Según el Ministerio de Trabajo, en marzo el 11,3% de las empresas tenían puestos vacantes sin cubrir y al mismo tiempo un 30% de la población activa, según Indec, busca trabajo. El problema va cambiando de forma constantemente y está lejos de resolverse.
Un flyer circulando por redes y medios digitales pide dos programadores part time modalidad free-lance. Al mes, la cantidad de currículums presentados fue exactamente “cero”. Otro pedido de empleo de un operario para el área de producción y mantenimiento de una empresa metalúrgica arrojó un resultado diferente pero similar: se presentaron 43 postulantes, pero ninguno con la calificación requerida. El puesto quedó vacante.
Situaciones de ese tipo son habituales en nuestro país desde hace al menos una década. Pero la velocidad de los cambios tecnológicos y las necesidades de acelerar los procesos de transformación digital para competir por productividad siendo los costos generales de las empresas locales muy altos, muestra más la complejidad del problema. Un problema que a primera vista parece contradictorio cuando hay desempleo de dos dígitos, pobreza arriba de 40% y un universo de universidades prestigiosas, con amplia diversidad de carreras de los rubros más demandados por el mercado laboral.
Según el ministerio de Trabajo, en marzo pasado el 11,3% de las empresas tenían puestos vacantes sin cubrir. El 13,3% de esas vacantes eran profesionales, 22,7% técnicos y 47,3% operarios. Al mismo tiempo, el Indec midió en su última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) un 11% de población económicamente activa desempleada y otro 18,4% de población ocupada, pero buscando otro empleo. Es decir, casi 30% de demanda activa de empleo. El mercado está mostrando que hace tiempo no tiene la capacidad de reducir la brecha entre la oferta y la demanda laboral en algunos sectores. Que las políticas que se implementan para corregir esa brecha corren detrás del problema y que ya no se trata sólo de pensar los mejores mecanismos correctores sino los más rápidos.
El más conocido. El caso de la industria tecnológica es el más conocido, especialmente por estos tiempos en que Mercado Libre contrató decenas de programadores, que no salieron de una bolsa de jóvenes buscando empleo, sino de jóvenes trabajando en pymes tecnológicas. Algo similar promete suceder con la empresa Google, que inaugurará en el país un centro de ingeniería y servicios para brindar soporte en la implementación de soluciones de migración de Data Centers, Big Data, Analytics e Inteligencia Artificial. Claro que el problema es mundial. Un informe de McKinsey & Company revela que, a la hora de contratar especialistas en el tema, hay un déficit de 1,5 millones de analistas capacitados para tomar decisiones con base en conceptos analíticos.
El problema en la Argentina es que las convocatorias de empleo en esos sectores ocurren justo cuando empujadas por la pandemia, las empresas de todos los rubros (grandes, medianas y chicas) están demandando más que nunca servicios tecnológicos para incorporarse a las redes, venta on line y toda la transformación digital necesaria para, por ejemplo, controlar stock, programar entregas o automatizar procesos, que posibiliten más trabajo remoto y más eficiencia.
En 2020, uno de los peores años de nuestra historia económica, el empleo en el sector tecnológico creció más de 3% y quedando puestos sin cubrir. En 2021, las búsquedas para cubrir puestos vacantes vienen siendo mayores, empujadas por más empresas tratando de adecuarse al nuevo contexto. “Faltan programadores y desarrolladores”, es la frase repetida, o “tenemos que rechazar trabajos porque se nos fueron recursos”, es otra. Las empresas demandan servicios informáticos que las empresas de servicios informáticos no pueden cubrir.
Para revertir eso, son muchos los municipios, provincias e incluso desde la Nación que lanzaron programas de formación de programadores, desarrolladores de software, ingenieros en datos. Hay un trabajo más intenso en los colegios secundarios para dirigir estudiantes hacia esas carreras. Lo mismo hacen las oficinas de empleos, o quienes trabajan en darle perspectiva de género para sumar a las mujeres a este sector, donde tienen muy baja participación, pero de insertarse, podrían aumentar la masa de empleo disponible, y de paso, achicar la brecha salarial entre hombres y mujeres (en ese sector se pagan salarios mayores al promedio).
Pero sucede lo mismo: por ahora la velocidad de esas acciones van detrás de la velocidad de demanda de servicios tecnológicos de las empresas, que se multiplica.
Aún así, de ir aumentando la oferta de empleo disponible en esa actividad, quedará otro problema por corregir: en la medida que la oferta laboral tecnológica siga aumentando, crecerá la migración de los que en otros momentos hubieran sido operarios o técnicos de ramas industriales, hacia el sector tecnológico, aumentando las dificultades de las empresas manufactureras de casi todos los rubros para conseguir mano de obra calificada. Es decir, se irá ampliando la brecha en otros sectores, algunos donde ya hoy la brecha existe por cierta desactualización de las escuelas de oficios o la falta de incentivos en las escuelas técnicas (caso metalúrgico).
La solución es que esas empresas manufactureras inviertan en tecnología para reducir sus requerimientos de personal. Es decir, convergiendo la Argentina a una economía con una mayor y mejor posición tecnológica. La intención las empresas la tienen. Lo que faltan son los recursos, y ese es el punto donde generalmente nos quedamos con pocas respuestas.
Algunos especialistas anticipan que la incorporación tecnológica matará el empleo. Sin embargo, el mercado viene mostrando que se ha subestimado la capacidad de generar empleo del sector tecnológico. Ahora, hay que cerrar brechas. Con 30% de gente buscando empleo no pareciera tan difícil si la formación profesional, técnica y universitaria, se vuelve lo suficientemente flexible para acomodarse a las demandas cambiantes del mundo laboral.
*Investigadora del IIEP-Baires.