OPINIóN
A 250 años de su nacimiento y 200 de su muerte

Belgrano, nuestro ejemplo a seguir

Abnegado patriota y un luchador nato, fue más estadista que militar y, junto con San Martín, el forjador de la independencia.

Manuel Belgrano
Manuel Belgrano | Ministerio de Cultura de la Nación

Conmemoramos este año el 250° aniversario del nacimiento y el 200° de la muerte de uno de los dos Padres de la Patria: don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. Fue un enciclopedista, es decir, se interesó por una multiplicidad de actividades y tareas, a saber: economista, político, jurista, periodista, diplomático, pensador social y, según él, militar improvisado. Era fiel poseedor de los valores que otorgan a la generación de Mayo el magisterio orientador de nuestra nacionalidad. En su relativamente corta vida, 50 años, un extenso período cuajado de sucesos lo tuvo como protagonista: las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo, las nociones de políticas liberales, el nacimiento del periodismo argentino, los problemas económicos y sociales y la concepción de una enseñanza gratuita (para los pobres) y obligatoria. En este último sentido sintetiza su pasión por la educación: “Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten a los vicios, y que el gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos”.

El 21 de abril de 1810, en un artículo del diario “El Correo de Comercio” —por él fundado— sentenció: “…obligar a los padres a que se desprendan de sus hijos para la enseñanza, y no permitirles que tengan lugar a reclamarlos hasta que no hayan dado sus exámenes competentes”. Fundó las Escuelas de Comercio, de Agricultura y de Oficios, y las Academias de Dibujo, de Matemática del Consulado, de Matemática para cadetes de la Guarnición de Buenos Aires y de Tucumán, y de Náutica, cuna de la actual Escuela de Náutica que lleva su nombre.

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El propio Belgrano, en su autobiografía, deja constancia de la notoria influencia del liberalismo francés y de la experiencia histórica de la Revolución Francesa en sus ideas: “Cómo en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas(…) se apoderaran de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en suestablecimiento, directa o indirectamente”. Aprecio que recibió no solo la influencia de la ilustración francesa sino también de la italiana, y de los seguidores españoles de esa escuela, como Jovellanos y Floridablanca; ello se refleja en su preocupación por la agricultura, en el régimen de propiedad de la tierra, en las manufacturas y, como vimos, en la educación. Era un hombre poseedor de una cultura excepcional para la época, y hablaba francés, inglés e italiano. Coincido con Felipe Pigna en que “la historia oficial lo ha condenado a ser solamente el creador de la bandera, dejando de lado aspectos fundamentales de su vida”.

Aceptó ser soldado, no para vanagloriarse como algunos de sus contemporáneos, sino para que nadie pensara “que repugnara los riesgos”, como el propio Belgrano expresó. No esperóla aprobación del Triunvirato para crear nuestra enseña patria. En lo que se refiereal suceso histórico conocido como el Éxodo Jujeño, aplicó la vieja estrategia de tierra arrasada, con la que privó a los realistas de fuentes de abastecimientos, similar a la que contemporáneamente había utilizado el Zar Alejandro I en Rusia para derrotar a Napoleón, produciendo una inflexión en las guerras napoleónicas. Nuestro prócer optó por una desobediencia debida al no acatar órdenes del gobierno de Buenos Aires—el Directorio—impartidas a más de mil kilómetros de las acciones bélicas, al negarse a retirar sus tropas hasta Córdoba; permaneció en Tucumán y derrotó a los españoles el 24 de septiembre de 1812, en la primera gran batalla de la guerra de la Independencia librada en nuestro territorio. Pacho O´Donnell se refiere de manera contundente a esa desobediencia: “Si hubiese obedecido, hoy probablemente la frontera norte de nuestro país estaría en Córdoba”.

Que nuestra bandera sea la educación

El segundo gran triunfo del general Belgrano fue logrado el 20 de febrero de 1813, en la batalla de Salta, donde con un efectivo de 3.800 hombres y la colaboración de algunas mujeres -enfermo y con vómitos de sangre-, montó con gran sacrificio su caballo, condujo las acciones y venció nuevamente a las tropas realistas. En esa batalla, que consolidó la Revolución de Mayo, por primera vez se desplegó en combate la bandera argentina. Belgrano evidenció la resiliencia de un gran hombre ante las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma -en octubre y noviembre de 1813- en el Alto Perú. A pesar de que él manifestaba “que era un militar improvisado, que nada sabía de milicia”, en 1815 dijo San Martín en carta a Tomás Godoy Cruz: “… es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en América del Sur”.

Belgrano, abnegado patriota y un luchador nato, fue más estadista que militar y, junto con San Martín, el forjador de la independencia. Mientras que el Libertador fue tratado de corrupto, traidor y cobarde, él tampoco estuvo exento de calumnias, difamaciones y procesos. Entró a la Revolución de Mayo rico y terminó en la miseria. Nos legó también en todo su accionar la conjunción necesaria de ética y patriotismo, según sus propias palabras: “…sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego al interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional, que les haga preferir el bien público al privado…”.

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En su lecho de muerte pagó a su médico y amigo, Joseph James T. Redhead, con su reloj personal. En sus últimos días expresó: “Sé que estoy en peligro de muerte. Aquí hay una capilla donde se entierran a los soldados, también puede enterrarse al general”. Murió el 20 de junio de 1820 en la más extrema pobreza, olvidado e ignorado por sus conciudadanos. Sin embargo, el privilegio de guardar sus restos sería para el Convento de Santo Domingo en la ciudad de Buenos Aires. Sólo un periódico, entre la decena que había en Buenos Aires, informó su deceso. Fue  El Despertador Teofilantrópico Místico-Político, dirigido por el R.P. fray Francisco de Paula Castañeda, que se refirió al hecho con estas palabras: “Es un deshonor a nuestro suelo, es una ingratitud que clama el cielo, el triste funeral, pobre y sombrío, que se hizo en una iglesia junto al río, al ciudadano ilustre General Manuel Belgrano”.

 

 

 

*Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.