La grieta argentina, que podríamos simplificarla como el extenso y profundo espacio que separa a kirchneristas de anti-kirchneristas, comenzó un frío día de junio del 2007, cuando la ciudad amaneció empapelada con un afiche con letras amarillas sobre fondo negro donde se leía "No te olvides, Mauricio es Macri". Ese día, un presidente con altísimos índices de aprobación, se metía en una elección municipal y le daba a Macri el impulso que necesitaba para convertirse en el abanderado del anti-kirchnerismo. Esta incipiente fisura creció hasta ser una grieta propiamente dicha en el 2008 cuando se produjo el conflicto con el campo, delimitando claramente y para los años venideros, quiénes son "ellos" y quienes "nosotros" para cada uno de los extremos.
Pero en realidad la grieta había nacido con la nación argentina, es una característica tan intrínseca como la bandera, el mate o la inflación. Unitarios y federales, yrigoyenistas y antipersonalistas, peronistas y antiperonistas, azules y colorados, son solo algunas de las mutaciones que tuvo nuestra polarización a lo largo de los años. Toda la historia argentina puede verse bajo el lente de una grieta que se fue haciendo cada vez más profunda hasta ya no dejar ver qué es lo que divide. Los extremos como el todo.
¿Pero qué es la grieta? Para entender tenemos que separar la causa de los síntomas, lo intrínseco de lo que se ve.
La grieta es en realidad un hondo y persistente rechazo a las intenciones del otro lado. La grieta es sobre las razones, lo que está detrás, es sobre los motivos. El problema es que si los motivos son reprochables no hay acciones que puedan ser nobles. Y así seguimos encontrando la crítica en cada propuesta, cada obra, cada discurso.
"Lo hacen para robar", "benefician solo a los amigos", "quieren que cada vez haya más pobres", "benefician a Estados Unidos" siempre se plantea la grieta en clave "ellos vs los argentinos" en ambos lados, y los argentinos quedamos en el medio, víctimas de las supuestas intenciones de ellos y de aquellos. Es porque la discusión sobre las intenciones es tan subjetiva, que la grieta queda tantas veces asociada a teorías conspirativas muy difíciles de creer, pero que sorpresivamente tienen buena recepción en parte de la población y hasta en algunos medios.
Los conflictos interminables y la nueva grieta
Tanto Mauricio Macri como Alberto Fernández llegaron al poder con la promesa de unir a los argentinos y cerrar la grieta, pero terminaron reforzándola, volviendo sobre sus votantes más duros y más extremos.
¿Es posible terminar con esta polarización que divide a los argentinos? Hay tres escenarios que podrían cerrar la grieta: Que haya un período largo de crecimiento económico y redistribución que permita debatir cómo se distribuye la riqueza y no la escases; que haya un gran acuerdo político sobre cómo será la matriz económica de la Argentina más allá de los partidos, dirigentes e ideologías; o que vuelva a explotar el país.
Los tres escenarios hoy parecen lejanos.
La encuestadora Pérez Aramburu & Asociados difundió un informe sobre cómo piensan los argentinos que no pertenecen a ningún extremo de la grieta, a quienes cuantifica como el 60% del electorado. Dentro de este segmento, la mayoría tiene una visión negativa respecto al rumbo que está tomando el país y de la situación económica (61%y 67%), es pesimista respecto al futuro (50%), y desaprueba la labor de Alberto Fernández (59%).
El riesgo en este momento, es que la historia se repita y la grieta se cierre bajo el pedido de que se vayan todos, en un momento de extrema delicadeza económica y social. Que esto no pase dependerá de que la política pueda canalizar electoralmente el hastío generado por tantos años de estancamiento, y no aproveche el año electoral para fomentar una grieta que nos pone un techo demasiado bajo.