En la editorial de junio pasado del Institut Français de Relations Internationales, Thierry de Montbrial –su fundador y presidente– tituló: El bien público global, más allá de las palabras. Su reflexión se centra en la importancia del multilateralismo como un sistema para que la comunidad internacional otorgue garantías que respalden el bien común y solucione los graves problemas planetarios para evitar “un suicidio colectivo”.
Este razonamiento le da vigencia al debate en torno al Realismo Periférico Anglo-Norteamericano de los 90, y lo que podríamos llamar un Sino-Realismo Periférico, a partir de su revisión en 2012. En este año, Carlos Escudé escribe “El realismo periférico (RP) y su relevancia teórica ante el ascenso de China”, que aún en la actualidad, se discute en torno a sus principios.
Su estricta lógica científica, con una constatación empírica rigurosa y un agudo razonamiento, nos permite reflexionar acerca de los postulados normativos para hacer frente al modelo de inserción internacional de la Argentina del siglo XXI. Por cierto, este paradigma, necesita ser repensado, o al menos complementado desde un multilateralismo periférico, complejo y multinivel.
En primer lugar, el fundamento central del unilateralismo alineado a Washington en los 90 y su traslado a Beijing, nos limita las posibilidades de diseñar una política exterior adecuada al único interés nacional: el desarrollo con equidad de la Argentina, ciertamente “ciudadano-céntrico”, como todas las políticas públicas.
En segundo lugar, es complejo diferenciar la validez de los postulados de fundamentación empírica e histórica del autor, de aquellos de carácter “metapolítico” que funcionan como “ley universal” por él mencionados.
En tercer lugar, la imposibilidad de diseñar un Estado supranacional con la representación “un ciudadano un voto”, no invalida la construcción de instituciones internacionales más democráticas.
En cuarto lugar, su tipología de estados dentro del orden internacional –los forjadores de normas, los tomadores de normas y los rebeldes– congela la interpretación de una historia estructuralmente dinámica y cambiante. De haberse utilizado este razonamiento, estaríamos aún bajo el dominio de algunos de los imperios del pasado.
En quinto lugar, la ecuación de “menor libertad interna, mayor libertad frente al mundo”, requieren de una profundización argumentativa, histórica y prospectiva por la multiplicidad de estados y las diferentes situaciones dentro de ellos.
En sexto lugar, que la China de Deng Xiaoping –basada en el milenario confucionismo, pero que no menciona al taoísmo y al budismo– se aleja completamente de la realidad de América Latina y la Argentina, que se insertan en una matriz de poder estructuralmente periférica y asimétrica.
Finalmente, si existiera una “ecuación de equilibrio metapolítico” para diseñar un patrón de inserción internacional, éste debería sustentarse en un modelo que se conecte de manera sistémica en cada una de las áreas que le otorgan un valor agregado a la Argentina.
La complejidad del mundo y la dispersión de centros de poder económico, político y de conocimiento, han demostrado no tener el monopolio de las respuestas a las nuevas amenazas. Esto obliga al país a desarrollar una estrategia internacional basada en un multilateralismo periférico con eje en una perspectiva histórica y latinoamericana.
Esto se logra buscando en cada organización internacional, en cada espacio de integración mundial y en cada país en particular, el capital real y simbólico para construir poder real orientado a un desarrollo interno distributivo.
Si todos los países lo hicieran, se evitaría el pronóstico del “triunfo de las autocracias” sobre el equilibrio multilateral orientado a la paz mundial.
*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la Universidad de Buenos Aires.