OPINIóN
nueva política de londres

El Reino Unido disuade con submarinos nucleares

La presencia (actual o potencial) de esas naves cerca de las Islas Malvinas surge como un tema de preocupación para Argentina y la región.

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Preseñores. El HMS Astute, uno de los submarinos de última generación sumado por la marina británica. | royal navy

El profesor Julián Gadano se refirió en su columna del 20 de marzo pasado a la publicación de un documento producido por el Gobierno del Reino Unido, titulado “Revisión Integrada de la Política de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Exterior”. Allí se actualiza la estrategia de ese país en materia de relacionamiento externo y posicionamiento geopolítico con respecto a la última política, publicada en 2015.

En particular, se refirió a uno de los aspectos que ha generado controversia de la nueva revisión –la primera, como señala puntualmente Gadano desde que el Reino Unido abandonara la Unión Europea−, a saber: el anuncio del aumento de su arsenal nuclear.

Coincido con las conclusiones de su artículo, cuando señala que: “el gobierno del Reino Unido está diciendo al mundo que agita su política de disuasión mínima (minimal deterrence) y que va a incrementar su arsenal para que sus submarinos dispongan de más unidades listas mientras navegan por el mundo, lejos de sus costas”.

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Con todo, para llegar a esa conclusión, Gadano recorre una serie de argumentos; por ejemplo, que en su opinión el problema es cualitativo (lo que recoge en su conclusión que ya he citado) antes que cuantitativo. Para ello señala que el incremento de capacidad ofensiva nuclear anunciado por el gobierno de Su Majestad Británica es de unas 45 cabezas, de 215 a 260 lo que “en un contexto en el que Rusia y Estados Unidos tienen armas nucleares como para hacer desaparecer el sistema solar completo, no parece tanto”.

Ese juicio sobre la modestia del incremento cuantitativo anunciado por Gran Bretaña sale a relucir a lo largo del artículo en sucesivas comparaciones (fundadas) sobre los inventarios de arsenales de los 9 países que cuentan hoy con capacidad ofensiva nuclear: los 5 reconocidos por el Tratado de No Proliferación –TNP−, a la sazón miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y los cuatro cuya capacidad nuclear es conocida y que no son signatarios de ese acuerdo (India, Paquistán, Corea del Norte e Israel). Para no glosar en exceso, valga apuntar que compara el arsenal británico con los mucho más amplios de las otras superpotencias del mundo bipolar, y reitera la equivalencia del arsenal británico con el pakistaní, entre los menores de los conocidos a la fecha.

Gadano concede que, considerando el poder destructivo de las armas nucleares “una es mucho”, pero aún así, insiste en no hacer primar el aspecto cuantitativo del anuncio. Es en esto en lo que discrepo, y lo señalo.

No se trata sólo y simplemente de que el gesto británico implica abrir una compleja y peligrosa Caja de Pandora, como afirma el autor en sus conclusiones. En materia de arsenales nucleares, los compromisos multilaterales buscan desde hace décadas propender tanto a la no proliferación como al desarme nuclear. El otrora Subsecretario no puede ignorar que, en este punto, la Argentina ha mantenido una posición histórica en favor de esa tendencia. Al anunciar un aumento de su arsenal nuclear, el Reino Unido puede no estar incurriendo en ningún quiebre del derecho internacional (“el diablo está en los detalles”, y el Foreign Office no los ignora), pero definitivamente está decidiendo tensar los límites que éste impone. Podría incluso argüirse que cualquier incremento supone una forma de proliferación. En cualquier caso, y desde cualquier perspectiva teórica que se lo aborde, lo que un incremento del arsenal no hace, es propender al desarme.

Gadano concede que, considerando el poder destructivo de las armas nucleares “una es mucho”, pero aún así, insiste en no hacer primar el aspecto cuantitativo del anuncio. Es en esto en lo que discrepo, y lo señalo.

Sería poco responsable omitir que el desarme total y general es un objetivo político de la República Argentina y de la humanidad en su conjunto, consagrado entre otros instrumentos, en el Tratado de No Proliferación Nuclear. Dicho instrumento, en su artículo sexto prevé: “Cada Parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional”. Este compromiso, firmado por el Reino Unido hace más de 50 años, no parece conciliar con la “agitación” de un incremento en sus arsenales.

Y llegados hasta aquí, hay en la nota del profesor Gadano un silencio que clama en cada línea. Recorre los números, tipos y alcances del armamento nuclear británico y sus medios de lanzamiento y reconoce que sus misiles estratégicos sólo pueden ser lanzados desde su flota de submarinos “mientras navegan por el mundo, lejos de sus costas”. ¿Cómo acallar, entonces, la necesaria relación que nuestra posición y nuestra historia nos imponen respecto de las potenciales consecuencias del “gesto” cualitativo británico sobre el Atlántico Sur? Una y otra vez, en el universo de ademanes que le dan coreografía al ballet del rearme y la disuasión, la presencia (actual o potencial) de submarinos británicos con capacidad ofensiva nuclear cerca de las Islas Malvinas surge como un tema de preocupación no sólo para la Argentina, cuyas legítimas reclamaciones son sostenidas en las arenas del derecho, la diplomacia y la solidaridad entre los pueblos, sino para toda América Latina y el Caribe, que se dieron −al amparo de las Actas de Chapultepec−, el compromiso de mantenerse como zona libre de armas nucleares, el que podría verse violentado por una potencia ocupante ajena a los consensos regionales. O que está siendo violentado.

Luego, lamento que alguien que tuvo un rol importante en la conducción de los asuntos nucleares para Argentina, escriba desde una posición descriptiva. Gadano no es actualmente funcionario, pero lo fue, y acaso vuelva a serlo. Espero que su pensamiento no anticipe un futuro en el que se nos presente como beneficioso contemporizar y bendecir la posición de fuerza y el incremento de la capacidad agresiva de un país, que se ha dado la política de ocupar una parte de nuestro territorio soberano, en donde yacen compatriotas que se atrevieron a luchar para recuperarlo.

*Ex canciller. Embajador de la República Argentina en Chile.