Los datos sobre el coronavirus coparon los medios tradicionales, las redes, las videollamadas y la atmósfera. Circula exagerada información sobre la cantidad de casos como si se pretendiera armar un ranking mundial, que se actualiza minuto a minuto. Paremos la pelota un segundo. Primero, lo primero. Los países no son todos iguales. Así como varía la geografía, el grado de desarrollo y la distribución de la riqueza, también varía la cantidad de habitantes que cada Estado posee.
Es impreciso efectuar comparaciones interestatales, empleando la cantidad de casos de personas infectadas (ningún país tiene la cifra exacta) y sin establecer una relación con el números de habitantes. Este ejercicio lejos de aportar certezas, confunde.
Observemos un ejemplo. Estados Unidos es el país con más muertes por Covid-19 hasta la fecha, según los reportes de la OMS. Pero un dato que no debe pasarse por alto, es que este país del norte de América posee una población de más de 328 millones de personas. Si tomamos los cinco 5 países más grandes de Europa occidental (Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España), y sumamos sus habitantes, advertiremos que la población combinada da 320 millones, aproximadamente. La cantidad de fallecimientos por covid-19 en esa zona (compuesta por los cinco países mencionados) al 24 de abril, era de más de 96mil, esto es prácticamente el doble que las muertes en Estados Unidos, en el mismo período. Esto no implica compartir la visión de Donald Trump sobre la pandemia. Sólo posibilita observar el fenómeno con datos empíricos y evitar guiarnos por meras percepciones o lentes empañados de ideología, que pueden hacernos arribar a conclusiones falsas. En español: es necesario comparar peras con peras y bananas con bananas.
Para dimensionar con mayor precisión el impacto de la pandemia en los distintos países, deben utilizarse tasas. Un ejemplo son las que se utilizan para medir la violencia: cantidad de homicidios cada 100 mil habitantes (o cantidad de robos cada 100 mil habitantes).
El gobierno argentino, encabezado por el presidente Alberto Fernández, sentó la ciencia a la mesa de toma decisiones. Convocó a infectólogos y científicos para enfrentar, con rigor científico –valga la redundancia– a un enemigo invisible que sacude al mundo, sin pedir pasaporte ni recibo de sueldo. Alberto Fernández, también le confirió sobriedad a la comunicación de las medidas contra la pandemia. Elige la argumentación científica, apartándose de los discursos vacíos de contenidos, compuestos “show, magia y emociones”. Escoge inyectarle ciencia a la política. Exhibe racionalidad, apelando a su pedagogía de docente universitario. Esgrime un tono moderado en sus alocuciones. Transmite pluralidad política trabajando codo a codo con referentes de la oposición, logrando que la opinión pública comprenda la transversalidad de la problemática, es decir, que se trata de una amenaza real para la salud de todos los argentinos y las argentinas.
La práctica saludable de basar las decisiones en evidencias científicas, incrementa la legitimidad del gobierno y derrumba algunos mitos que algunos –con información distorsionada e intereses disfrazados– pretenden instalar.
La práctica saludable de basar las decisiones en evidencias científicas, incrementa la legitimidad del gobierno y derrumba algunos mitos que algunos –con información distorsionada e intereses disfrazados– pretenden instalar
Las políticas públicas se monitorean, se miden y se pesan. Los gobiernos que no basan sus decisiones en diagnósticos científicos están viendo multiplicarse, a un ritmo vertiginoso, la cantidad de cuerpos fríos para siempre, tendidos en sus territorios. Al momento de escribir esta nota, Chile está al borde del colapso sanitario (tiene la capacidad de sus camas de terapia intensiva acercándose al límite) y a nivel global, el número de muertes por Covid-19 supera los 300 mil, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins. Brasil suma 14 mil muertes, mientras su presidente, Jair Bolsonaro, argumenta que los indicadores del gigante del Mercosur son peores que los de Argentina, debido a la diferencia del tamaño poblacional de ambos Estados. Para derrumbar y hacer añicos argumentos tan pobres como estos, existen las tasas, que relacionan muertes con habitantes, otorgando proporcionalidad al estudio de un fenómeno social. Estos indicadores, revelan que la Argentina está alejada de los países más afectados por la pandemia, y por debajo del promedio mundial, según el sitio Worldometer.info, que reúne cifras oficiales de todos los países del mundo. En Sudamérica, Ecuador es el país con más muertos cada millón de habitantes.
En Europa, casi todos los países poseen datos peores que la Argentina. Es atinado decir, que hay una variable llamada temperatura, que no es prudente dejarla afuera del análisis. En Europa y en Estados Unidos, por citar un continente y un Estado muy observados, el frío se está yendo, mientras que en la Argentina las bajas temperaturas, están arribando. Dicen los profesionales de la salud, que en otoño e invierno, las enfermedades respiratorias se incrementan, por tanto, el gobierno nacional argentino, las provincias, los municipios, los infectólogos, el personal de salud, las fuerzas de seguridad, las fuerzas armadas, los bomberos voluntarios y los diversos actores sociales, encendieron las alarmas.
No es novedad decir que estamos en un momento global sombrío y difícil. En estos contextos, de nada sirve revolear números absolutos de infectados forzando comparaciones con otros países, porque en todas partes se testea de manera diferente, cantidades de personas diferentes, y se comunican los datos, también de manera diferente. La cantidad de infectados posee menor certeza que la cantidad de muertes, porque es más difícil esconder los cadáveres, que manipular los números o testeos.
Tampoco dio buenos resultados epidemiológicos, hacer lo que hizo Bolsonaro: minimizar el problema, desligarse del tema, y encomendar la salud de un pueblo a las manos de Dios. Basta mirar unos minutos las estadísticas de Brasil, para verificar las consecuencias de la irresponsabilidad presidencial.
Nadie sabe con exactitud cómo saldremos los seres humanos de este complejo laberinto sanitario, ni cuáles serán las secuelas y cicatrices que nos dejará esta situación, pero no tengo dudas, que cuando esto pase, la ciencia será reconocida por haber contribuido
Nadie sabe con exactitud cómo saldremos los seres humanos de este complejo laberinto sanitario, ni cuáles serán las secuelas y cicatrices que nos dejará esta situación, pero no tengo dudas, que cuando esto pase, la ciencia será reconocida por haber contribuido –como mínimo– a minimizar los impactos de un virus silencioso que tiene entre las cuerdas a la humanidad. En la Argentina, se amplió la capacidad sanitaria, la presencia del Estado aumentó, y se enfatizó en el aislamiento social como medida preventiva.
No obstante, los rounds más difíciles –como las bajas temperaturas– aún no llegaron, pero están cada hora un poco más cerca.