OPINIóN
Situación crítica

La artesanía de la paz

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Consejo Económico y Social. Yasky, Bibini, Bordón, Beliz, Lingieri, Acevedo y Carballo. | cedoc

“Hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo.”

Papa Francisco, 25 marzo de 2020

¿Cómo impactará la invasión a Ucrania a la Argentina? ¿Cuáles deben ser los mejores caminos a transitar por nuestro país como política de Estado? Estas dos preguntas básicas fueron las que inspiraron el capítulo internacional del Consejo Económico y Social, que celebró el pasado jueves un diálogo de alto nivel entre trabajadores, empresarios, universidades, científicos, gobiernos provinciales, sociedad civil y un conjunto muy destacado figuras mundiales. Entre ellos, tres consejeros externos del CES, Ricardo Lagos, ex Presidente de Chile; José Antonio Ocampo, ex Secretario Ejecutivo de la Cepal; y Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de esa institución.

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La dimensión geopolítica y geoeconómica del conflicto armado fue abordada también  por Rafael Grossi, director general de la Agencia de Energía Atómica de la ONU; Eugenio Díaz Bonilla, del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias; José Barbero, ex decano del Instituto de Transporte de la Unsam y Federico Merke, de la Universidad de San Andrés. Se sumaron para ofrecer una perspectiva desde la diplomacia multilateral referentes como Michael Shifter, Presidente del Diálogo Interamericano; José Antonio Sanahuja, Asesor Especial para América Latina y el Caribe de la Unión Europea; Federico Villegas, Presidente del Consejo de Derechos humanos de Naciones Unidas; y José Octavio Bordón, Presidente del CARI; entre otros.

Los expertos describieron una serie de fenómenos económicos superpuestos que acompañan la catástrofe humanitaria que desató la guerra, en una situación social ya crítica heredada de la crisis sanitaria.

- En primer lugar, un reinicio violento con daño autoinfligido que pone en pausa el nuevo contrato social.  El mejor comienzo con que nos ilusionamos cuando acabe la pandemia nació como su antítesis. El daño generado por un virus irracional dio lugar a una tragedia provocada por un conflicto premeditado, y a la escasez de energías fósiles que tuvo un correlato en un incremento de la demanda. El Nuevo Pacto Social verde quedó solapado por sanciones económicas y por los temores que ocasiona un potencial desabastecimiento. La doble crisis ambiental y financiera entró en una fase de divergencia que podría conducir a mayores demoras para el cumplimiento del Acuerdo de París y los consecuentes riesgos de inestabilidad macro (The global climate accelerator and the financial accelerator, VoxEu/CEPR).   

- Sin ganadores en un mundo hiperconectado, las consecuencias económicas de una globalización digital, sin fronteras, dejan en evidencia que en una guerra todos pierden. Muchos países, intervengan o no de forma directa, sufren las consecuencias de distorsiones en cadenas de suministro globales y descentralizadas.  Rusia y Ucrania son proveedores para la industria automotriz global de paladio y platino, utilizados en convertidores catalíticos, así como de aluminio y cromo (La invasión rusa a Ucrania agrava la crisis mundial en la cadena de suministro, New York Times).

- Inflación global multicausal. La inflación aparece como un fenómeno global, vinculado no solo a la expansión monetaria para apaciguar la crisis inédita del covid, sino al impacto en el precio internacional del trigo, el maíz, los fertilizantes, el petróleo, el gas, el hierro, el acero, y muchos otros insumos básicos y materias primas que alcanzan máximos en años. El IFPRI estimó que

si la guerra persiste habrá efectos de largo plazo en la nutrición debido al aumento en el precio de los alimentos (How will Russia’s invasion of Ukraine affect global food security?, 2020). A esto se suma un impacto sectorial en el transporte, tanto vinculado al comercio marítimo como al transporte doméstico. Las políticas antinflacionarias, en caso de que se consolide una tendencia al alza de la tasa de interés global, tendrán impacto en la actividad económica. El Banco Central Europeo estimó que el conflicto en Ucrania ya redujo el pronóstico de crecimiento de la eurozona en 1% del PIB y elevó las expectativas de inflación a más de 5%. Tenemos por delante la misión de enfrentar estas tres tragedias alineando esfuerzos multisectoriales y multipartidarios para materializar tres esperanzas.  

Una soberanía energética. Con energías limpias de naturaleza democrática. Las fuerzas eólicas, hídricas y solares tienen una distribución más pareja en casi todo el planeta, a diferencia del petróleo, que está concentrado en mercados de características oligopólicas. Es fundamental continuar trabajando en la modernización de programas nucleares pacíficos, y en la diversificación de la matriz a partir de bioenergía. Seguridad alimentaria y energética son dos caras de una misma necesidad (A 10-Point Plan to Reduce the European Union’s Reliance on Russian Natural Gas, International Energy Agency). La energía renovable es la energía de la libertad. El conflicto bélico en Europa Oriental puso de manifiesto la importancia de acelerar la transición energética hacia economías des carbonizadas.

- Una arquitectura financiera solidaria para la reconstrucción. Con la canalización de los Derechos Especiales de Giro (DEG) emitidos por el FMI, desde los países más ricos hacia los países de ingresos medios y bajos, en especial a través de la banca multilateral de desarrollo. Se trata de un factor decisivo para financiar una transición energética que precisa acelerarse en lugar de ralentizarse por la guerra (Ukraine war makes EU climate targets less achievable, Oxford Analytica). La cuestión debería ser prioritaria entre los países de América Latina, más allá de toda diferencia ideológica de sus autoridades.

- Con esfuerzos regionales para dar un salto de productividad. No alcanzan las recetas fiscales y monetarias del siglo XX, hace falta una política de encuentro, de coordinación entre sectores sociales, una política de ingresos, rediseños de estructuras de mercado, del comercio exterior, de innovación para la productividad. También resulta clave generar anclas para las expectativas inflacionarias (Economic and Social Impacts and Policy Implications of the War in

Ukraine, OCDE). El fortalecimiento de nuevas cadenas de valor regionales es fundamental para acortar las líneas de abastecimiento global. Lo mismo es válido para la construcción de una infraestructura energética regional, para mutiplicar sinergias en materia de producción y exportación de alimentos con países vecinos, al tiempo que consolidamos los mercados internos.

Cuando suenan los cañones de la guerra, más que nunca resulta crucial un constructivo diálogo de paz entre todas las coaliciones políticas de la Argentina. Si la violencia sólo engendra violencia, la artesanía de la paz requiere un tejido paciente y creativo que nos recuerde, una vez más, que nadie se salva solo.

*Secretario de Asuntos Estratégicos. Presidente del Consejo Económico y Social.