Mi ley, tu ley, el título de un libro de la poeta Juana Bignozzi puede condensar el triunfo de anoche. Porque puede incluir al varón, al varón deconstruído que entiende el cuerpo de la mujer aun cuando no menstrúe, aun cuando no geste dentro de sí. En la literatura, hay ejemplos clarísimos de estos varones escritores cuyas miradas sobre el tema ya venían deconstruyendo un mundo mejor para todos.
En 1922, T.S.Eliot publica La tierra Baldía, ese cóctel de voces que dio origen a la poesía moderna . En la segunda de sus cinco partes, “Un juego de ajedrez”, hay un fragmento en el que dialogan dos mujeres: una le dice a la otra que debe ponerse los dientes ahora que vuelve Albert, su marido, de la guerra; la amenaza con que si no se arregla un poco él se irá con otra “Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja/(y no tiene más que treinta y un años)/no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste./Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo./(Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.)/El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma. Sin eufemismos Agustín Batra traduce a T.S. Eliot a quien algunos tildaron de fascista, elitista, machista.
Es ley: el Senado aprobó la legalización del aborto en una sesión histórica
En 1927, Ernest Hemingway publica Colinas como elefantes blancos, un cuento que luego sería incluido en Hombres sin mujeres. En estas breves páginas, Papa Hemingway, el camillero en la Gran Guerra, el amigo de Cuba, el cazador suicida instala también en un diálogo entrecortado entre un muchacho y una muchachita la doble perspectiva ante un embarazo no deseado. Y lo hace a su manera, elíptica y desplazadamente, con sobreentendidos, con la famosa técnica del understatement. Sobreentendidos que abren, sobre la mesa de un bar al borde de una estación de tren preguntas que seguimos planteándonos, escenas que, imaginadas hace tantos años, prefiguraban decisiones que hoy podrán salir de la clandestinidad, de los eufemismos y de los sobreentendidos.
La literatura es ese lugar fecundo desde donde vienen tantas voces. Es un tejido complejo, multiforme y multíparo
En 1939, William Faulkner, el dueño de Yoknapatawpha y de una prosa lírica irrepetible e intraducible publica Las Palmeras Salvajes, una novela en dos tiempos que anticipó en mucho al amor de los tiempos que corren. También en una estación de tren el marido de Charlotte, la protagonista, le entrega al amante con quien ella huye un cheque por trescientos dólares, por si ella necesitara volver o ¿abortar? El final, no es feliz.
La literatura es ese lugar fecundo desde donde vienen tantas voces. Es un tejido complejo, multiforme y multíparo. Ojalá ahora, que salimos de la clandestinidad, podamos elegir con imaginación y educación maneras constructivas de vivir. ¡Qué esa Ley!
*Licenciada en Letras.