Socio-Histórica ponderó la obra de Juan Carlos Puig - Doctrinas internacionales y autonomía latinoamericana (1980)- le brindó un marco histórico interpretativo que el autonomismo tomó luego como enriquecedor para su paradigma.

Fue la crisis de 1973 sobre el sistema internacional y las capacidades estatales la que  introdujo otro debate en los ochenta. Esta discusión, hizo dialogar a Mario Rapoport con Carlos Escudé y su Realismo Periférico. Estos dos autores, cuestionaban desde una posición diferente la “autonomía heterodoxa”. Aunque la Escuela Socio-Histórica estaba más cerca de ella y señalaba algo de “insatisfactorio”,  buscó reelaborarla con aportes de la Escuela de Brasilia de Amado Cervo en su concepción del desarrollo, la Escuela Francesa de Pierre Renouvin que incorporó el análisis de las “fuerzas profundas” y el enfoque histórico-estructural del Sistema Mundo de Immanuel Wallerstein en su mirada global de los procesos.

El debate fue enormemente enriquecido por el “autonomismo relacional” de los académicos Juan Tokatlian y Roberto Russel inspirados en autores como Stephen Walt, Alexander Wendt y Kenneth Waltz, y de una profunda y extensa producción propia. El aporte central de estos autores fue la necesidad de ampliar el regionalismo para potenciar el multilateralismo funcional a los intereses de la Argentina.

A la gran estrategia y el principio ordenador de la autonomía relacional, la Escuela Socio-histórica contraponía su “autonomía regional” como tercera posición entre el puro autonomismo y el relacionalismo.  

Llegados a los 2000 y pese el hegemonismo del “consenso del norte” ahora nucleados como “globalistas”, un neo-autonomismo se mantuvo distante de ellos en las figuras de Anabella Busso, Luis Dallanegra Pedraza, Myriam Colocrai y Gadys Lechini, entre otros prestigiosos académicos, inspirados en el maestro Bruno Bologna y su profundo legado.   

Actualmente, la tradición viva de la Escuela Socio-Histórica se basa en los procesos enmarcados en estructuras sociales, políticas, económicas y culturales internas e internacionales que se sustentan en la visión de integralidad de Pierre Vilar.

Estos autores entienden acertadamente que el patrón de inserción internacional debe construirse en base a un mercado interno,  una economía  nacional,  una soberanía sobre los recursos, alianzas con países pares para negociar con las grandes potencias, la recuperación del control sobre el capital y en promover un intercambio comercial equilibrado.  

Para ellos, esto se logrará al revalorizar la identidad nacional y regional como construcción de una verdadera “política pública internacional” y demuestran que esta Escuela no sólo iluminó el pasado, interpreta el presente de manera aguda, sino que tiene un proyecto de política exterior para el futuro.

 

*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales.  Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires.