OPINIóN
Análisis

Sexo: el mundo sigue viviendo equivocado

La mayoría de las posturas públicas a favor de la diversidad sexual, consciente o inconscientemente, terminan siendo conservadoras.

Sexo, el mundo sigue viviendo equivocado
Sexo, el mundo sigue viviendo equivocado | Freeimages.com

En su cuento “El mundo ha vivido equivocado”, Roberto Fontanarrosa, a través de uno de sus personajes, se declaraba abiertamente en contra del imaginario que sostiene que una linda cena, en un ambiente romántico y agradable, es la antesala ideal para una buena sesión de sexo.

Hugo (así se llamaba el personaje) sostenía exactamente lo contrario: primero había que tener sexo y después comer. Cuando uno se libera del deseo carnal (habiéndolo abordado sanamente, con los cuerpos livianos y sin la pesadez que puede causar la digestión), el clima es el mejor para disfrutar luego de una rica comida, una buena bebida y una amable charla en grata compañía, sin distraerse pensando en “lo que vendrá”.

Muchos años después de publicado aquel maravilloso cuento, me atrevo a decir que en lo institucional, en una realidad de apertura y diversidad sexual muy distinta a aquel momento, hoy el mundo sigue viviendo equivocado.

La grieta es lingüística


La vida sexual de una persona, al menos en su gran mayoría, pertenece al ámbito íntimo. Por ello, no tiene demasiado sentido que desde el Estado y las organizaciones haya constantes propuestas de aceptación pública de las distintas elecciones sexuales, cuando pertenecen a esa esfera. Es como si se hicieran campañas para tolerar a los que tienen diversos tipos de sangre.

Por supuesto que cuando hay conflictos originados en discriminación sexual hay que abordarlos, pero eso tiene que hacerse en forma particular y específica, no a través de campañas de publicidad y relaciones públicas.


Dentro de esas campañas, hay muchos errores conceptuales



En primer lugar, la sigla  LGTBIQ+ es técnicamente inconsistente. Ajena a la primera regla del branding (una marca tiene que ser fácil de pronunciar) tiene, además, el problema de identidad que provoca haber agregado letras para representar a distintos grupos. Tantas letras se le agregó, que finalmente se decidió adicionar un “+” para representar a “otros” y cerrar ahí. Una sigla que nació, legítimamente, para ser inclusiva, termina siendo discriminatoria: hay grupos de primera (los que tienen letra propia) y de segunda (los que no).

¿No sería mejor dejar sólo el “más” y así se representa a todos, incluidos los heterosexuales?

Por otro lado, la sigla mezcla diversidades sexuales (lesbianas, gays, bisexuales, etc.) con opciones de géneros (trans, etc.). Esta columna, dicho sea de paso, aborda sólo la primera cuestión.

En otro orden, la inmensa mayoría de organismos públicos, empresas y ONGs, manifiestan su adhesión al movimiento del mismo modo: bandera de colores y sigla. Casi nadie se atreve a opciones creativas, por temor a quedar fuera de lo “políticamente correcto” (salvo algunas honrosas excepciones, el 28 de junio, día mundial del orgullo, fue un festival del “lugar común”).

Que los adolescentes utilicen esas “etiquetas” es absolutamente entendible porque, en la construcción de su personalidad, necesitan identificarse y pertenecer. Pero en el mundo adulto… ¿Es lógico que se apueste a la diversidad desde una nueva  “uniformidad”? ¿No va ese formato en contra de la propuesta de fondo?

Por último, la bandera inspirada en el arco iris, creada hace muchos años y que se comparte con otros movimientos como el cooperativismo, es muy noble, pero en un contexto así está bastardeada. Que sea casi obligatorio su uso para defender las diferencias es toda una contradicción.

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Bandera LGTBIQ+



Dicho esto, el Estado y las organizaciones deberían emprender un camino de más apertura, pero en el sentido contrario al que se está describiendo. No tienen por qué integrar en sus comunicaciones las distintas prácticas sexuales (que por cierto son inabarcables). Más bien deberían, salvo algún nicho en particular, desexualizar sus mensajes. De ese modo, insisto, todos estaremos incluidos.

Algunos años atrás, cuando trabajaba en fútbol, alguien me dijo que era un ámbito machista de escasa tolerancia a los homosexuales. En aquella conversación yo opiné que el mundo del fútbol no tiene que “tolerar a los homosexuales”. El mundo del fútbol, en realidad, debe dejar de inmiscuirse en la intimidad de la gente y listo.

Deliberadamente, para el título de este texto, deseché la expresión “diversidad sexual” y en su lugar ubiqué la palabra “sexo”. Es que si bien hay diversas maneras de practicarlo (por placer, por amor, para procrear, como deporte, como un rito sagrado, con compañeros de distintas características, a través de la castidad, etc.) el sexo es uno sólo.

La otra parte del título (“el mundo sigue viviendo equivocado”) la elegí para describir una idea, pero por favor no lo tomen como categórico. Esta columna no pretende iluminar a nadie. Tan sólo es una  invitación amable a mirar las cosas desde otro lugar.