La década del 2020 es la primera en la historia en la que podrán coincidir hasta 5 generaciones extremadamente diferentes en el seno del Estado: Los “baby boomers”, la generación “X”, la generación “Y” (millennials), y la generación “Z” (centennials). Ello implica no sólo diversidad de visiones, sino también distintas necesidades, expectativas, y modelos de formación. El desafío es que puedan integrarse y aprovechar las diferencias para el enriquecimiento de las organizaciones públicas.
Uno de los principales desafíos invisibles del Estado argentino es lo que se denomina “relevo generacional”, que implica básicamente la administración y regulación entre el personal que ingresa a una organización y los que se jubilan. Este proceso dinámico y complejo, plantea una paradoja que señalaron de manera metafórica Miquel Gorriti Botingui y Rafael Jiménez Asensio cuando plantean la disyuntiva “¿Marchitar o florecer? La función pública ante el reto de su descapitalización por el envejecimiento de las plantillas” en un trabajo de 2016 que alertaba de esta problemática en España.
Por supuesto, este es un tema de primerísimo orden en la discusión política y académica de los países desarrollados, y absolutamente vacante en nuestro país. Además, se vincula de manera directa con la modernización del Estado, la planificación del empleo público, y la gestión del conocimiento.
Es necesario repensar a las organizaciones y al empleo en el marco de una cadena de valor público, generando planificación y estudios prospectivos sobre la base de la evidencia
Según el ITEP (Informe Trimestral de Empleo Público) publicado por el INAP (Instituto Nacional de Administración Pública), en enero 2021 el 23,1% de los empleados de la administración nacional y los entes públicos tenía más de 55 años. Eso significa que en menos de una década se habrán ido de la esfera estatal. Por otro lado, si uno trabaja en el mediano plazo, con los agentes de edad intermedia (40 a 54 años) nos encontramos que estos representan el 44,3% del total. De esta manera, podríamos inferir que en menos de 20 años las 2/3 partes del empleo público civil argentino se habrán esfumado, y con su partida, se irá gran parte del conocimiento organizacional acumulado durante toda su vida laboral.
Para que esto no suceda, es necesario repensar a las organizaciones y al empleo en el marco de una cadena de valor público, generando planificación y estudios prospectivos sobre la base de la evidencia. Para ello, hay que entender que estamos llegando tarde para pensar el recambio, trabajando sobre la marcha para cubrir vacantes, y al mismo tiempo, rediseñando las funciones y los puestos que puedan ser acordes a los nuevos requerimientos y necesidades de un Estado que requiere competencias digitales y habilidades del S. XXI.
Además hay que pensar al empleo público de manera integral, partiendo de la forma de ingreso, las competencias requeridas, la capacitación, el modelo de carrera, la movilidad y la remuneración
De esta manera, se hace necesario pensar estrategias para el relevo generacional en la administración, esto implica un desafío urgente para cualquier organización estatal que quiera evitar la pérdida del conocimiento experto, como así también una ventana de oportunidad para profesionalizar el empleo público y transformar al Estado para que sea “inteligente”.
Sin embargo, el paso del tiempo y las “altas por bajas”, no debieran ser el principal vector de cambio. Además hay que pensar al empleo público de manera integral, partiendo de la forma de ingreso, las competencias requeridas, la capacitación, el modelo de carrera, la movilidad y la remuneración. Teniendo siempre en cuenta la dinámica de ingresos y egresos, en donde el conocimiento vaya siendo “heredado” dentro de la propia organización estatal, y haya un equilibrio que pueda interpretar la diversidad generacional existente.
En conclusión, el Estado argentino debería dejar de vivir en ese estado de excesiva exacerbación del presente (carpe diem) y pensarse a sí mismo como el Jano bifronte de la mitología romana, que es el dios de las puertas, de los comienzos y los finales. Sólo así podrá poner en perspectiva la secuencia, y entender que el Estado no es el problema de un solo gobierno, y que si los políticos no hacen las reformas necesarias, el tiempo las hará por ellos.
*Especialista en administración y políticas públicas (UBA – Georgetown).