Cuando me preguntan a qué me dedico, vivo una situación que se repite -soy licenciada en Enfermería y me especializo en Oncología Pediátrica. Al contestar, veo que automáticamente la cara de mi interlocutor se transforma; se torna triste. Entonces, les explico que mi tarea es acompañar a los niños y a sus familias en un momento difícil de sus vidas, intentando que puedan atravesarlo del mejor modo posible. Además, destaco especialmente que he visto a la gran mayoría de mis pacientes crecer.
La leucemia linfoide aguda es un tipo de cáncer líquido que afecta la médula ósea y provoca que disminuyan los glóbulos blancos, rojos y plaquetas. Es la enfermedad oncológica más común en pediatría. El tratamiento, que permite que 7 de cada 10 niños se curen, puede generarles algunos inconvenientes como la caída de cabello, vómitos y diarrea. Los enfermeros, quienes deben especializarse para brindar el mejor cuidado, estarán atentos para prevenir o, al menos, tratar rápidamente estos síntomas.
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Un enfermero especializado en Oncología Pediátrica debe encontrar el balance óptimo entre los procedimientos a realizar y la empatía. En cada cuidado, individualizar al niño y a la familia para atenderlos de la manera adecuada. Mirarlos con cariño y buscar respetar sus tiempos es fundamental, pero si no se acompaña con la evidencia científica, el conocimiento profundo de la enfermedad -y sus posibilidades de tratamiento- y las habilidades para implementarlo, nuestro cuidado no sería eficaz.
Personalmente, me siento afortunada al haber elegido una profesión que me apasiona y que me permite estar cerca del que sufre para poder acompañarlo y cuidarlo desde mi rol. Pero, todos podemos ayudar a los niños si nos lo proponemos.
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Hay diversas formas de involucrarse y colaborar, por ejemplo, donando sangre -algo muy necesario y sencillo de hacer- que solo requiere unos minutos. También, uno puede inscribirse como donante voluntario de médula ósea en el Registro Nacional de Donantes de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH), y así, salvar vidas ayudando a curar la enfermedad de una persona. El procedimiento es muy similar a la donación de sangre y no requiere de cirugía.
Para quienes no pueden donar, existen otras alternativas como acercarse a algún hospital y compartir su tiempo con los niños, leerles un cuento o hacer alguna actividad lúdica. Esto ayuda a las familias y a los profesionales de salud que, a pesar de elegimos esta profesión y nos encanta estar al lado de nuestros pacientes y sus familias, a veces los cuidados que realizamos hacen que los niños no siempre deseen jugar con nosotros.
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Escucho muchos padres decir a sus hijos que la medicación los va a transformar en “superheóres” para conseguir que acepten el tratamiento. Y es cierto que son héroes, a través de sus historias nos inspiran. El coraje que tienen es digno de admirar.
En honor a esta valentía, hoy 15 de febrero hagamos visible el cáncer infantil, ya que es una realidad que nos rodea. Usemos una remera blanca para generar conciencia, inundemos las ciudades de blanco. Es la forma de ayudar a que todos los niños tengan acceso a un diagnóstico rápido y a que el tratamiento sea a tiempo, generando la posibilidad de estar bien.