La historia de la Academia de Cienicas de Rusia, la más alta institución científica del país está directamente vinculada a los esfuerzos reformistas del emperador Pedro I por fortalecer la gran potencia y su independencia política y económica. El gobernante ruso comprendía la importancia de la enseñanza, la educación y la cultura para la prosperidad del Estado, por lo que decidió crear una estructura independiente diseñada para dirigir y coordinar dicha labor. La primera reunión ceremonial de la Academia tuvo lugar el 27 de diciembre de 1725.
Inicialmente, Pedro contó con la participación de especialistas extranjeros invitados: los más famosos fueron los alemanes Georg Richmann y Franz Aepinus, quienes estudiaron la electricidad; el matemático suizo Leonhard Euler, quien sentó las bases del análisis, la teoría de números y la mecánica.
El primer genio ruso que emergió del "templo del conocimiento" fue Mijail Lomonosov quien enriqueció la ciencia rusa con los descubrimientos fundamentales en química, física, astronomía y geología. Descubrió la existencia de la atmósfera de Venus, hizo un aporte significativo a la formación de la lengua literaria rusa y desarrolló el diseño de la Universidad de Moscú, posteriormente nombrada en su honor.
Desde principios del siglo XIX, la Academia (entonces aún conocida como Academia de San Petersburgo) contó con el talento nacional. Entre sus filas se encontraban Ivan Kruzenshtern y Yury Lisianski, quienes circunnavegaron los años 1803-1806, Fabian Bellingshausen y Mijail Lazarev, los descubridores de la Antártida. Los dos últimos partieron en 1820 a bordo de las balandras “Vostok” y “Mirny” lograron finalmente lo imposible: circunnavegaron el continente y demostraron que no era solo un simple témpano de hielo, sino una sexta parte de la superficie terrestre.
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Este viaje marítimo glorificó a Rusia y transformó a San Petersburgo en uno de los centros de la geografía mundial.
Las investigaciones de los académicos de la época, Mijail Ostrogradsky y Victor Buniakovsky, desarrollaron problemas de análisis matemático, el trabajo de Nicolay Lobachevsky condujo a la creación de la geometría no euclidiana, y Vasily Petrov y Heinrich Lenz enriquecieron la física con el descubrimiento del arco eléctrico. En la segunda mitad del siglo XIX la Academia proporcionó al mundo el lenguaje universal de la química. Dmitry Mendeleev propuso la tabla periódica de los elementos químicos.
Cuenta la leyenda que la vio durante el sueño mientras dormía, pero de hecho fue el resultado de una labor titánica. El no solo sistematizó la información disponible en ese momento, sino también como un profeta, dejó espacios en blanco para sustancias y metales aún no descubiertos, describiendo con precisión sus características.
Cuando fueron identificados galio, escandio y germanio la comunidad internacional reconoció una vez más el triunfo de la ciencia rusa. El académico Aleksandr Butlerov, a su vez, desarrolló la teoría de la estructura química. Aleksandr Popov hizo un aporte significativo a la invención de la radio a finales del siglo XIX.

En los siglos XIX y principios del XX Rusia dio al mundo biólogos destacados: Dmitry Ivanovsky, el descubridor de los virus Igor Mechnikov, uno de los primeros ganadores de premio Nobel, que describió los mecanismos celulares de la inmunidad; Ivan Pavlov, cuyos experimentos con reflejos condicionados revolucionaron nuestra comprensión de la fisiología y la psicología; Nikolay Vavilov, quien describió la ley de las series homólogas en la variabilidad hereditaria (por cierto, este científico visitó Argentina a principios de la década de 1930 con una expedición para estudiar el mejoramiento de variedades de trigo).
Durante el período soviético el gobierno continuó creando las condiciones para la actividad científica. En la década de 1920, Nikolay Semenov desarrolló la teoría de las reacciones en cadena ramificada. A finales de la década de 1930, Pavel Cherenkov descubrió, e Igor Tamm e Ilya Frank corroboraron, el efecto de la emisión de luz por una partícula cargada que viaja a una velocidad superior a la velocidad de la luz en un medio. En los años 1950, Nikolay Basov y Aleksandr Prokhorov crearon nuevos tipos de láseres. Todos estos logros fueron galardonados con el Premio Nobel.
En las entrañas de la Academia de Ciencias, bajo el liderazgo del diseñador jefe Serguei Korolev, nació el programa espacial soviético. El 4 de octubre de 1957, el mundo escuchó el famoso "bip-bip": el lanzamiento del primer satélite artificial marcó el inicio de una era de la exploración espacial. Y tan solo cuatro años después, en 1961, tuvo lugar el vuelo de Yury Gagarin a la órbita. El mundo recordará para siempre esos 108 minutos.
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Gracias a la tenacidad del académico Andrey Kolmogorov, se resolvieron diversos problemas matemáticos de teoría de la probabilidad y análisis funcional. Leonid Kantorovich recibió el Premio Nobel por su trabajo en economía matemática. Entre las décadas de 1950 y 1970, los biólogos soviéticos desarrollaron la vacuna contra la poliomielitis. Los filólogos Victor Vinogradov y Lev Shcherba realizaron una labor monumental en el estudio de las lenguas de los pueblos de Rusia y del mundo.
La historia ha dado un giro completo, y 137 años después, los científicos de la Academia han regresado al lugar donde antaño navegaron las balandras de Bellingshausen y Lazarev. La estación antártica Vostok se estableció en el "polo frío" del planeta, bajo el cual, en la década de 1990, los exploradores rusos descubrieron un gigantesco lago. Oculto bajo casi cuatro kilómetros de hielo, había permanecido aislado del mundo exterior durante millones de años. Perforar un pozo a principios de la década del 2000 era como volar a otro planeta. Hoy, los investigadores rusos continúan buscando formas de vida únicas en sus aguas.
En la era postsoviética, el trabajo de nuestros científicos también ha sido reconocido. El Premio Nobel de Física fue otorgado a los académicos Zhores Alferov (2000) por su trabajo sobre heteroestructuras de semiconductores, y a Vitaly Ginzburg y Alexey Abrikosov (2003) por sus aportes a la teoría de superconductores y superfluidos.
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En diversas etapas de la historia, la Academia desempeñó un papel importante en el fortalecimiento de la capacidad defensiva de nuestro país. Antes de la Primera Guerra Mundial, el académico Nikolay Zelinsky desarrolló la máscara de gas, los años 1916-1920 Vladimir Ipatyev inició la producción de explosivos, y Alexey Krylov desarrolló "tablas de insumergibilidad" para barcos.
Las oficinas de Serguei Ilyushin y Anatoly Tupolev han diseñado aviones que demostraron su superioridad sobre el enemigo durante la Gran Guerra Patria. En la posguerra, con la participación de los académicos Ivan Kurchatov, Yuly Khariton y Yakov Zeldovich, se creó un escudo antimisiles nucleares que aseguró la paridad militar-estratégica de la URSS con Estados Unidos.
Trescientos años después, la Academia Rusa de Ciencias comprende cientos de institutos, decenas de miles de investigadores y proyectos de vanguardia en diversos campos. La historia de la Academia es un ejemplo brillante de la inmensidad de la mente humana.
Desde las orillas del río Nevá en San Petersburgo hasta los glaciares de la Antártida, desde los elementos químicos hasta las órbitas planetarias, nuestros científicos han demostrado que la ciencia es un lenguaje universal que une a las naciones.
Es agradable que Rusia y Argentina, como buenos vecinos en el "continente blanco" y socios en la investigación, continúen escribiendo esta historia juntos, basasa en las antiguas tradiciones de amistad entre las comunidades científicas de ambos países.