OPINIóN
Adopción

Una historia de vínculos

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Mutuo. Los niños deben encontrar madres y padres preparados. | shutterstock

Hablar de adopción es hablar del valor de brindar un hogar, pero también de mirar más hondo: detrás de cada historia hay caminos de pérdida, búsqueda y reparación que merecen ser comprendidos y acompañados.

Adoptar implica un enorme compromiso emocional. Por eso, resulta imprescindible sostener a madres y padres adoptivos, no como un privilegio, sino como una condición necesaria para que la adopción sea, verdaderamente, una experiencia reparadora. No se trata solo de un acto legal: es un proceso humano y vincular que exige una mirada integral, capaz de contener también a quienes, con compromiso y amor, asumen la tarea de ser familia por adopción.

Hablar de adopción sin hablar del trauma es una omisión inaceptable. No solo por la historia de pérdidas, desarraigos y heridas que trae consigo cada niño o niña, sino también por el recorrido emocional que atraviesan quienes deciden adoptar.

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Vale una pregunta: ¿qué se necesita más en esta instancia –agilidad en los procedimientos, contención de las partes involucradas o concientización social mediante la divulgación y la psicoeducación–? La respuesta es clara: se necesita todo eso.

Urge una mirada más amplia y profunda, que recupere los fundamentos esenciales de toda sociedad: la familia, en su capacidad de brindar contención, pertenencia y vínculos significativos. Desde la práctica clínica y también desde la vivencia personal de la adopción, pude observar con nitidez que este proceso exige acompañamiento sostenido. Los niños, niñas y adolescentes que necesitan del calor de una familia deben poder encontrar del otro lado a madres y padres preparados, que hayan transitado un camino de discernimiento, reconociendo sus limitaciones y potencialidades, y que cuenten con espacios de apoyo para ejercer sus roles desde la plena conciencia de lo que implica formar una familia por adopción.

La filiación adoptiva puede ser una historia de reparación posible, pero no puede construirse sobre el abandono emocional de quienes están dispuestos a amar sin certezas. No hacen falta héroes: hacen falta padres reales, acompañados. Y niños que puedan confiar, porque quienes los cuidan también se sienten cuidados.

Es tiempo de dejar de romantizar la adopción y asumirla como lo que verdaderamente es: una práctica profundamente humana, compleja y desafiante, que requiere el compromiso de todos. No alcanza con que un niño llegue a una familia. Esa familia debe poder sostenerlo. Y para eso, necesita ser sostenida.

La adopción debe ser, ante todo, una experiencia vincular segura, acompañada y protegida. El vínculo se construye, se habita y se cuida. No hay adopción sin vínculo, ni vínculo sin acompañamiento.

El interés superior del niño no se cumple únicamente con una sentencia: se honra en cada gesto que fortalece a quienes están llamados a ser familia. Porque el amor, por sí solo, no alcanza. Pero con amor y acompañamiento, sí. Sí se puede criar, sí se puede reparar, sí se puede construir. Pero nunca solos. Nunca sin red.

*Docente del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.