OPINIóN
Elecciones 2019

Entró como candidato y salió como Presidente

El debate de ayer marca el "final del juego" con un Macri que careción de plan B y Alberto Fernández seguro.

candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández
El candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández | NA

Como si la diferencia de las PASO no hubiera bastado para definir al inicio de la contienda electoral “vencedores y perdedores”, el debate presidencial de ayer parece sellar el “final de juego”. Si bien en lo formal se deberá aguardar hasta el próximo 27 de octubre, en los hechos el show televisivo despejó cualquier duda acerca de quién asumirá el 10 de diciembre. 

La última imagen que arrojó la tele fue la de un Alberto Fernández rodeado y saludado por sus “contrincantes”, y un Macri observando desde cierta distancia escénica el magnetismo que irradia el “poder” y la soledad descarnada de su pérdida. 

Nada en el debate rompió los márgenes de lo previsible. El principal candidato opositor entró con la impronta y la seguridad que le fueron confiriendo un armado electoral imprescindible desde la teoría, complejísimo en su ejecución y exitoso en la práctica. Fernández ha ido transmutando aceleradamente de aspirante a presidente. No ha caído en la trampa de intentar “compartir” la gobernanza sino anticiparla. De cara a diciembre, intentará asumir con amplios acuerdos y consensos que le acorten los tiempos y le eviten mayores obstáculos, consciente de que sobre el próximo gobierno penden expectativas de responder a temas urgentes y encaminar los importantes.

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Fernández ha ido transmutando aceleradamente de aspirante a presidente

El Presidente pareció llegar al debate con media hora de retraso. Le costó entrar en clima, tomar como propio un discurso aprendido a fuerza de repetición y que parece formar parte de un libreto del que viene pasando letra hace más de cuatro años. La realidad de una gestión inconcebiblemente torpe y dolorosamente aciaga, ponen en jaque la verosimilitud de un discurso vacío de contenido y sin ningún “as en la manga”. 

Quienes pensaban que el marketing siempre puede reservar alguna sorpresa, ayer vieron los límites ante una realidad que distorsiona pero no suplanta. Macri careció de plan B, contó con un par de “chicanas” efectistas, algún que otro tiro por elevación que lo hacen caer bajo –el supuesto gaste a Axel Kiciloff que lo terminó reconociendo como futuro gobernador de la Provincia- y su capacidad intacta para desconocer una realidad que a todas luces lo condena.  

Roberto Lavagna no tuvo capacidad de fuego. Se quedó a medias en los temas en los que podía descollar y mostró desconocimiento en temáticas sensibles: derechos humanos o género. Nunca entendió demasiado la propuesta de un debate televisivo que nació vetusto, encorsetado, pautado, al cual había que agregarle condimentos ajenos al formato que la personalidad del candidato no posee. 

Nicolás del Cañó no decepcionó a su público. Impuso la ideología sobre la política, los principios a la coyuntura y pegó un par de reveses interesantes. Se destacó –por oposición- ante la derecha remanida, rancia y también ortodoxa de Gómez Centurión o Espert, que volvió a traer discursos que se creían definitivamente enterrados por su pasado ominoso. 

Las dos horas de debate resultaron menos aburridas de lo que insinuaban y menos entretenidas o picantes de lo que deberían haber sido. No se trató de profundizar ideas sino de manotear votos en un escenario electoral polarizado y previsible. En la suma y resta, Macri parece haber perdido algunas simpatías y agregó perplejidades. 

Fernández dio definiciones contundentes sobre varios temas y sobrevoló otros, e insistió que la construcción de un nuevo modelo requiere de todos. Alberto entró como ganador de las PASO y salió como presidente.