Al presentar los catastróficos riesgos inherentes al cambio climático, Lord Giddens sociólogo y exdirector del London School of Economics, esgrimía un sólido argumento respecto a la generalizada inacción mundial para evitar o morigerar sus efectos: “Como los peligros que representa el calentamiento global no son tangibles, inmediatos ni visibles en el curso de la vida cotidiana, por muy formidables que puedan parecer, muchos se cruzarán de brazos y no harán nada al respecto. Al esperar que estos efectos sean visibles y agudos antes de encarar acciones, estamos garantizando que cualquier reacción será por definición demasiado tardía. ”
Este argumento resulta aun más claro en su comparación con los comportamientos del fumador. Muchos fumadores son conscientes de que su hábito es muy peligroso, sin embargo no logran reconocer fehacientemente, que una mayoría de daño al organismo se va produciendo antes de que se comiencen a experimentar o detectar los efectos más negativos sobre la salud, razón por la que no dejan de fumar hasta que resulta demasiado tarde.
Estos planteos no son totalmente originales; las enseñanzas de Economía del Comportamiento (Behavioral Economics) nos han presentado múltiples evidencias respecto a sesgos y disonancias cognitivas tales como las nociones de “super-autoestimación“ (self enhancing bias ), la tendencia a sobre-confiar en nuestras fortalezas y capacidades, ante el convencimiento de estar exceptuados de los riesgos que afectan a todos los individuos; y desde luego la “negación de probabilidad“ (neglect of probability), por la cual tendemos a sobrevalorar las probabilidades de que suceda algo poco probable ( accidente aéreo) y subvaluar circunstancias con alta probabilidad de ocurrencia tales como los accidentes de tráfico.
Estas cuestiones resultan evidentes a la hora de analizar retrospectivamente lo ocurrido en la Argentina y aun más, al observar lo que está sucediendo en estos días con al “segunda ola del SARS-CoV-2” en toda Europa. Es increíble como todo lo ocurrido durante el primer período de la pandemia, no ha logrado en muchos países dejar los aprendizajes más necesarios, tanto en las diversas autoridades políticas y de salud pública, como sobre lo que resulta más importante: el comportamiento de la población.
Es increíble como lo ocurrido en la pandemia, no ha logrado dejar los aprendizajes más necesarios, en las diversas autoridades políticas y de salud pública
Terminada la “primera ola” en muchos países del hemisferio norte la gente salió de viaje, asistió a fiestas, se agolpó en playas y eventos, los barbijos desaparecieron o se transformaron realmente en los pésimos “tapabocas” de nariz libre o en atuendo decorativo atado a las muñecas (cuando era exigido por las autoridades). Los argumentos detrás de estos comportamientos, fueron tales como que el calor destruyó definitivamente el virus, la epidemia ya pasó, el virus ya mutó y no contagia y un conjunto de sandeces adicionales que la “segunda ola de SARS-CoV-2” se ha encargado de refutar con mortífera precisión.
Merced a mucha difusión propagandística pero escasa información científica, se ha logrado “persuadir” internacionalmente que con la disposición de las vacunas el SARS-CoV-2 desaparecerá inmediatamente. Por el modo en que la información es presentada y las leyes que los laboratorios productores les han impuesto a todos los países, se ve manifestado en plenitud el denominado “sesgo de innovación” (pro-innovation bias) como creencia de que una innovación debe ser adoptada por toda la sociedad sin espacio a dudas o revisiones, en una tendencia que sobrevalua su potenciales beneficios y subvalúa simultáneamente sus potenciales riesgos.
Es evidente que ante la inexistencia de terapias efectivas, será absolutamente necesario contar y aplicar vacunas. Sin embargo debemos recordar que los estadísticamente limitados ensayos Fase III con uso extensivo de placebos (comparaciones contra nada), representan de por sí información científica muy escasa. Son más las preguntas que las respuestas de las que podemos disponer, generan anticuerpos pero: ¿Cuánto tiempo durará la potencial efectividad de estos anticuerpos? ¿Alcanzará su diseño como antígeno para cubrir las muy probables mutaciones víricas?
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Desde el punto de vista estrictamente biológico, la distribución estadística poblacional jamás puede considerarse como normal y consecuentemente ninguna muestra experimental resulta representativa de la población. Dada la incalculable multiplicidad de fenotipos (genotipos+ambiente) esta distribución solo puede ser imaginada en términos de una distribución Beta no normal de millones de individuos diferentes.
Frente a ello, la muy usada aleatoriedad bayesiana no alcanzará jamás a cubrir las potenciales reacciones biológicas nocivas en individuos tan distintos. Es evidente que la muy limitada Fase III dará lugar a una aprobación de “vía rápida” (fast track), debiendo encararse entonces una Fase IV extendida y muy supervisada (dejando clausurada definitivamente en esta etapa toda idea de uso adicional de placebos, doble ciego, desconocimiento o sub-registro de la vacuna especifica y lote aplicado); se deberán implantar muy estrictos controles clínicos de seguimiento, ya que como ha ocurrido con muchísimos fármacos, durante la Fase IV es cuando se llegan efectivamente a detectar sus efectos o consecuencias mas nocivas.
Frente a tantas incertezas y especialmente antes y después de la vacunas, debemos entonces esforzarnos más en asimilar con carácter definitivo hábitos de prevención y comportamientos distintos, ya que el nuevo mundo que nos rodea debe dar lugar a una reconstrucción de nuestro “desactualizado” mapa cognitivo y conductual.