OPINIóN
opinion

La madre de todas las batallas

Sabemos que el hirchnerismo no es peronismo, y que viene con un proyecto transformador, incluso revolucionario. Pero para hacerse del poder el Kirchnerismo juguetea con la idea de quebrar la alianza histórica del peronismo con los intereses creados.

20210221_alberto_fernandez_hugo_moyano_cedoc_g
¿Batalla en ciernes?. El kirchnerismo insinuó que irá por las cajas sindicales. | cedoc

Durante la Guerra de los Treinta Años Fernando II lideró una lucha sin cuartel contra la reforma protestante. Pero siendo incierto el resultado por las armas se le ocurrió una idea al mismo tiempo efectiva y provechosa: un impuesto a la riqueza… sobre los protestantes, claro está. A los pocos años el éxodo de éstos (incluido el del famoso astrónomo Johannes Kepler) le había despejado el camino para consagrarse Emperador. No es casual la referencia ya que la versión vernácula coincide en instrumento e intención.

Toda sociedad se maneja por un entramado de instituciones que interactúan con intereses fácticos que presionan para torcer el rumbo de las políticas en su favor. Siempre me pareció que en Argentina el Peronismo ha sido un vehículo efectivo de gestión para muchos de esos intereses: sindicales, industriales, de aquellos que viven del Estado, de la comunidades cultural o científica, etc. En una sociedad golpeada y temerosa de cualquier cambio, esta raíz profundamente conservadora y protectora del status quo ha logrado que el Peronismo se haga piel como fuerza política en el país.

Esa fortaleza se apoya en la relación simbiótica del Peronismo con el sindicalismo, sumado al poder logrado por el sindicalismo en el país. Un poder que se consolidó en el año 1970 cuando Onganía, quizás albergando el imposible sueño de la popularidad, le otorgó el manejo del sistema de salud, dotándolos de una fuente de recursos inusual en cualquier comparativa internacional. Algún osado podrá encontrar en esta decisión de Onganía la piedra angular de la decadencia argentina: el empoderamiento de los sindicatos fue la debilidad de los gobiernos, debilidad que llevó, a la postre, a generar importantes déficits que derivaron en la inestabilidad macroeconómica que nos acompaña desde entonces. Quizás sea solo una casualidad, pero el estancamiento argentino comienza por aquellos años.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Pero sabemos que el Kirchnerismo no es peronismo, y que viene con un proyecto transformador, incluso revolucionario. Pero para hacerse del poder el Kirchnerismo juguetea con la idea de quebrar la alianza histórica del Peronismo con los intereses creados (¿qué otra cosa es una revolución?), haciéndose de los recursos de las corporaciones industrial y sindical; o al menos sacarlos de la cancha. El impuesto a la riqueza es un primer avance sobre el primero de esos grupos. Y tengámoslo claro, no tenía una finalidad recaudatoria, sino exiliatoria. La segunda movida es la lucha por las cajas sindicales, insinuada por la vicepresidenta a fines del año pasado y que es sobre lo que quiero hablar en lo que resta de este texto. El resultado de esa batalla entre el Kirchnerismo revolucionario y el peronismo conservador, una batalla que se libró con armas en los 70, devenida hoy en una lucha por dinero, signará el futuro de la Argentina, para bien o para mal.

Para analizar este conflicto en ciernes hay un antecedente que vale la pena mirar: Israel. Su sistema de salud estaba también en manos de sindicatos fuertemente asociados al Partido Laborista que monopolizó la vida política de Israel hasta mediados de los años 70. En 1954 el Primer ministro Ben Gurión habló por primera vez de un sistema nacional de salud, pero la iniciativa fue rápidamente abortada, así como lo fueron los intentos de reforma de 1957, 1958, 1967 y 1973. En 1990 una investigación del gobierno (la Netanyahu Commission Report) encontró que un 30% de los recursos del sistema iban a financiar actividades sindicales no asociadas al sistema de salud. La batalla por el control de estos recursos se enmarcaba en una disputa entre el partido de centroderecha Likud y el Laborista. La inestabilidad macroeconómica y el propio desgaste del partido Laborista permitieron la nacionalización del sistema en 1995. Como siempre las personas importan: el ministro de salud Haim Ramon, un laborista con credenciales sindicales se había convertido en un defensor del proyecto y ayudó a impulsarlo. Lo cierto es que la reforma no fue una reforma únicamente del sistema de salud sino de la configuración del poder en Israel. Quizás, y repito, sea solo una coincidencia, pero a partir de los 90 Israel logró consolidar una estabilidad macroeconómica que le había sido vedada por décadas.

Concluimos entonces que la batalla de las obras sociales es, en definitiva, una batalla por el mapa del poder en Argentina. La primera incógnita es si la reforma efectivamente puede llevarse a cabo, es decir si el Kirchnerismo se animará. Si la puja no ocurriera, seguirá todo como estaba y el conservadurismo se habría impuesto al intento revolucionario.

¿Que ocurriría si el Kirchnerismo sí se anima y es exitoso? Básicamente cooptaría más recursos y más instrumentos de poder, pero sobre todo debilitará a quienes podrían entorpecer su proyecto hegemónico (y, yo agregaría, autoritario). Ganar esa batalla es esencial, si es que el Kirchnerismo quiere avanzar, aun cuando el lugar hacia donde avanzaríamos es algo que no quiero ni siquiera imaginar.

Paradójicamente existe un tercer escenario, uno en el que el Kirchnerismo es exitoso, pero luego pierde en las urnas. En ese caso, el nuevo gobierno se encontraría con un mapa político inédito para un gobierno no peronista. De hecho, enfrentaría la posibilidad de gobernar sin tener que convivir con esa relación estrecha de los sindicatos con lo que sería su oposición, relación que siempre se las había ingeniado para llevarlos tarde o temprano al borde del abismo. Y no debería convivir por la simple razón que el Kirchnerismo ya habría drenado al sindicalismo de los recursos que le permiten sostener su poder.

Es decir que la jugada del Kirchnerismo, si es que ocurre, y si es que el Kirchnerismo sale triunfal, abre el abanico de posibilidades, llevando la incertidumbre en nuestro país a otro nivel. Por un lado, marcaría un peldaño más para una revolución que nos puede transformar en Venezuela en pocos años. Al mismo tiempo abre la posibilidad para que un gobierno de oposición pueda ser exitoso. En nuestro país siempre es difícil saber qué querer.

*Profesor en la Universidad de San Andrés, Harvard, y HEC, Paris.