OPINIóN
Columna de la USAL

Corrientes bajo fuego: crónica de un desastre anunciado porque “no todo es lo mismo”

Los ecólogos hace tiempo advertimos sobre la inflamabilidad en la siembra de especies vegetales resinosas y la demanda de agua en el modo de producción llevado a cabo en la provincia de Corrientes.

incendios corrientes
Los incendios que afectan desde hace semanas la provincia de Corrientes quemaron hasta el momento 785.238 hectáreas. | AFP

Tal vez llame la atención el título de esta nota, pero los ecólogos hace tiempo advertimos sobre la inflamabilidad en la siembra de especies vegetales resinosas y la demanda de agua en el modo de producción llevado a cabo en la provincia de Corrientes.

Me cuesta creer que se confunda un "monocultivo forestal de especies exóticas" con un "bosque", que es natural, y tiene al menos cinco estratos con una biodiversidad de fauna y flora conseguida durante millones de años. No es lo mismo ni se reemplaza su complejidad ecosistémica simplemente plantando árboles.

Para resolver los problemas ambientales tenemos que empezar a reconocer la diferencia y a llamar las cosas por su nombre. Estos monocultivos forestales son artificiales, y están mayormente compuestos por pinos que provienen de los Estados Unidos de América o de Canadá, y por eucaliptos nativos de Australia. Son especies arbóreas exóticas que crecen rápidamente, se emplean para un fin productivo como materia prima de aserraderos, pasteras u otras industrias y desarrollan en su ciclo de vida gran necesidad de agua virtual. Al reemplazar los ecosistemas naturales, esas especies no autóctonas dejan una huella hídrica enorme en el área donde se implantan. 

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Conversé por chat con el gran naturalista Claudio Bertonatti, de la Fundación Azara, comprometido con la educación ambiental hace décadas, como yo. Me compartió sus reflexiones, con las que coincido. Escribió sobre esto y me ofreció generosamente hacer mías sus palabras. La verdad es que las fotos y videos que muestran los incendios en Corrientes reflejan algo que parecía imposible de imaginar: la provincia de más agua de la Argentina, la de los esteros por excelencia, cubierta por llamas, humo y cenizas. Y no sólo en los humedales secos, también en las riberas de los arroyos y ríos, en los bosques, en las selvas ribereñas en galería e, incluso, en los amenazados campos sembrados y malezales.

Se sumaron dos ingredientes al cóctel inflamable: una sequía extraordinariamente prolongada por efecto de “La Niña” y fuego múltiple. Los humedales progresivamente secos quedaron imposibilitados para frenar el avance de cada foco ígneo. Los animales delos esteros quedaron rodeados y fueron expulsados por las llamas. Una parte de la fauna escapó como pudo, yacarés, carpinchos, lobitos de río, boas curiyú... La otra, con baja capacidad de huida, anfibia o exclusivamente acuática, quedó incinerada. Inclusive para animales terrestres de reacción rápida, fugarse de esa situación es casi una misión imposible, porque el suelo permanece tan caliente que quema y mata como las mismas llamas. Es imposible acercarse a menos de cincuenta metros sin que el calor duela o lastime. Decenas de miles de hectáreas de bosques nativos que estaban verdes hace meses, hoy están amarillos, secos o reducidos a polvo. En esos bosques vive una especie icónica, la del mono carayá (declarada Monumento Natural Provincial). Ahora no tiene comida, porque depende en gran medida, de hojas verdes, su principal alimento. Su futuro es incierto, pero sin duda, esta situación desesperante representa un golpe muy duro para la conservación de esa especie, que además corre el riesgo de desaparecer porque adolece de su ambiente silvestre.

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Se quemó casi un millón de hectáreas en la Provincia de Corrientes, con todas las pérdidas y sufrimiento que esto implica. Y duele aún más cuando las llamas alcanzan a los parques nacionales, los parques y reservas provinciales, y las reservas naturales privadas. Es decir, las áreas que teóricamente están protegidas.

Se encienden focos en simultáneo, en distintos lugares y con distinto origen sin capacidad para extinguirlos. Hubo incendios naturales siempre, pero en otro escenario, en el que las lluvias eran regulares y los humedales contaban con abundante agua. La bajante extrema del Río Paraná, las altas temperaturas, la poca humedad relativa ambiente, el modelo de producción, conjuntamente con el cambio climático global cambiaron las reglas de juego. Nunca se vio una sequía como ésta en la provincia de Corrientes, extremadamente larga en el tiempo y transformada en potencial amenaza latente. Sumado el fuego, el peligro se activó. Los incendios naturales ya no se dan con una frecuencia, intensidad y escala normales. El contexto es otro, anormal, y con el agregado de focos intencionales con el supuesto fin de “manejar” los campos. Cuando los ambientes prístinos se transforman por acción antrópica, se convierten en ecosistemas forzados sometidos a un importante distrés ambiental. Un principio básico de la ecología cuyo impacto no fue medido previamente en el área afectada mediante una evaluación acorde de gran proporción, a pesar de las advertencias profesionales previas. Y he aquí, las catastróficas consecuencias.

 

* Irene Wais. Bióloga (UBA). Ecóloga (Oregon State University, USA) y Posgrado internacional en Evaluación de Impactos Ambientales (UNAM, México). Profesora de Biología y Ecología de la Carrera de Licenciatura en Ciencias Ambientales, Universidad del Salvador.