OPINIóN
A 20 años del atentado a las Torres Gemelas

El último día de un Washington que desaparecía

Lo peor de todo era ver caer los cuerpos que se lanzaban desde los pisos más altos de las Torres Gemelas de Nueva York.

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Horror. “Las cámaras tenían ángulo suficiente para seguir a quienes caían durante toda la trayectoria”. | cedoc

Lo peor de todo era ver caer los cuerpos que se lanzaban desde los pisos más altos de las Torres Gemelas de Nueva York. En directo por televisión. Por la distancia, las cámaras tenían ángulo suficiente para seguirlos durante toda la trayectoria, salvo cuando llegaban cerca del suelo. Eso, por suerte, nos evitaba ver a esas pobres personas explotar contra el piso.

Seguir los atentados del 11 de setiembre desde la oficina de una agencia internacional de noticias en la ciudad de Washington fue en efecto una especie de pesadilla. Una situación difícil de comprender en el momento, que se aclararía más cuando “despertamos” de ese caos de ansiedad e incertidumbre.

De todas maneras, había un trabajo por hacer: escribir y escribir más. Teníamos, aparte de las torres, una escena de desastre cercana, en el Pentágono, adonde se había estrellado el vuelo 77 de American Airlines.

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Acercarse al Pentágono era imposible ya pocos minutos después de la caída del Boeing 757-223 sobre la sede de la secretaría de Defensa norteamericana. Y en Nueva York teníamos un problema, que nuestro corresponsal de entonces había quedado incomunicado.

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Por eso fue que las primeras horas de la cobertura tuvimos que llevarlas adelante, como la mayoría de los medios escritos, a través de la cobertura de la televisión, en especial la CNN, que en aquel momento era todavía el mejor y más prestigioso canal estadounidense.

¿Qué más se podía hacer? Llamábamos por teléfono a personas que pudieran haber visto los ataques más de cerca, intercambiábamos con algunos de nuestros colegas.

Durante largas horas fue en vano intentar acercarse no solamente al Pentágono -ubicado en las orillas de la ciudad de Washington, ya en el estado de Virginia- sino tampoco a la Casa Blanca o el Capitolio.

Calles. De todas maneras, el par de expediciones para buscar superar los cercos valieron la pena. La oficina de ANSA, la agencia italiana de noticias, estaba ubicada en el National Press Building, un edificio adonde se acomodan muchos de los más importantes medios internacionales en la capital de Estados Unidos.

20 Aniversario Torres Gemelas
A 20 años del atentado en Nueva York.

Bajando desde el piso doce, la escena era extraordinaria, con personas pegadas a los teléfonos celulares -todavía no era tan común enviar textos y, por supuesto, no existía WhatsApp- deambulando por las calles, pocos automóviles, negocios cerrados.

A pocas cuadras, un vallado militar -con soldados muy armados, no policía- bloqueaba el camino a la Casa Blanca ya varias decenas de metros antes del palacio en el 1600 de la avenida Pennsylvania, donde no se encontraba el presidente Bush, quien había estado ese día de gira en Florida. Los soldados que cuidaban el cerco no parecían preocupados, hacían guardia de manera relajada, mirando hacia quién sabe dónde, pensando en quién sabe qué. De regreso a la oficina era nuevamente pegarse a los teléfonos, intentar comunicarse con Nueva York, con los ojos siempre en la televisión. Y escribir y escribir.

El jefe de redacción en la sede central del servicio en español de ANSA en Buenos Aires en ese tiempo, Santiago Farrell, quien es justamente el que me encargó este artículo para PERFIL, me pidió cerca del mediodía un resumen de la situación.

Apenas teníamos datos serios de muertos, solamente había una idea de los daños. Y las torres ya se habían caído. Preparé ese “vespertinos” que me pidió Santiago, del cual recuerdo solamente parte del título: “Estados Unidos de rodillas”.

Las 25 imágenes más impactantes del atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre

Varias horas antes, la jornada comenzó con otra comunicación con mis jefes en Buenos Aires. Una llamada me advertía que, al parecer, “un pequeño” avión se había estrellado contra la torre norte. Un reporte similar al que había recibido el propio Bush mientras visitaba a un grupo de pequeños en la Emma E. Booker Elementary School en Sarasota. (Más tarde, con más información, le dirían al oído “America is under attack”).

Cuando llegué a la oficina, estaba claro que era un avión de línea, y el segundo ya se había incrustado en la otra torre.

Transformación. Decir que el mundo cambió en aquel momento es a esta altura muchísimo más que una obviedad. Pero fue interesante observar cómo se transformaron gradualmente las cosas en la capital norteamericana.

No es que hubiera tenido mucho tiempo para experimentar el país pre-11 de setiembre, ya que había llegado poco antes, en mayo del 2000, a cubrir la corresponsalía.

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Las impactantes imágenes del atentado a las Torres Gemelas en 2001.

Sin embargo, en esos pocos meses Washington DC me mostró otra cara (luego completamente borrada), la de una ciudad liviana, con pocos controles, cierta alegría en las calles, y abundantes zonas de pecado. Todavía eran, después de todo, los años de la presidencia de Bill Clinton.

Mis primeras visitas a la Casa Blanca fueron muy simples, con mínimos controles. Con los colegas de los medios en español todavía cubríamos básicamente temas como inmigración, las políticas para América Latina y la “guerra contra las drogas”. Casi nada de terrorismo y mucho menos de “seguridad nacional”, un concepto que rápidamente se convirtió en el centro de la agenda en Washington.

A partir de los atentados, ingresar a la Casa Blanca para una rueda de prensa o para cubrir la visita de algún presidente latinoamericano fue un incordio: ya hubo que pedir con anticipación la autorización de seguridad para el día, esperar largo rato en la calle hasta que un funcionario de prensa llegara hasta la garita de los guardias para pedir que abrieran la cerca metálica y comenzaron a verse más escaners y otros nuevos elementos de control.

Esas medidas eran impulsadas con gusto por el flamante gobierno conservador del republicano Bush, quien había llegado al poder pocos meses antes, en enero del 2001. Las consecuencias de los atentados, los de mayor impacto en suelo estadounidense desde el raid japonés sobre Pearl Harbor de 1941, encajaron perfectamente con la agenda de funcionarios como el vicepresidente Dick Cheney y el ministro de Defensa, Donald Rumsfeld.

A 20 años del atentado contra las Torres Gemelas

Adiós. Pero nada de eso estaba todavía claro en la jornada del 11 de setiembre. Todos estábamos ocupados en entender qué estaba pasando y dónde podía caer el próximo avión. Aunque, con el paso de los meses, Washington, y gran parte del país, se puso más gris y más tensa.

Esa, claro, es otra historia.

La de la jornada de los ataques sobre las Torres Gemelas y el Pentágono se fue diluyendo hacia el anochecer, cuando ya no se producían nuevas imágenes del horror en vivo. Seguían saliendo relatos de bomberos y policías heroicos, detalles sobre un grupo llamado al Qaeda que saltó espectacularmente a la fama y datos sobre cómo empezaba a reaccionar el gobierno.

A eso de las 22 ya era de madrugada en Europa y mis colegas italianos en la oficina de ANSA se iban a casa, ya no tenía mucho sentido seguir despachando cables, y había que despertarse temprano al día siguiente para volver a alimentar el hilo de la agencia, con las novedades del 12 de setiembre.

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El dolor y las cenizas que caían en medio del atentado del 11S.

Salí yo también, y me fui caminando a casa. Eran pocas cuadras que recorrí despacio, evitando las calles cercanas a la Casa Blanca. La 14 era una buena opción para el recorrido: a la altura de mi vecindario, Dupont Circle, se llenaba de bares donde podía eventualmente parar a cenar.

Extrañamente, los restaurantes estaban llenos, con gente asomada a las veredas, esperando a completar sus cervezas o comiendo. El ambiente era de una amenidad contenida, sin tristezas. Parecía como si todos estuvieran preparándose para lo que se venía, una ciudad distinta, un país y un planeta distintos.

Y qué mejor forma de decir “adiós” a un mundo que se despedía que reunidos con amigos y apurando unos tragos hasta que llegara la medianoche.

*Ex corresponsal de la agencia ANSA en Washington.