OPINIóN
Pantalla a pantalla

Psicoterapia online: cómo canalizar el vínculo pese a todo

La pandemia difundió vertiginosamente la terapia virtual, un fenómeno que genera una pregunta clave: ¿Sigue latiendo en ella el contacto humano?

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Freud. La Imagen habitual de sus experiencias es la del consultorio clásico, pero fue un gran renovador de la práctica. | cedoc

Muchas personas saben que Sigmund Freud ha sido el pionero de “la cura por la palabra”. La imagen habitual que nos hacemos de aquella experiencia inicial es la del consultorio con el clásico diván psicoanalítico. Por fuera de este cuadro quedan otras formas utilizadas circunstancialmente por el mismo Freud, incansable renovador de su práctica: atención de pacientes a través de caminatas por la naturaleza e intervenciones epistolares, por ejemplo. Más de cien años después, la pandemia por Covid-19 sacude a la humanidad y a cada persona en el mundo; multiplica problemas psicoemocionales y limita o impide por completo la atención psicológica presencial. Las psicoterapias, que en su gran mayoría se realizaban cara a cara, pasaron masivamente al canal virtual, pantalla a pantalla. ¿Permite este canal las funciones psicoterapéuticas de alivio del malestar y autoconocimiento? 

Alivio y vínculo. En el mundo anterior a la pandemia, la mayoría de los psicoterapeutas evitaban la terapia virtual. Había un uso excepcional cuando el paciente realizaba viajes. Unos pocos terapeutas exploraban el canal digital en casos específicos: consultantes que vivían en lugares remotos o que habían migrado y deseaban un terapeuta de su lugar de origen; también otros con dificultades físicas para desplazarse. Durante 2020 y hasta la actualidad, la mayoría de las terapias en el mundo han tenido que pasar al espacio virtual, sin otra alternativa que la suspensión del tratamiento. Por otro lado, casos excepcionales de encuentro con barbijo, máscara y metros de distancia, han implicado mayor lejanía emocional que el intercambio en pantalla.

Hace dos décadas se investiga la psicoterapia realizada a través de videollamada y en tiempo real. Una edición especial del Journal of Psychotherapy Integration, publicada el año pasado por la Asociación Estadounidense de Psicología, recopila distintos estudios que confirman la efectividad de este dispositivo de tratamiento. Respecto a su implementación durante la pandemia, en general los terapeutas habrían percibido resultados positivos, aunque también sensación de cansancio, menor espontaneidad y conexión con la sesión. Esto podría explicarse por la carencia de la multisensorialidad y el intercambio energético de la presencia física, como por la falta de práctica y formación en el canal virtual.

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El caso de María, una arquitecta de 35 años, representa lo significativa que ha podido ser la terapia virtual. A principios de 2021 regresó a Chile a visitar a su madre, hermanos y sobrinos, tras dos años de vivir en Inglaterra con su pareja. A los pocos días de haber llegado comenzaron los síntomas de Covid. Tanto la madre como ella tuvieron que ser internadas. Le había costado viajar y ahora sentía culpa porque creía haber contagiado a sus familiares. Estaba aislada y con mucha angustia. Ante el reclamo de su pareja que se oponía al viaje, surgió la sensación de no pertenecer a ningún lado, de ser inadecuada. María venía haciendo terapia por videollamada hace un año: había empezado por conflictos de pareja y celos intensos. Muy tímidamente había aparecido cierta inseguridad respecto a su vida en Inglaterra y las dificultades en su desarrollo profesional allí.

La angustia con la que María inició la internación se fue calmando a lo largo de los encuentros virtuales. Estos canalizaron la validación de su dolor emocional por parte de la escucha empática de la terapeuta, y el discernimiento cognitivo -mediado por el diálogo terapéutico- del sufrimiento mental agregado, como era el caso de su sentido de culpa (luego supo que un primo los había contagiado). Surgió incluso una profunda autorreflexión que continúa hoy, tras recuperarse; acerca de si quiere llevar la vida que venía llevando hasta el momento, de si quiere vivir en Inglaterra o volver a Chile. Ya no se pierde en celos y otros problemas cotidianos.

A pesar de los límites y desafíos de la terapia virtual, como dificultades técnicas y empobrecimiento de la comunicación no verbal, el alivio del sufrimiento ocurre. El camino es distinto, pero el rumbo es el mismo. La base vincular también. Porque como dice Irving Yalom, que antes de ser novelista ya era uno de los principales referentes de la psicoterapia actual, "lo que cura en terapia es la relación". En pleno aislamiento obligatorio y frente a sus consecuencias psicoemocionales, lo que se precisa es el vínculo humano. Esto diferencia a la psicoterapia por videollamada en tiempo real de otras intervenciones psicológicas online, como las varias aplicaciones que carecen de intercambio humano y se apoyan en la psicoeducación o la autoayuda. Por otra parte, la relación en terapia virtual se construye particularmente a través de los objetivos compartidos; con sentido para el consultante y acompañados por el terapeuta. El foco en ellos suele ser muy positivo.

Buenas prácticas. Hay acciones y actitudes que el terapeuta y el paciente pueden implementar para mejorar la experiencia de la sesión virtual. Aquí mencionaremos algunas. Esto ha de contextualizarse en cada situación particular. 

Ante la tendencia de compromisos light en el espacio digital, quizá porque nadie deba desplazarse físicamente para concurrir, es recomendable establecer reglas. Desde cuestiones básicas como el cumplimiento de días y horarios consensuados. También el cuidado del espacio terapéutico, con obviedades que en la virtualidad se nos deslizan, como la privacidad del lugar de la videollamada. Un lugar resguardado sin distracciones, en ambos extremos del canal virtual, permite replicar el clima íntimo del consultorio y respetar la regla básica del secreto profesional. Hay detalles técnicos, como atender a la iluminación que permita distinguir gestos y aprovechar la visión del rostro y el intercambio expresivo posible.

Por otra parte, la inmediatez de la virtualidad, donde uno se conecta y desconecta en instantes, puede saltear procesos. Los viajes de ida y de regreso al consultorio llevan a la persona a un estado autorreflexivo de gran riqueza, en la preparación y revisión de lo trabajado. El paciente puede replicarlo, al dedicar cinco o diez minutos de autoconciencia previa y posterior a la sesión. 

La cantidad de dispositivos en los que se reparte nuestra atención genera serias problemáticas. La tentación que sentimos de revisar mensajes, redes sociales o información en línea, es constante, incluso durante la sesión terapéutica. La práctica de estar presente lo más plenamente posible durante la sesión, puede ser para el consultante el principio de un mayor equilibrio emocional y mental; y, es, para el terapeuta, la forma de abrirse a la escucha empática y de aportar a la construcción del vínculo.

Ante los límites de la comunicación no verbal y la imposibilidad del contacto físico, se puede utilizar la palabra para compensar. Por ejemplo, el terapeuta puede verbalizar la observación de posibles sentimientos del consultante o acciones que realizaría si estuviera cara a cara.

Horizonte híbrido. Antes de la pandemia la terapia online estaba contraindicada en muchos casos, como adicciones, trastornos alimenticios, severidad psiquiátrica o riesgo suicida. El contexto pandémico obligó a equipos terapéuticos y de investigación a encontrar la manera de tratar a estas personas, a través de dispositivos completamente virtuales o híbridos. Habrá que analizar si estos dispositivos serán transitorios ante la emergencia o si tienen suficiente solidez para ser incluidos en tratamientos futuros. 

En la psicoterapia de niños, ocurrió algo parecido. La importancia del cuerpo para toda persona es innegable. Pero es fundamental en el desarrollo de la subjetividad infantil. El vínculo tiene su origen en el contacto madre-hijo, piel con piel. Tanto el aprendizaje cognitivo como el desarrollo psicoemocional se desenvuelven sobre la base afectiva de esa relación. A medida que la persona madura emocionalmente y profundiza su capacidad de abstracción, podrá replicar la corporalidad del vínculo presencial ya experimentado. Por eso, en el plano educativo, los más chicos necesitan mayor presencialidad escolar. La mayoría de las veces, un vínculo contenedor afectivo-presencial con el adulto cuidador ha sido el requisito mínimo para que la terapia virtual con niños (no pequeños) resultara viable. De todas maneras, cuando lo permitan las circunstancias, sería recomendable el regreso a la presencialidad para los niños.

Es probable que en general la psicoterapia encuentre un formato híbrido (presencial-virtual); con soluciones particulares, según el caso. Incluso en la persona madura que pueda replicar virtualmente la experiencia vincular presencial, será importante actualizarla. Sea en la terapia o en otras interacciones significativas.

Por un lado, la importancia de la virtualidad en el bienestar psicoemocional de la población durante la pandemia nos recuerda la urgencia de resolver el problema social de la brecha digital. Por el otro, también existen tendencias virtuales que nos llevan a automatizarnos y a estar “conectados pero solos”, como dice la psicóloga especializada en tecnología, Sherry Turkle, sobre ciertas dinámicas subjetiva y relacionalmente nocivas de las redes sociales. Tal como ha ocurrido con la terapia por videollamada y con otras formas de vinculación genuina durante la pandemia, podemos trabajar a favor de que la virtualidad sea un medio para canalizar nuestra humanidad, cuya manifestación fundamental es el encuentro con el otro.

*Doctora en Psicología con mención en neurociencias, especialista en psicoterapia online. Co-autora del libro “Psicoterapia online: qué es y cómo se practica”.

**Licenciado en Psicología, especialista en psicología existencial, y licenciado en Comunicación Periodística.