OPINIóN
Elecciones de los Estados Unidos

Los adjetivos sobre Trump

En un clima enrarecido se realizan las elecciones del país más poderoso del planeta y cuyo resultado puede provocar una crisis política y constitucional.

Donald Trump 20201005
Trump que salió del hospital y llego a la casa Blanca | AP

Desde las elecciones de 2016 he seguido con detenimiento la trayectoria presidencial de Donald Trump, y aún con mayor intensidad en este año electoral en que el presidente busca su reelección.  Lo más desconcertante y alarmante de este ciclo electoral han sido sus infundadas denuncias  sobre el supuesto fraude que cometerían los Demócratas con el voto por correo y su amenaza de judicializar el proceso y no reconocer el triunfo de su opositor, el exvicepresidente, Joe Biden –lo que, según respetados observadores, podría  generar una inédita crisis político constitucional.   

Nos encontramos así, inesperadamente, ante un ambiente electoral enrarecido, marcado por especulaciones, tensión, incertidumbre, desconfianza y preocupación por la integridad de los comicios. La preocupación no es menor.  En el mundo actual, inter-dependiente y globalizado, el resultado de las elecciones en este país -el más poderoso del planeta y pilar imprescindible del mundo democrático liberal- no sólo pueden debilitar su propia democracia sino también su rol en el sistema internacional.  

El resultado de las elecciones en este país -el más poderoso del planeta y pilar imprescindible del mundo democrático liberal- no sólo pueden debilitar su propia democracia sino también su rol en el sistema internacional

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Pero también es insólito e inédito cómo se ha caracterizado la conducta presidencial de Trump en la prensa tradicional (Washington Post, New York Times, the Atlantic, The New Yorker), en los  medios televisivos consagrados (excepto Fox News), las redes sociales y recientes libros de destacados analistas y exfuncionarios de Trump (demasiados para mencionar cada uno). Para ilustrar cómo se ha catalogado al presidente,  he recolectado una serie de adjetivos que se han utilizado con frecuencia para describir su comportamiento:        

Agresivo, “bully,”  autoritario,  abusivo, caótico, errático, inestable, impetuoso, corrupto, deshonesto,  “jerk”, mezquino, amoral, dictador, irrespetuoso de normas y  de instituciones, gánster, temerario, imprudente, irresponsable, el peor presidente de la historia moderna e indigno de ser presidente, peligroso, incompetente, inepto, difamador, divisivo, polarizante, egocéntrico, narcisista, arrogante, pedante, delirante, ignorante, inmodesto, insultante, vulgar, rudo, misógino, mentiroso, mendaz,  repugnante, racista, supremacista, xenofóbico.

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Este perfil o imagen que surge del presidente ciertamente es muy distante de las características de otros líderes norteamericanos de la historia moderna, por lo menos desde F.D. Roosevelt en adelante, ni tampoco refleja o representa una tendencia mayoritaria en la cultura política del país, al contrario. Pero la colección de adjetivos permite encapsular y caracterizar esa conducta como la de un presidente no tradicional o políticamente incorrecto, o para decirlo de otra manera, como un presidente anormal. Se puede argumentar así que en realidad la elección del 3 de noviembre es un referéndum sobre un presidente políticamente anormal.

*Analista internacional.