OPINIóN
PSICOLOGÍA ante el virus

Negar, padecer o alquimizar la crisis

La crisis mundial de la pandemia trae serios problemas en salud mental, pero también la posibilidad de tomar conciencia y valorar la dimensión existencial de la vida.

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Todos. El miedo y el malestar emocional golpean hoy la vida de miles de millones de personas sincrónicamente. | shutterstock

“Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él” (Jean Paul Sartre).

Junto a la tos, la fiebre y el dolor en todo el cuerpo, surge un fuerte sufrimiento emocional en Pauline tras enfermar de coronavirus al comienzo de la pandemia. Tiene miedo a morir sola, y esto dispara varios síntomas de ansiedad y angustia que por momentos la hunden en la desesperación. Transita sus 30 y vive sola en un país ajeno, con pocos vínculos sociales. Esto la preocupaba desde antes de enfermar, junto a su insatisfacción laboral como docente y su frustración por no haber avanzado en su carrera de cantante. El virus tiene su curso, Pauline sobrevive, pero la situación límite le plantea interrogantes existenciales. Por ejemplo, cómo ha estado viviendo hasta entonces y cómo querría vivir.

El miedo y el malestar emocional encarnados en la vivencia crítica de Pauline representan de alguna forma lo que hoy ocurre en la humanidad y en la vida de miles de millones de personas sincrónicamente. Es algo que excede por completo al covid-19 en sí mismo, que implica a los contagiados y no contagiados, porque la crisis la vivimos todos. 

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Pandemia psicoemocional. El corte con la forma de vida, tanto colectiva como individual, es inevitable. Y esto produce sufrimiento. Por este motivo es que podemos decir que junto a la pandemia viral pareciera estar en marcha una pandemia psicoemocional, reflejada en el aumento de indicadores de ansiedad, depresión y estrés. Varias investigaciones lo han registrado, así como los consultorios de psicoterapia, que no dan abasto. 

A mediados de 2020, la Universidad Nacional de Córdoba publicó un estudio que puso de manifiesto que durante la cuarentena registró un incremento de síntomas depresivos entre jóvenes y entre quienes perdieron el trabajo o han tenido una merma en sus ingresos; también un aumento de síntomas de ansiedad entre adultos de mediana edad. Por su parte, la Asociación Médica de Estados Unidos difundió una investigación que evidencia un incremento de síntomas depresivos entre la población, tres veces mayor a la situación prepandémica. En Alemania un estudio de la Universidad Duisburg-Essen reflejó que casi la mitad de la población estaría afectada por síntomas de ansiedad y más del 60%, por distrés. Por su lado, a fines de 2020, la OMS convocó a los distintos países de la comunidad internacional a reforzar sus políticas y sistemas de salud mental, porque “el duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo están generando o agravando trastornos de salud mental”. 

Más allá de las particularidades de cada caso, ¿cuál es el núcleo profundo que subyace a ese malestar emocional? Un estudio de la Asociación Latinoamericana de Psicoterapia Existencial acerca de los sentimientos que ha generado la pandemia reveló que el de mayor prevalencia sería el de incertidumbre, presente en el 65% de la población, casi doblando el 36% de ansiedad. Es que la certidumbre de la cotidianidad se ha terminado, suspendida hasta quién sabe cuándo. A cada uno lo ha afectado de distinta manera: incertidumbre laboral y económica para quien ha perdido el empleo; vincular-afectiva para quien ha estado aislado o para quien ha tenido problemas familiares en el encierro; médica para quien se ha contagiado; y tantos otros ejemplos, cuya generalidad podría ser el corte de proyectos y expectativas personales.  

La mayoría de las personas han tenido que elaborar algún tipo de pérdida, con su correspondiente sufrimiento emocional, pasible de volverse patología. Ante la crisis surge también el desafío y la posibilidad de replantearse la forma de vida. 

Oportunidad existencial de la crisis. Las características de este crítico contexto histórico llaman a retomar una perspectiva psicológica poco difundida en la Argentina, que integra psicología y filosofía existencial. Uno de sus referentes pioneros, el psiquiatra y filósofo Karl Jaspers, acuñó el término de situaciones límite para describir las que rompen el equilibrio de situaciones ordinarias: “Situaciones insuperables, inmutables, en las que se despierta a la existencia y hay un naufragio de la realidad inmediata”. La vivencia de estas situaciones implica sufrimiento y conciencia de la propia finitud y, especialmente, carencia de fundamento de la experiencia. Es decir, comprender que no hay certezas predeterminadas, y que estas son ilusiones de la cotidianidad, donde uno olvida que todo termina y cambia. Tomar conciencia de esto profundiza la propia libertad, al resaltar lo significativo que es elegir y hacer lo que uno realmente valora. La situación límite de la pandemia nos estaría enseñando que no hay tiempo para perder, y que no hay nada escrito en piedra.

Pauline no solo sufrió malestar emocional durante su convalecencia, también se hizo varias preguntas. Sobre las cosas y las personas que realmente valora en su vida, sobre cómo quisiera vivir, sobre dónde estuvo puesto su compromiso vital hasta el momento y dónde querría enfocarlo de acá en más. Al atravesar la enfermedad, extrañó y revalorizó su trabajo y sus vínculos con sus alumnos, con quienes retomó clases virtualmente. Asimismo, aun durante la cuarentena comenzó a salir de su padecido aislamiento social prepandémico y, con mucho esfuerzo personal, se revinculó con viejos amigos en redes sociales; luego, cuando se pudo, los reencontró presencialmente. También construyó nuevas amistades, a través de una militancia política humanista que la llevó a manifestaciones contra el racismo. Cuando llegó la segunda ola de covid-19 al país europeo donde vive, en un primer momento volvió a sentir mucha angustia. Sin embargo, consiguió mudarse con amigas antes de que volviera la cuarentena.

Actualmente, Pauline planea la grabación de un álbum con otros músicos para publicar online, y para presentar en un pequeño concierto en el teatro de un amigo, cuando lo permitan las circunstancias. Es decir, la situación límite la enfrentó con el protagonismo que ella tiene en su existencia. La ayudó así a afrontar dificultades en su vida social, arraigadas en una infancia con vínculos inseguros. También a valorar lo que ya tenía y a comprometerse con su proyecto vital de música, más allá de las relativas definiciones de éxito-fracaso. La situación límite convocó a Pauline a ejercer su libertad en circunstancia. 

Megacrisis. Desde su particular vivencia, la enfermedad de Pauline representa hoy varias experiencias individuales y colectivas. Como contexto crítico actual que sacude una forma previa de vida insatisfactoria, mantenida por la inercia cotidiana y la exigencia de “rendir” productivamente, sin tomar conciencia de hacia dónde estamos yendo; y que plantea interrogantes sobre la propia existencia. A escala humanidad, el pensador Edgar Morin habla de una megacrisis (sanitaria, económica, política, ambiental, cultural), que nos enseña que estamos todos inevitablemente vinculados, para bien o para mal; y que el pensamiento fragmentario y el individualismo contemporáneos son inviables.

Con mucho esfuerzo –y acompañamiento psicológico–, el proceso de Pauline al día de hoy ha sido el de transformar la crisis en crecimiento personal, en una forma de ser más coherente consigo misma. Sin embargo, actualmente hay innumerables ejemplos de bloqueos en la negación o en el sufrimiento pasivo. Por ejemplo, la negación de las tantas personas que en Argentina han pasado de una cuarentena estricta a la irresponsabilidad social total, sin barbijo ni distancia y con reuniones masivas; el vertiginoso incremento de contagios evidencia que la negación tiene consecuencias explosivas. Asimismo, en el otro extremo están los que se mantienen completamente encerrados, con distintos grados de malestar emocional, y también de evitación (una forma de negación). Es decir, entre los autoaislados (los casos de riesgo no están en discusión) hay quienes encuentran en el coronavirus una excusa para suspender actividades vitales, que podrían realizarse con los cuidados necesarios. También está quien padece el corte en sus proyectos personales y no logra salir del sufrimiento pasivo, que podría traducirse en ansiedad o depresión. En estos casos es importante buscar contención afectiva en la propia red social y ayuda psicológica con un profesional.

La mayoría de las crisis durante la pandemia han significado una pérdida. Esto implica dolor emocional inevitable que ha de ser transitado en el proceso de sanación, como calles oscuras de un laberinto antes de la salida. Pauline ha tenido que enfrentarse a la posibilidad de morir (en el inicio de la pandemia muchos temían morir ante el contagio). Lo importante es no quedar atrapados en ese sufrimiento, que podría desembocar en patología, por ejemplo a través de la rumiación, que es una lucha mental inútil en la búsqueda de revertir la situación inevitable. El padecimiento pasivo es la otra trampa. 

Si uno, en cambio, acepta transitar los laberintos de la crisis, en su núcleo podrá encontrar la introspección existencial que permita accionar el propio devenir. Es decir, la magia natural de hacer algo con lo que las circunstancias han hecho de uno.

*Licenciado en Psicología, especialista en psicología existencial, y licenciado en Comunicación Periodística. **Doctora en Psicología con mención en neurociencias, especialista en psicoterapia online.