OPINIóN
Educación en crisis

¿Separate but equal? Un llamado de atención sobre la escuela en Argentina y nuestro futuro

Tenemos una escuela pública que segrega en lugar de integrar y que quita oportunidades, en lugar de brindarlas. Es hora de reaccionar y no dejar que sea también nuestro futuro.

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¿La educación privada versus la pública? | Télam

Si bien es cierto que nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación, a medida que fue acumulando sentencias propias, perdió el hábito de recurrir a la jurisprudencia de la Corte Suprema de Estados Unidos, resulta incontrovertido que desde los albores de nuestra historia constitucional ha sido una sana práctica consultar la jurisprudencia de dicho país.  

No es casual ni fue ingenuo que nuestros constituyentes de 1853 establecieran en el artículo primero que la Nación Argentina “adopta” para su gobierno la forma representativa republicana federal, según la establece la presente Constitución. Es justamente en esa “adopción” que se trazaron las bases que justifican el sano ejercicio de mirar lo resuelto en el país del norte.

Es más, Domingo Faustino Sarmiento, en sus “Comentarios a la Constitución Nacional”, sostuvo que no era un ejercicio sino un mandato. Allí manifestó que “... en los puntos idénticos o análogos de ambas Constituciones federales hay que atenerse estrictamente a las doctrinas, la jurisprudencia y la experiencia del modelo; porque sería ridículo pretender que las mismas ideas, expresadas con las mismas palabras, para fines idénticos, hubiesen en nuestra constitución de producir diversos resultados, o tener significado distinto...”.

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En ese mismo sentido también se expresó el Dr. José Benjamín Gorostiaga, constituyente y redactor de la Parte Orgánica de la Constitución Nacional, que como juez de la Corte Suprema en los autos “Lino de la Torre” del 21/08/1877 sostuvo que “... el sistema de gobierno que nos rige no es una creación nuestra. Lo hemos encontrado en acción, probado por largos años de experiencia y nos lo hemos apropiado. Y se ha dicho con razón que una de las grandes ventajas de esta adopción ha sido encontrar formado un vasto cuerpo de doctrina, una práctica y una jurisprudencia que ilustran y completan las reglas fundamentales y que podemos y debemos utilizar, en todo aquello que no hayamos querido alterar por disposiciones peculiares...”.

A qué escuelas privadas van los hijos del poder

Siguiendo dicha tradición, resulta sumamente oportuno reflexionar ahora sobre la situación de la escuela en nuestro país a la luz de lo resuelto en “Plessy v. Ferguson” (año 1896) y lo resuelto en “Brown v. Board of Education of Topeka” (año 1954) que revirtió lo resuelto en “Plessy”.

Tanto “Plessy” como “Brown” causaron cierta displicencia en nuestro país al momento en que fueron dictados. Ello así porque Argentina no padecía a finales del siglo XIX un problema de segregación con la intensidad que se planteó en Estados Unidos a partir del fin de la esclavitud que trajeron el final de la Guerra Civil y las Enmiendas XIII, XIV y XV a su constitución y porque con la Ley 1.420, la Generación del ´80 creó y decidió mandar a sus propios hijos a una escuela pública, laica, gratuita y de calidad que extendió su acogida a todos los niños del país y a los niños de los inmigrantes que comenzaron a llegar masivamente en aquellos años, sin hacer ninguna distinción y promoviendo la integración, el mérito y el progreso.

Pero hoy la situación es muy distinta y bien vale repensar en donde estamos parados y hacia dónde estamos yendo como sociedad, releyendo aquellos viejos fallos norteamericanos.

 

En “Brown” las líneas centrales y más relevante fueron:

“...las escuelas de negros y blancos en cuestión han sido equiparadas, o son equiparadas, respecto de los edificios, la curricula, las calificaciones y salarios de los profesores, y otros elementos “tangibles”. Nuestra decisión, por lo tanto, no puede reparar solo en la comparación de tales elementos tangibles en las escuelas de negros y blancos involucradas en cada caso. Debemos mirar, por el contrario, los efectos que tiene la segregación en sí misma en la educación pública...”.

“...La educación es quizás la función más importante del estado y los gobiernos locales...”.

“...Es la verdadera base de la buena ciudanía...”.

“... Sin dudas, no puede esperarse razonablemente que un chico tenga éxito en la vida si se le niega la oportunidad de recibir educación...”.

“...¿La segregación de los chicos en las escuelas públicas basada solamente en la raza, aunque los establecimientos y otros elementos “tangibles” sean iguales, privan a los chicos del grupo minoritario de oportunidades iguales de educación? Nosotros pensamos que sí...”.

“...La segregación de chicos blancos y de color en escuelas públicas tiene efectos adversos en los chicos de color. El impacto es mayor cuando tiene el respaldo de la ley; la política de separar las razas es generalmente interpretado como denotando inferioridad del grupo negro. Un sentimiento de inferioridad afecta la motivación del niño a estudiar. La segregación con fundamento en la ley, por lo tanto, provoca una tendencia a retrasar la educación y desarrollo mental de los chicos negros y a privarlos de los beneficios que podrían recibir de un sistema de escuelas integrado racialmente...”.

“...Concluimos que en el campo de la educación pública la doctrina de “separados pero iguales” no tiene lugar. Separar establecimientos de educación es inherentemente desigual...”.

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"La doctrina de “separados pero iguales” no tiene lugar. Separar establecimientos de educación es inherentemente desigual...”.

Es imposible no estar de acuerdo con ese fallo pero creo que caemos en una falacia si queremos vernos reflejados en él todavía.

Viendo la decadencia de la escuela pública por más de cincuenta años, pronunciada con la estampida y abandono de las clases medias y altas hacia la escuela privada y sumado a las disparidades, falta de contacto y recelos interclases cada vez más pronunciados, estoy convencido de que estamos naturalizando “Plessy” con cada día que pasa. Tenemos una escuela pública que segrega en lugar de integrar y que quita oportunidades, en lugar de brindarlas.     

Mientras sucede todo ello frente a nuestros ojos, los argumentos de Plessy resuenan cada vez con más fuerza. Solo hay que pensar en las diferentes clases sociales de nuestro país allí en donde el fallo habla de “razas” o de “diferencias físicas” para entender la gravedad del momento que vivimos.

 “...una norma que implica solamente una distinción entre blancos y personas de color – distinción que está fundada en el color de las razas y que existirá mientras el hombre blanco se distinga de las otras razas por el color- no lleva a la destrucción de la igualdad de los dos grupos o al restablecimiento de la esclavitud…”.

“...la legislación no puede erradicar las diferencias raciales o eliminar las disparidades basadas en diferencias físicas, e intentar hacerlo solo podría acentuar las dificultades de la situación presente. Si los derechos civiles y políticos son iguales, un grupo no puede ser civil o políticamente inferior al otro...”.

“Consideramos que es una falacia sostener que la separación de las razas provoca en la raza de color una sensación de inferioridad. Si ello fuere así, no tendría que ver con la norma (que establece la separación) sino con la interpretación que elige hacer la raza de color de tal situación...”.

Plessy encarna el pasado más ominoso de Estados Unidos. Es hora de reaccionar y no dejar que sea también nuestro futuro.

*Abogado, profesor de Derecho Constitucional.