OPINIóN
Adaptarse al cambio

Hacia una nueva soberanía del tiempo laboral

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Teletrabajo. La conectividad permanente borra los límites ya difusos entre la vida laboral y personal. | shutterstock

¿Ha llegado la hora de ejercer una nueva forma de soberanía del tiempo en materia laboral? ¿Las horas y los días de trabajo forman parte de la discusión de un nuevo modelo de bienestar?  La pandemia, como en tantos otros ámbitos de nuestra vida cotidiana, ha puesto estos interrogantes sobre la mesa.

En la actualidad, y a pesar de los consensos alcanzados hace más de cien años sobre la jornada laboral, cerca del 30% de los trabajadores del mundo trabajan más de 48 horas por semana. Y, en simultáneo, la tendencia convive con una mayoría de trabajo subempleado, con escasas horas de ocupación.

Jon Messenger, en un informe detallado de la Organización del Trabajo sobre el futuro de esta temática (Working time and the future of work) habla de la bifurcación del tiempo de trabajo: por un lado identifica los riesgos múltiples de un exceso de carga horaria; por el otro, menciona la desprotección de millones de trabajadores que no alcanzan un mínimo de horas trabajadas. Sin dejar de advertir de puntos intermedios que hacen a la problemática de reducción de jornadas de trabajo como alternativa a los despidos; del derecho a la desconexión de los trabajos realizados remotamente;  y de los impactos sobre la solidaridad y el mayor empleo a los que conllevan acuerdos paritarios realizados a nivel nacional, local o incluso empresarial.

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El tiempo de la clásica jornada laboral está siendo afectada por dos principales fenómenos. Por un lado, las nuevas formas de empleo y trabajo autónomo y los altos niveles de informalidad se alejan de la clásica rutina de ocho o nueve horas diarias durante cinco días de la semana. Por otro lado, el teletrabajo, la digitalización acelerada y la conectividad permanente borran los límites, cada vez más difusos, entre la vida laboral y personal.

El tiempo de la clásica jornada laboral está siendo afectado

Diversos países avanzaron en intentos por regularizar esta situación. Experiencias piloto de reducción de jornadas de trabajo tuvieron lugar a nivel nacional en Francia o Corea del Sur; a nivel sectorial como ocurrió con la metalúrgica en Alemania; o incluso empresarial, como sucedió en Japón y Nueva Zelanda, con Unilever o la firma Barnes del sector financiero, entre otras. Propuestas de este tipo están siendo evaluadas por otras naciones. En Estados Unidos, por ejemplo, una iniciativa similar ingresó al Congreso impulsada por un representante demócrata de California.  

La reducción del tiempo de trabajo puede darse por tres vías alternativas cuyas consecuencias necesitan estudiarse de manera separada: la reducción de horas en la jornada de trabajo; la disminución de la semana laboral; o una menor cantidad de días de trabajo al año (vacaciones más prolongadas).

Una simulación para España realizada por dos economistas de la Universidad Complutense de Madrid estimó que la reducción de la jornada de trabajo de 40 horas a 35 tendría un efecto equivalente a la pérdida de 1,2 millones de empleos en el corto plazo (Cárdenas y Villanueva,  Cambridge Journal of Economics). Sin embargo, en un plazo más prolongado se crearían 560 mil nuevos trabajos, el desempleo caería 2,6 puntos porcentuales, el salario subiría 3,7% y el PIB crecería 1,4%. También reconocen que el impacto final dependerá de cada contexto.

Otras tendencias y hallazgos recientes en investigaciones requieren especial atención e invitan a repensar un andamiaje institucional para las relaciones laborales que sea acorde al siglo XXI:

◆  Un estudio de la Universidad de Stanford detectó que la relación entre productividad y cantidad de trabajo no es lineal: por debajo de un mínimo, la producción crece de forma proporcional a las horas trabajadas, pero cuando sobrepasa cierto umbral comienza a decaer (Pencavel, “The Productivity of Working Hours”).

◆ Por encima de las 49 horas de trabajo semanal, la producción se vuelve claramente descendente a medida que aumentan las horas (productividad marginal decreciente).

◆ Trabajar demasiadas horas reduce la productividad debido a una mayor fatiga, a una menor satisfacción, menos motivación y también por mayores tasas de ausentismo y rotación del personal.

◆ Jornadas semanales de más de 48 horas están asociadas con un aumento de la violencia doméstica.

◆ Según un estudio empírico de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los países donde se trabaja más horas suelen tener una productividad laboral más baja, medida como Producto Interno Bruto (PIB) por hora trabajada.

◆ Un estudio sobre la reducción de la jornada laboral en Corea del Sur de 44 a 40 horas semanales (en fases y dependiendo del tamaño de la empresa), determinó que hubo un impacto positivo en la creación de nuevos puestos de trabajo.

◆ Las largas jornadas laborales están relacionadas con mayor riesgo de accidentes, lesiones y enfermedades, factores que tienen no solo un impacto nocivo en la vida de los trabajadores y sus familias, sino también en el costo de las empresas.

◆ Las jornadas expandidas y la rigidez excesiva conspira contra la incorporación gradual de la cultura del trabajo, como necesita la transformación de planes sociales en empleo.

◆ Las reformas que apuntan a semanas de cuatro días laborales contribuyen a reducir la huella de carbono al bajar el consumo energético y el uso del transporte.

Anticiparse a las nuevas dinámicas en el mercado de empleo resulta fundamental

También existen razones contrarias a la realización de reformas significativas de las condiciones actuales.

En algunos casos, la reducción de la jornada laboral no parece haber tenido mayor impacto en el empleo y el bienestar de algunas pruebas piloto, como muestran evaluaciones para el sector de la salud en Suecia.

◆ El mundo del emprendedurismo y las start-up, donde la innovación requiere un gran esfuerzo inicial, puede no verse favorecido con esquemas rígidos de horarios laborales.

◆ La economía de las plataformas, donde hay mayor flexibilidad, horarios impredecibles y los bienes y servicios se ofrecen a pedido, genera una mayor incertidumbre sobre los flujos de ingreso y la organización del tiempo de trabajo.

◆ La caída en la producción por el menor tiempo de empleo puede tener consecuencias negativas en el nivel general de precios y afectar de modo negativo a las pequeñas y medianas empresas.

Los menores niveles de rentabilidad desincentivan la inversión y al fin de cuentas se traducen en menores niveles salariales.

◆ Esquemas de trabajo remoto o por cumplimiento de objetivos no precisan un límite estricto de horas de presencialidad y demandan otro tipo de modificaciones en las reglas de juego laborales.

Estas contradicciones, lejos de cerrar el debate, lo enriquecen. Nos invitan a buscar los mejores argumentos y los ejemplos más sólidos para reflexionar sin prejuicios sobre las características del trabajo del futuro.

El Consejo Económico y Social (CES) tiene entre una de sus cinco misiones fundacionales generar consensos sobre la educación y los trabajos del futuro. Este diálogo será más sencillo si contamos con métricas, indicadores y registros sobre el impacto del cambio tecnológico en la organización social, si tomamos en cuenta buenas prácticas internacionales. Con este fin estamos llevando a cabo una serie de convocatorias junto al Ministerio de Trabajo y el de Educación, el BID y el Banco Mundial, las cooperativas de trabajo, las universidades, representantes de trabajadores y el sector empresarial, a los efectos de contar con herramientas que nos permitirán estar mejor informados para el diseño de políticas públicas actualizadas. Anticiparse a las nuevas dinámicas en el mercado de empleo resulta fundamental para evitar que las brechas sociales se profundicen.

Ciencia y conciencia son los dos ingredientes principales de cualquier fórmula para el desarrollo inclusivo y sustentable.

*Presidente del Consejo Económico y Social. Secretario de Asuntos Estratégicos.