OPINIóN

La enfermedad, un camino personal

De alguna manera se podría decir que hay enfermo y no enfermedades. Cada paciente es único y la patología encuentra, en esa singularidad, su propia expresión.

Enfermedad
Enfermedad | Cedoc

El significado no está en la cosa en sí sino en la interpretación que hacemos de ella. Así como una pintura no causa la misma sensación a cada observador a pesar de tener objetivamente el mismo marco, lienzo y colores, una enfermedad es un camino personal aunque el diagnóstico sea una etiqueta general.

De alguna manera se podría decir que hay enfermo y no enfermedades. Cada paciente es único y la patología encuentra, en esa singularidad, su propia expresión.

Recuerdo el asombro que me causó cuando un prestigioso médico salió del quirófano, y tras el éxito de una compleja operación, nos dijo que con nuestro hijo tenía que quemar los libros. Estudiar, para saber y distinguir; diagnosticar, para discernir y saber por dónde iniciar el recorrido. Tener un mapa, para orientarnos, para emprender la marcha, el tratamiento para la sanación. Pero sabiendo que cada paciente, como cada territorio, enseñará sus eventualidades, las marcas propias de su existir.

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Cuando se presenta una enfermedad, el tránsito de la vida cotidiana que hasta entonces iba de un modo comienza a marchar de otro. Se pierde el bienestar. Se trastoca el formato de nuestro ser y estar en el mundo. Se resignifica la temporalidad: el ayer, el hoy y el mañana empiezan un nuevo conteo marcado por la frecuencia del dolor y del alivio. Cuando algo duele, somos en ese aquí y ahora donde sucede el dolor, y todo el ser se concentra en esa experiencia dolorosa.

Hay dolores intermitentes, que vienen y se van, pero hay otros que son mensajeros de una enfermedad que llega para quedarse; aun así, esa marca puede diluirse en nuestra personalidad. Un querido amigo, luego de una ACV que alteró toda su existencia, transcurrido unos meses, superado el lamento y el enojo propios de la no aceptación de una enfermedad, comenzó a hablar del arte de la lentitud, incorporó su dolencia, su andar limitado, a su ser.

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“La enfermedad nos encuentra ahí donde nos encontramos”, dice Pablo d'Ors en el libro Sendino se muere, testimonio de su trabajo con la médica África Sendino a la que acompañó espiritualmente en su convalecencia y hasta su muerte, quien además le cedió las notas que fue tomando en el proceso de su enfermedad y que recorren las páginas del libro. La compañía amorosa en la habitación del hospital, así como el diálogo, la escritura y los silencios, eran el modo de conexión con algo que iba más allá de la enfermedad pero que ésta vehiculiza. La enfermedad diagnosticada, dice Sendino, es “abrir algo así como una puerta lateral en la trayectoria normal de mi vida”.

Sea el diagnóstico de una enfermedad física o mental, es la unidad psicofísica la que se altera. Se trate de un cáncer o de una depresión, cuerpo y psiquismo responderán, en principio, de manera alterada desconociendo a esa intrusa que ingresa en la vida, esa enfermedad que se cuela para desordenar la armonía del hogar psicofísico. La distinción entre cuerpo y mente solo puede servirnos como punto de partida para comenzar a comprender el camino de la sanación, sabiendo que los síntomas son señales que necesitan atención, sentidos que hay que develar. El síntoma, como la lucecita que se enciende en el tablero del automóvil, es la indicación de que algo en nuestra vida no está funcionando bien, y para que entonces nos preguntemos: por qué y para qué me está sucediendo esto, cómo quiero seguir de ahora en adelante.

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Todo síntoma, como toda enfermedad, es una metáfora singular, un mensaje a descifrar, una señal de alerta. Pero siempre resultará una decisión personal tomar o no lo que nos sucede como una oportunidad para mejorar, para encontrar una mejor versión de nuestro ser. Implicarnos en lo que nos duele, hacernos cargo y no solo cargar con las dolencias. ¿Qué tengo que ver yo con esto que me sucede?, sería la mejor y esencial pregunta que podríamos hacernos para luego sí iniciar el camino de curación.

Es fundamental la detección temprana de los síntomas para que no se incrementen hasta determinar una enfermedad que ya sea mucho más difícil de transitar y de sanar. Hay veces que la soberbia o el descuido personal pueden ser como una inundación, el agua va subiendo y si no salimos a tiempo nos podemos ahogar. Hay que ir a la causa, el síntoma es la señal de algo que tenemos que revisar, que corregir, que sanar. No hay ser humano que no presente algún síntoma, alguna enfermedad, pero se puede trabajar a favor o en contra de la salud, y eso definiría nuestra conexión con la vida