OPINIóN
Género

La machista etiqueta de "malco"

El poder que se creen tener los hombres al calificar a una mujer.

Metoo
Los hechos denunciados ocurrieron mayormente en la década del 80. | Unsplash

Recuerdo esa tarde que participé, circunstancialmente, en una ronda de amigos, no amigues, ni amigas, porque eran de sexo masculino los cuatro, más una femenina esposa de uno de ellos y la suscripta, que ya se infiere el grupo sexual que me incluye.

Comentaban el desempeño de una compañera de trabajo de la empresa a la cual pertenecían. Algunas anécdotas sobre ella dieron lugar a sonrisas, burlas. Para completar el diseño de su personalidad, ¡uno de estos masculinos aportó un epitafio que les brindó el gran momento! La carcajada y el gran poder.

–Es una malco.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

  El masculino se atribuye el poder de ser el hacedor de nuestro humor, bienestar y de nuestra suavidad

Desconozco si la esposa presente, integrante de la ronda, entendió el símbolo de esa expresión. Yo sí.

El hombre, como género, conserva todavía el derecho, a pesar de las rebeliones y gritos del me too, de definir con ese mote a una femenina cuando su carácter o temperamento es fuerte o da, desde algún rol más jerárquico, una orden con actitud seria o, tal vez, severa, y que se infiere que no depende ni quiere gustarle al subordinado masculino.

“Mal cogida” es la expresión completa del disfraz socarrón destinado a una mujer con cierta personalidad, que el hombre rechaza.

Es decir, se atribuye el masculino el poder de ser el hacedor de nuestro humor, de nuestro bienestar, nuestra suavidad y condescendencia en la vida y, sobre todo, de que son imprescindibles, todavía, para que logremos alcanzar el feminismo que ellos consideran como tal, pretenden o aprueban.

Acepto y reconozco que no son todos los hombres los que se escudan en esa apócope

El revés de la moneda es definirnos entonces como “malco”, y sería por falta de hombre, no por exceso de seguridad, de independencia, de prescindencia de las aceptaciones masculinas, en fin, de negarse a reconocer que, si somos así, es por ser mujeres plenas.

Acepto y reconozco que no son todos los hombres los que se escudan en esa apócope que adjudica cierta frustración sexual femenina a la verdadera, real y valiente superioridad, o libertad o no, de querer gustar.

*Abogada