Hace unas semanas, en una escuela de Río Negro, una maestra les hablaba a sus alumnas y alumnos de cuarto grado sobre el cuidado del cuerpo y la intimidad. Es decir, estaba dictando contenidos de Educación Sexual Integral (ESI). Al terminar la clase, les pidió a lxs alumnxs que escribieran en un papel y en forma anónima su parecer sus dudas frente a lo hablado. Los chicos y las chicas, así lo hicieron. La maestra leyó entonces, que una de sus alumnas contaba que un maestro del grado la había tocado varias veces. Luego, otras ocho alumnas repitieron los mismos abusos. Las familias de las niñas junto a la escuela hicieron una denuncia penal.
Este es un claro caso donde observamos la importancia de generar un espacio confiable para que las niñas, niños y adolescentes puedan dar cuenta de sus dudas, sus temores, de posibles abusos, de violencias o simplemente para acompañar su crecimiento y sus cambios corporales.
Este espacio lo brinda sin duda alguna, la Educación Sexual Integral, porque lejos de los mitos, de lo fantasmático, de los argumentos con lo que se quiere desestimar este recurso, la ESI es un derecho de los chicos.
Lejos de los mitos, de lo fantasmático, de los argumentos con lo que se quiere desestimar este recurso, la ESI es un derecho de los chicos.
Esta semana que pasó, estuvimos conmovidos por varias situaciones de violencias, pero la lista es larga y dolorosa. Y ahí es justamente donde tenemos que poner el foco como Estado y como sociedad: las niñas, niños y adolescentes son víctimas de constantes tipos de abusos.
En todos los organismos que nos dedicamos a la protección integral de derechos, observamos que los porcentajes sobre las violencias se sostienen a través del tiempo e indican que: en un 65% son intrafamiliares, un 18 % son por personas cercanas a su círculo, donde desarrollan su vida y el resto corresponde a situaciones aleatorias. Entonces es muy importante que ellxs accedan a toda información que les permita conocer los límites de su cuerpo, evitar, prevenir y denunciar situaciones de violencias, así también como conocer las líneas de ayuda y los organismos que se ocupan de proteger integralmente sus derechos.
Seguramente no habrá nunca una ley de educación sexual que satisfaga desde lo ideológico a todos los progenitores, ni a todas las religiones, y a personas en particular. Pero no hay duda que la ausencia de una ley deja más desprotegida a la infancia. Que hoy, a la luz de la realidad que estamos atravesando, están en situación de vulnerabilidad y en permanente riesgo de ser víctimas.
(*) Asesora General Tutelar del Ministerio Público Tutelar de la CABA.