El periodista Jorge Lanata posicionó hace algunos años la palabra "grieta" como representativa de la división entre los argentinos. Esa grieta, que está hoy representada principalmente por macristas y peronistas, tuvo muchos antecedentes de distintos períodos y segmentos sociales (unitarios/federales, Boca/River, Soda/Los Redondos, etc.).
Asimismo, en el último tiempo, aparecieron otras sub grietas: a favor y en contra del aborto, a favor y en contra de la cuarentena, a favor y en contra de las clases presenciales. Y el fenómeno no es sólo local: Gran Bretaña con el Brexit, Colombia se dividió fuertemente con el plebiscito por la paz y los lamentables problemas de estos días, EE. UU. con los fans y los detractores de Donald Trump.
La grieta: los extremos como el todo
Ahora bien, más allá que siempre existió, lo que llama la atención últimamente es la radicalización y virulencia con que una parte importante de la sociedad se pone de uno u otro lado.
¿Ese extremismo es un fenómeno político, social o económico? Ninguno de los tres amigos. En realidad es un fenómeno comunicacional de origen lingüístico.
Tal como lo explicó hace poco Daniel Molina, gran parte de los niños del siglo XX nacieron en entornos lingüísticos en los que los adultos usaban 500 palabras distintas y conocían unas 5000. Eso ha disminuido hoy a casi la mitad. Se usan menos palabras y menos signos.
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¿Qué se perdió en el camino? matices, matices y más matices.
Tomemos como ejemplo el mundo de los colores. Del negro (que significa ausencia de claridad) al blanco (claridad plena), hay muchas variantes. Si la mitad de las palabras que las identifican desaparecen, tenemos menos posibilidad de describir cromáticamente algo con precisión. Y si ese proceso de desaparición paulatina se mantuviera, en algún momento nos quedaríamos sólo con la clasificación binaria que describe a los extremos: claro u oscuro.
Pues bien, en el ámbito político, social y económico sucede lo mismo. Si bien, como decía más arriba, el fenómeno de la grieta no se origina en esas esferas, tiene consecuencias allí (y vaya si las tiene).
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En política, los argumentos cada vez tienden más a referenciarse en "la derecha" y "la izquierda". Es paradójico, porque esa clasificación es hoy es mucho menos representativa que lo era en los días de la guerra fría. Aparecieron modelos de gestión con muchos más matices pero, en paralelo, y acá está la clave de la cuestión, desaparecieron muchos matices del lenguaje para describirlos.
En lo social podríamos hablar de instruidos e ignorantes. En lo económico de ricos y pobres. Y así sucesivamente...
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¿Cómo se soluciona esto? Trabajando día a día para generar una corriente contraria. Ancianos, adultos, adolescentes y especialmente niños, necesitamos urgentemente ampliar nuestro lenguaje, ampliar nuestros matices, conocer más palabras. Necesitamos poner más fichas en la educación. Sólo con más educación saldremos de este espiral tramposo y dañino en el que estamos inmersos.
Ya lo decía Maslow. Si la única herramienta que tenemos es un martillo, seguiremos tratando todos los problemas como si fuesen un clavo.
* Roberto Vilariño. Consultor y profesor universitario (UP, UNLZ, UCES, UAI). Autor del libro Píldoras de relaciones públicas.
@rrpproberto