—Hubo críticas a la Ley de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda porque les adelanta posiciones a los acreedores. ¿Fue correcto promulgarla?
—Las prerrogativas votadas en la ley contemplaban elementos precedentes de la legislación. Pero la ley sirve para mostrar un apoyo más amplio. Cuando uno entra en una negociación, del otro lado especialmente, tratan de identificar cuál es el mandato, el poder y la autoridad que tiene la persona y, en consecuencia, cuán amplia es su base de representación. La ley es una contribución en ese sentido. Y ayuda también a hacer algunas cosas más transparentes. Por ejemplo, fija un parámetro en cuanto a las comisiones a pagar. Eso también estaba previsto. El Ministerio de Economía muchas veces usó la facultad de negociar comisiones y establecer mecanismos de selección, tal como lo está haciendo en paralelo. Ahora eso se amplía bajo la ley.
—Desde el punto de vista técnico, ¿la ley es solo retórica pero tiene valor político?
—El valor político es un capital para la negociación. Del lado de los acreedores siempre se quiere saber cuál es la autoridad, la facultad, la base de apoyo y la representatividad del negociador.
—Martín Guzmán dijo que la decisión de Axel Kicillof de posponer pagos de la deuda de la provincia de Buenos Aires estaba coordinada con el gobierno nacional. ¿Es posible que lo haya dicho para disimular desavenencias dentro del Gobierno y no haya sido una decisión coordinada?
—Hubo algún grado de coordinación. O por lo menos cierto intercambio de información. Cada una de las partes, digo la Nación por un lado y la provincia de Buenos Aires por el otro, establecieron cuáles serían los criterios para tomar decisiones. La provincia de Buenos Aires tiene un cronograma más acelerado de vencimiento de capital con bonos de legislación internacional de lo que tiene la Nación. Por eso, se vio forzada a lanzar su planteo, mientras que la Nación contaba con más tiempo. Estoy seguro de que todas estas cosas fueron conversadas previamente. No es necesariamente parte de una gran estrategia de combinación. No se trata de la Nación mandando señales a través de la provincia de Buenos Aires.
—¿Tuvo Guzmán que salir a decir que está concertado para evitar ruidos?
—La palabra que usó fue “coordinado”. Concretamente: la Nación se planteó para qué enviar fondos a una provincia y de manera extraordinaria ante la restricción presupuestaria. Y además, todo sucedía en un contexto de preocupación en cuanto al significado de brindar salvatajes a jurisdicciones que tienen autonomía jurídica.
—¿Coordinación tácita?
—Es el resultado de una o varias conversaciones entre ellos donde cada uno tenía en cuenta sus áreas de responsabilidad e intereses específicos: la Nación por un lado y la Provincia por el otro.
—¿El 31 de marzo para cerrar la renegociación de la deuda nacional no es también un cronograma acelerado?
—El cronograma cuenta con diferentes instancias. Las primeras parecen bastante factibles y fáciles de completar, cuestiones como la selección de distintos agentes desde los aspectos de la información hasta los asesores financieros, otros para la colocación, canjes, consentimientos que se busquen. Me parece más apretado lo que tiene que ver con consultas y aprobaciones de los tenedores de bonos. En este aspecto nos falta conocer los detalles ulteriores, pero hay cuestiones de características de la propuesta, sus fundamentos, especialmente en cuanto a la clarificación respecto al programa económico, la sostenibilidad de la deuda y cómo la propuesta se inserta en esos términos. También en lo referido a cuestiones administrativas y de aprobaciones que existen en distintos fondos.
—¿El 31 de marzo puede estar una parte encaminada pero no totalmente obtenido el 66% o el 75% de los votos y concluida la renegociación?
—Es una posibilidad. Estas mayorías funcionan en distintos niveles. Para lo que hace a la legislación argentina, no hay requerimiento de mayorías. Se supone que el Gobierno mirará qué es lo que acuerda bajo legislación internacional y aplicará términos similares, pero en ese caso el procedimiento es bastante más simple. En lo que se refiere a la legislación internacional, hay distintos grados de mayorías requeridas, según el bono en particular y según también el conjunto, y además si uno quiere ampliar la aplicación a otros bonos.
—¿Qué habría pasado con la deuda si Mauricio Macri hubiese sido reelecto?
—Ya bajo su gobierno, y mucho antes de que se visualizara el cambio de mando del Poder Ejecutivo, hubo una disrupción en el acceso a fondos, del mercado internacional particularmente. Sabido es que la administración de Macri parecía muy propensa a tomar esos fondos y se encontró con un corte en enero de 2018. Entonces, esa administración hubiera debido ver cómo restauraba la credibilidad y el acceso, más allá de tener un programa acordado con el Fondo, al cual también recurrió ese año. Y eso posiblemente hubiera implicado una renegociación también. No está claro que hubiera tenido más acceso en términos convenientes a los mercados voluntarios. Había una trayectoria de deuda creciente, una recesión importante, una inflación fuerte y salida de capitales. Un contexto que hubiera llevado a un replanteo de la deuda tarde o temprano.
—¿Quién podría renegociar en mejores condiciones la deuda: Fernández o Macri?
—No estoy seguro. Depende en gran medida de la calidad del programa que se presente y no solo de quién está a cargo del Poder Ejecutivo. Y esto tiene un aspecto político de apoyos y concreciones que se puedan hacer al respecto. Pero también su factibilidad dependerá del diseño del programa. La clave está en la sustancia de lo que proponga, las cosas concretas.
“No está claro que Macri hubiera tenido más acceso en términos convenientes al mercado de crédito voluntario.”
—¿Ayuda que Joseph Stiglitz declare que habrá que hacer quitas significativas?
—No tiene gran efecto. Está claro que es la opinión de alguien que tiene su audiencia, respetado en varios círculos. Pero a efectos de tomar decisiones, la mayoría va a mirar el programa, va a mirar el contexto y no tanto las declaraciones de una u otra persona.
—¿Y el Papa? ¿Con el evento en el Vaticano con Kristalina Georgieva, el mismo Stiglitz y Martín Guzmán?
—Hace al armado político y de presentación y aceptabilidad entre determinados círculos. Contribuye quizás al diálogo, pero lo esencial es la sustancia.
—¿Sustancia sería un plan económico que le otorgue sustentabilidad al repago?
—También su ejecución.
—A posteriori...
—Sí. Pero tengamos en cuenta que muchas veces el camino del infierno está plagado de buenos deseos. Buenas intenciones que en más de un caso se frustraron. Por lo tanto, la parte de ejecución es particularmente importante. Entonces, lo que surge es una apuesta al futuro, porque es imposible asegurar cómo se van a dar. Lo que se puede evaluar es si hay mayor o menor credibilidad, mayor o menor confiabilidad, además de la consideración del mismo programa.
—¿Es correcto decir que los acreedores son también responsables porque, al sumarse a una tasa de interés tan alta, asumían implícitamente una deuda con riesgo de default?
—Lo diría de otra forma. Las tasas eran las vigentes en general. No hubo demasiado desvío ahí. Pero cabría la pregunta de por qué esas eran las vigentes. ¿Por qué Argentina sistemáticamente en las últimas décadas paga tasas de riesgo superiores? Y esas tasas de riesgo superiores son indicativas no solo del resultado de la evaluación, sino también de la remuneración que algunos esperan por tomar el riesgo, aun a sabiendas de que puede fallar. En el diseño del programa en particular, y para Argentina del futuro en general, es muy importante bajar ese componente de riesgo. Al bajar la componente de riesgo todo se hace más predecible, las reglas de juego se tornan mucho más concretas y son sostenibles. El resultado es una economía en la que existen posibilidades de crecimiento y de generar oportunidades.
—¿Pero los acreedores privados son responsables?
—Sabían el riesgo que estaban tomando, no era algo imaginario. No sé si esto los torna responsables. Cada uno tendrá que verlo.
—Si Argentina pudiera volver a emitir deuda en dólares con una tasa de interés del 7%, ¿no se les podría volver a decir a los acreedores en el futuro: “Ustedes sabían que esa tasa de interés era el triple de la que paga el bono norteamericano y son responsables de otro default”?
—No hablaría de responsabilidad, sino de riesgo. Debería buscarse un sistema mejor que el usado. Una de las condiciones del gobierno nacional para fundamentar el arreglo, y mantenerlo en el futuro, es que Argentina como país ya tiene o tendrá un nivel de deuda que no es holgado. Además, como país, intentará no depender de nuevos financiamientos que le puedan otorgar. Por lo menos en los próximos años. ¿Por qué? Porque estaríamos ante un nuevo problema, tanto por la acumulación de deuda como por lo que puede ser el descalce: la condición de que el país funciona en pesos y mucha de su deuda se encontraría en moneda extranjera. Cuando las cosas van bien, la moneda extranjera está barata; pero cuando las cosas van mal se encarece. Y ahí es cuando todo se encamina hacia lo peor.
“Alberto Fernández fue quien decidió las responsabilidades respecto de quién negociaría la deuda.”
—¿Cuál sería ese nivel de deuda aceptable para la economía argentina: renovar la existente o cancelarla?
—Renovar. Al menos en principio. Pero aclaremos: hablamos de deuda para el sector público nacional. Dejaría el terreno más abierto al sector privado para la posibilidad de emitir deuda y lograr inversión directa, algo que podría dinamizar la economía. Porque el sector privado, en términos generales, no tiene los problemas de endeudamiento en el nivel complicado de sostenibilidad del gobierno nacional.
—¿Hay riesgo de default en la provincia de Buenos Aires?
—Sí, hay riesgo.
—¿Y cuál es tu pronóstico respecto del nivel nacional?
—Tarde o temprano va a haber un arreglo. Es lo racional para el gobierno nacional y para los acreedores. Las otras alternativas son peores. Pero en ese arreglo hay que ver los detalles, como los términos del acuerdo. Y eso llevará a algunas rispideces en las conversaciones y alteraciones en los precios de mercados. También podrán surgir en cuanto a las percepciones de si hay default o no.
—¿Podría renegociarse la deuda a nivel nacional con la Provincia en default?
—Podría ser, pero también es preciso hacer varias aclaraciones. La palabra default se usa con distintas acepciones.
—Hay grados.
—No es un secreto que Argentina no cumplió con los términos contractuales que tenía acordados con determinada deuda bajo legislación local. Es algo que sucedió el año pasado, pero sigue en este. Para algunos también es default. Otros afirman que default es solo dejar de pagar los vencimientos contractuales con los bonos bajo legislación internacional. Mi opinión es que esa es una cuestión no solo semántica, sino que tiene implicancias prácticas. Como es más fácil a veces, y algunos consideran que no es default no cumplir con los términos de las obligaciones bajo legislación local, se entra en esta situación de falencia sobre legislación local. La gente sabe eso, porque por lo menos tiene historia. Creo que las cosas van a cambiar. Y está claro también en la estrategia expresada por el gobierno actual: no quiere darle un tratamiento inferior a lo que tiene que ver con legislación local. Si son pesos, se puede respetar más. Eso restauraría la credibilidad en las reglas de juego: es algo para mantener y que hay que lograr a lo largo del tiempo. Con ello también se baja la propensión a buscar refugio por parte de los ahorristas en moneda extranjera.
Muchos se refugian en el dólar y piensan que cuanto más lejos de Argentina, mejor. Es algo que no sucede en otras economías, incluyendo varios de los países vecinos. Si se consigue cambiar el ciclo, porque los recursos en primera instancia se quedan, el Estado tendrá mucho menos problemas para renovar la deuda a lo largo del tiempo, no estará tan sujeto a los ciclos. Tampoco aparecerá toda la volatilidad de la moneda extranjera. Pero a cotización de la moneda extranjera hay menos devaluación y por lo tanto mucho menos inflación. Todo esto es lo que hay que buscar restaurar en el mediano plazo.
—¿Qué sería una renegociación de deuda exitosa en términos de quita, postergación de plazo y reducción de tasa de interés?
—Hay varias maneras de llegar al mismo resultado con la combinación de esos tres elementos. Algunos van a preferir que no haya quitas de capital y dar concesiones por el lado de la tasa de interés y plazos. Es complejo pensar que solo importa uno de estos tres parámetros: la clave está en la combinación de los tres. Lo ideal es no ir por uno solo: eso implicará alguna quita de capital, sí, pero con alivio en el o los pagos de intereses y eventualmente también postergación de plazos en muchos de estos y ver cómo se compensa o no, y cómo se maneja en el tiempo este alivio de pago de intereses.
—¿A partir de qué piso de combinación de estos tres factores un acuerdo termina siendo negativo?
—El default tiene consecuencias negativas. Muchas veces uno trata de evitarlo, pero un acuerdo incumplible también es un problema.
—Sería un default futuro.
—Exactamente. Un default futuro no solo depende del arreglo, sino mucho más de otros factores. Uno está en las proyecciones sobre el funcionamiento de la economía argentina para el futuro: cuanto más próspero sea, resultará más aceptable financiarlo a través de determinado nivel de deuda o renovación de la deuda. Por eso se hacen particularmente importantes el programa económico y el apoyo político, y la manera de sostenerlo a lo largo del tiempo. Se necesitan más políticas de Estado y no tanta volatilidad. Y en eso también aparece como un elemento bajar la tasa de riesgo de Argentina. Al bajarla, uno puede tener transiciones mucho más suaves y permitirse a lo largo del tiempo lograr esos objetivos.
“La renegociación depende más de la sustancia del programa que de quién está a cargo.”
—Si no se baja la tasa de riesgo argentino, ¿estaríamos ante un mal arreglo?
—Exactamente.
—¿Existe la posibilidad de que la economía argentina crezca más con un default que con un mal arreglo?
—Los países que recurrieron al default tuvieron problemas después. Al principio quizá sintieron un alivio pero existen muchísimos casos que indican que el default es un síntoma de algo que al final genera problemas recurrentes y mal funcionamiento. Lo que uno busca es sentar las bases de mejoras que abarquen al conjunto de la sociedad.
—¿Qué posibilidades le asignás a un buen acuerdo, uno malo o un default?
—Un buen acuerdo es lo más probable. Sí veo que quizá no lleguemos a él a través de una línea recta y que no todo sea tan fácil como algunos estiman. Un mal arreglo me parece más difícil. Pero el mal arreglo también se explica a través del funcionamiento de la economía y qué programa. También eso tiene una chance, especialmente porque no estoy seguro de que seamos conscientes y tomemos las acciones para no incurrir en problemas. Y no es tanto por el arreglo que se consiga, sino por curar realmente a una economía que continuamente o muy seguido cae en problemas de bajo crecimiento, tensiones sociales y alta inflación.
—¿Es indistinto que la reducción de la deuda tenga diversas proporciones de menor tasa de interés, mayor plazo y quita?
—No es tan así. Por eso la importancia de la tasa de riesgo. Si la tasa de riesgo no cambia, estamos frente a una reducción de valor presente. Si uno logra un buen arreglo inserto en un programa creíble y que demuestre caminos de mejoras, debería bajar sustancialmente la tasa de riesgo y en consecuencia subir el valor presente del arreglo, aunque tenga quitas.
—¿El valor de los bonos?
—Sí.
—¿Que la renegociación logre una reducción de lo que Argentina tiene que pagar, sin que los bonos sufran la misma caída en su valor presente y aumenten?
—Exactamente. Por eso es un gran incentivo y el gran indicador. Por eso decía que todos pueden ganar en esto.
—¿Qué nivel de reducción implicaría un aumento del valor de los bonos?
—Hoy Argentina tiene un llamado riesgo país de 20 puntos anuales sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
—Riesgo país de 2 mil, equivale a 20% más que el bono norteamericano, tasa de interés del 22%.
—Exactamente. Si uno mira los países vecinos, Chile, Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay, ahí las diferenciales son, en promedio, menos de dos puntos sobre la tasa de Estados Unidos; dos puntos sobre la tasa de Estados Unidos significa entre 4% y 5% anual para el largo plazo, contra ese más de 22% que paga Argentina. No llegaremos al 4,5% o 5 en un día porque va a haber escepticismo e incidirán distintas circunstancias.
—En 2017, el mejor momento de Macri, el riesgo país estuvo por debajo de los 500. ¿Se podría recuperar eso?
—Si recuperamos esos niveles estaremos frente a ganancias de capital muy fuertes para los bonistas. Lo principal es que la economía pueda empezar a funcionar y que entremos en un círculo virtuoso, porque cualquier nivel de deuda, sea alta o bajo, con una tasa de riesgo de ese nivel actual, va a terminar en problema.
—Si el programa transmitiera confianza, ¿cuál sería una quita total que no resulte agresiva para los mercados y baja el riesgo país?
—Hice algunos ejercicios moviendo plazo, tasas o pago de intereses, y quitas de capital. Con esos tres elementos pensando en una tasa de riesgo, elevada comparada con otros países, pero mucho más baja que la actual, la quita estaría en el orden 35%. En términos de valor presente, esa sería la cotización de los bonos con tales parámetros, y comparado con el valor nominal de la obligación, que se compra mucho más barato.
—Como los bonos hoy cotizan a menos del 50%, si la quita verdadera fuera del 35% y ese fuera el valor de los bonos, los bonos aumentarían de 50 a 65: entre el 15% y el 20%. En esa hipótesis, ¿cual sería el riesgo país?
—Más bien en 600. En este cambio también Argentina baja el peso de sus obligaciones contractuales. Por eso dije que es una situación de ganancia. Ganan los acreedores, gana Argentina, y fundamentalmente la economía tiene una posibilidad de recuperación.
—Con alivio financiero, ¿los primeros dos años no se pagarían intereses ni capital?
—Hay un alivio financiero, aparte del económico. Pero depende de qué bonos y cómo se traten. Imagino que lo que es legislación local en pesos se va a mantener corriente y lo que es legislación extranjera o legislación local de más mediano plazo, va a tener un alivio en el pago de intereses y capital. Pero parece difícil que el tenedor de título deje de cobrar todos los intereses. Probablemente se llegue a un arreglo que incluya algún pago de intereses inicial bastante menor.
“Algunos podrán tener la sensación de un default por la rispidez de las discusiones.”
—Fuiste jefe de la negociación de la deuda externa entre 1989 y 1993. ¿Qué diferencia encontrás ahora?
—En esa época había una inflación mucho más alta que la de ahora; también era una economía bastante más chica. En ese momento, Argentina tenía una conciencia mayor que ahora de sus dificultades estructurales de funcionamiento de la economía. Hoy nos sentimos un poco más holgados al respecto. Tenemos una actitud un poco más relajada.
—¿La hiperinflación hizo tomar conciencia de la gravedad de la situación?
—Sí. Y también eran habituales los cortes energéticos, los teléfonos eran muy escasos. Había todo tipo de dificultades en el día a día. En los supermercados solía no haber lista de precios, uno se enteraba cuánto tenía que pagar en el momento de llegar a la caja. Los acreedores estaban concentrados en bancos. Hoy, la concentración es en bonistas, está mucho más dispersa. También había mucha mayor influencia que ahora de la parte oficial internacional: de países, organismos de crédito multilateral. Eso tiene ventajas y desventajas.
—Que las tasas de interés fueran más altas en aquel momento hoy es una ventaja.
—Es una ventaja sustancial. Ahora es mucho más fácil. Es muy bueno tu punto. Recordemos: cuando Argentina en los 80 tenía que enfrentar esos temas de deuda, la tasa de interés normal para Estados Unidos era superior al 7%. Hoy estamos con tasas de largo plazo inferiores a 2%. Y en muchos lados están esas negativas, lo cual es insólito.
—Te volvió a tocar renegociar deuda en épocas de Domingo Cavallo, en 2001 con el megacanje.
—El llamado megacanje fue una decisión política concentrada del ministro. Teníamos bastantes reservas técnicas al respecto. Pero una vez tomada la decisión, resultaba mucho más costoso dejar de implementarla. El riesgo de default era muy grande. Las tasas de interés eran altas también. Una situación muy distinta a las circunstancias actuales donde las tasas son mucho más bajas, lo que permitiría un esquema más ordenado.
—¿Esta sería la renegociación más fácil?
—No digo que la más fácil. Cada una tiene sus características. Esta es por un monto más grande y puede tener sus complejidades obtener las mayorías para un acuerdo. Tenemos también una economía un poco más ordenada. No diría que estamos en una situación satisfactoria ni remotamente, pero hay algunas bases de mayor posibilidad de crecimiento.
—Dijiste que IMF (la sigla inglesa de FMI) quiere decir en realidad “it’s mostly fiscal”. El Fondo, al poner acento en lo fiscal, va al corto plazo, mientras que en un verdadero plan de largo plazo lo fiscal es menos importante. ¿Hay un cambio en aquel Fondo de hace veinte años de 2001 y este de hoy?
—Algo de eso sucede. Para empezar, el Fondo hoy pone a disposición magnitudes de dinero muy superiores a las de esa época. Y hay un cambio también en la manera de ver la trayectoria fiscal a lo largo del tiempo. En ese momento era muy de corto plazo. Hoy existe la visión de que es mejor intentar hacer compatible el corto con el mediano y el largo plazo. Nuevamente, un tema que nos lleva a la coordinación y la coherencia que se presente desde el conjunto económico, que esto es fiscal, monetario y de mejoras en el funcionamiento de la economía, cosa de darle posibilidades.
—Así como se aprendió de la megarrecesión de 1929, ¿también se aprendió de las crisis de deuda soberana?
—Uno desearía que las cosas se modifiquen más rápido, pero percibo algo de eso, por ejemplo, en las llamadas cláusulas de acción colectiva. Antes se requería como unanimidad y eso dificultaba mucho y incentivaba el tratar de quedarse afuera y no ser colaborativo en una solución beneficiosa para el conjunto. Otro cambio es la magnitud disponible de financiamiento en determinadas circunstancias. Pero lo fundamental está en salir en el cortoplacismo. Y también en otorgar libertad a los países para llevar adelante políticas.
—¿No hay solo una receta?
—No es una receta. Cada país tiene que hacerse cada vez más responsable de sus propias acciones. Lo cual tiene sentido, porque para empezar sus autoridades son quienes responden al electorado y quienes ejecutan sus propias decisiones también.
“El sector privado no tiene los problemas de endeudamiento del gobierno nacional.”
—¿Y el plan económico que acordó el gobierno de Macri con el Fondo Monetario fue una receta? ¿El Fondo es corresponsable del resultado?
—Es un plan que hizo Argentina discutido con el Fondo. Quizás el Fondo influyó en determinados elementos, quizás lo sometió a cierta coherencia. Una de las cosas que ocurrió en la administración anterior es que muchas veces, las partes no coordinaban entre sí. Eso generó inconsistencia en la macroeconomía. Inconsistencias, por ejemplo, entre las políticas de precios con la política monetaria, la receta de manejo cambiario y el endeudamiento.
—Pero eso es previo al acuerdo con el Fondo.
—Luego intentaron ser más coherentes. A eso se sumó una evaluación de trayectorias futuras incorrecta. Creo que se trató de un plan preparado por la Argentina. El rol del Fondo fue dar coherencia y corregirlo en algunas circunstancias.
—¿Te consultaron en algún momento durante el gobierno de Macri sobre qué hacer con la deuda?
—Hubo conversaciones. Más de una vez les marqué los riesgos que tomaban y algunas inconsistencias.
—Sobre la cláusula de acción colectiva “anti fondos buitre”, ¿queda o no un margen de interpretación sobre que las mayorías pueden no obligar a los demás?
—Que tenedores de mucho peso de determinados bonos, que aceptan determinados términos, determinados criterios, puedan imponer esa mayoría a algún bonista en particular de una serie que no tiene la mayoría requerida por ese bono en particular. Es lo que se llama la agregación, que es cuando la mayoría del total se impone desde un bono en particular.
—Que la mayoría de los acreedores de la suma de todos los bonos haya votado aceptar, pero en algunos bonos en particular no se haya conseguido mayoría a favor, ¿ahí es donde estaría el riesgo?
—Eso es lo interpretable. Porque hay un criterio mencionado de uniformidad. Pero esa uniformidad puede ser interpretada.
—Vos tenés un récord, fuiste viceministro o secretario importante de los siguientes ministros: Juan Vital Sourrouille, Juan Carlos Pugliese, Jesús Rodríguez, Miguel Angel Roig, Néstor Rapanelli, Antonio Erman González, Domingo Cavallo, José Luis Machinea, Ricardo López Murphy, y en la segunda gestión de Cavallo. ¿Qué te hizo necesario para tantos ministros de Economía?
—No lo sé. Estoy seguro de que me concentraba en el trabajo. Intentaba acumular una visión, información y aconsejar o mencionar las alternativas disponibles.
—Ser un especialista. También integraste el equipo de renegociación de la deuda en esta administración en diciembre. Pero luego no quedaste. ¿Qué sucedió?
—En realidad, nunca se formalizó el anuncio. Acordamos que ayudaría a pensar y considerar cómo encarar el trabajo, qué elementos tener en cuenta y también acordamos no entrar en información sensible o confidencial. Una vez terminada la primera etapa de información y de ayuda para afrontar la tarea, comenzaba un segundo momento, que implicaba acceder a información confidencial, privilegiada o sensible. Entonces, era mejor llegar hasta ahí.
—¿Era algo hablado con Alberto Fernández?
—No llegué a hablar con Alberto Fernández. Sí con Martín Guzmán. Esa era la posibilidad. Pero este alcance lo terminamos de definir durante el mes de diciembre.
“Si bajamos la tasa de riesgo país, la economía entrará en un proceso más virtuoso.”
—Ese equipo estaba integrado también por otro ex secretario de Finanzas con experiencia en reestructuración de deudas, Adrián Cosentino, que había comenzado a trabajar con Guillermo Nielsen y luego pasó a YPF. ¿Hubo ruido en ese equipo? ¿Puede ser que tu nombre fuera un significante de quita en determinado momento?
—Es una interpretación de cada cual; pero la verdad es que nunca llegamos a discutir lo que sería una propuesta concreta. Integré un equipo que se concentró en los procedimientos y el armado del trabajo, no en lo específico de una oferta. No hubo ruido al respecto.
—¿La oferta tienen que saberla solo el ministro y el Presidente?
—Mientras estuve decíamos que era preciso balancear entre el armado específico de un objetivo y la información que se debiera brindar en un país democrático. Se informaría acerca de parámetros generales, dónde se quiere llegar. Pero el objetivo concreto y en qué momento son cuestiones que conviene mantener más en reserva. Hacen al clima de negociación.
—En ese equipo estaban economistas como Guillermo Nielsen y Gabriel Rubinstein.
—Estaban desde antes.
—Antes que vos, y antes que Martín Guzmán.
—Antes de Guzmán, antes del resultado electoral definitivo. Después fue el actual Presidente quien empezó a definir las responsabilidades. Algunas se concretaron y otras no.
—¿Hay algún cambio de sesgo entre Nielsen y vos y Guzmán? ¿Idearios diferentes?
—Cada uno tiene su propia trayectoria. Claramente. La intención de todos es aportar su trayectoria y la visión que se tenga del momento. Por eso, ninguno, salvo el ministro, es quien tiene la misión de llevarlo adelante.
—¿Puede ser que vos y que Nielsen sean percibidos más “market-friendly”?
—No me consta.
—¿Cómo te considerás vos mismo?
—Trato de buscar algunos equilibrios, cuestiones que balanceen los objetivos de las distintas partes involucradas para arribar a algo que sea absolutamente factible. Tiendo quizás a escuchar más que a hablar. Pero son los rasgos de mi personalidad.
“El Fondo ya no tiene recetas: cada país debe hacerse cada vez más responsable de sus propias acciones.”
—Fernández habló mientras era candidato de una solución a la uruguaya. Pero vos te manifestaste en contra de esa idea. ¿Puede ser que el Presidente realizara un proceso de aprendizaje previo a ganar las elecciones?
—Es posible, no lo descarto. Pero no he conversado con Alberto Fernández al respecto. El sabrá.
—¿Pero vos considerás que el modelo uruguayo es inadecuado para la deuda argentina?
—Para las circunstancias de Argentina de hoy, sí. Son distintas a las de Uruguay en ese momento.
—También dijiste que la renegociación de la deuda debe ser una política de Estado. ¿Deberían participar integrantes de la oposición también en la discusión?
—Es parte de lo que se hizo en el Congreso. Pero una participación directa de la oposición es muy difícil. Hay un Poder Ejecutivo que tiene esa responsabilidad. Sí cabe digamos informar, y también consultar sobre determinados progresos. Y que todos nos hagamos cargo de lo que puede ser el resultado de los nuevos términos de deuda. De manera de no volver a revisar los acuerdos con cada cambio de gobierno.
—Escribiste en University Press y con Guido Sandleris. Tenías una relación académica con el último presidente del Banco Central. ¿Es cierto que dejó solamente 8.500 millones de reservas netas en el Banco Central?
—Ese es nuestro cálculo, entendiendo que la diferencia entre reservas brutas y reservas netas responde a varios factores, entre ellos los coeficientes de liquidez, el respaldo de los depósitos locales en moneda extranjera como un tema importante. A eso hay que sumar algunos de los otros pasivos que tiene el Banco Central con determinados organismos que hace que se pase de reservas brutas a reservas netas.
—¿Cuanto agregó de reservas netas la administración de Macri?
—Tendría que revisar los números.
—Agregó mucha deuda, pero sumó algo de reservas.
—Me parece que, comparado con diciembre de 2015, aumentaron las reservas brutas. Y probablemente también las netas.
—¿Como podría Argentina “escapar de la telaraña sin caer al vacío”, título de un artículo tuyo el año pasado?
—En Argentina hay que restaurar la credibilidad en materia de reglas de juego: tratar de bajar fuertemente la tasa de inflación, que el peso sea efectivamente o se vaya convirtiendo efectivamente en medio de pago, que existan posibilidades de ahorro de mediano plazo. Eso se logra a partir de una menor salida de capitales, y eventualmente, con el ingreso de capitales para inversión en el futuro. A eso se suman los factores más de fondo de la economía argentina: hay que darle más dinamismo. Mi impresión es que estamos en un esquema muy rígido comparado con lo necesario. Se precisa una economía muy flexible que se adapte a cambios tecnológicos, que ocurren a alta velocidad. La Argentina está mucho más allá de sus recursos naturales solamente. Debe tener un protagonismo importante en el uso del capital humano, en tecnología y desarrollo, eventualmente.
—En la revista “Fortuna” dijiste que la deuda no es un hecho aislado ni se puede resolver aisladamente. En la negociación, hay que incluir un plan que termine con sus causas. ¿Existe dicho plan en la cabeza de Guzmán?
—Uno habla de tres niveles que deben cumplirse. Uno es el mandato político; lo segundo es el programa económico y su ejecución, y tercero, adaptar los términos financieros, esto es la deuda. No estoy a cargo, pero me parece que se está trabajando sobre el segundo nivel. Me da la impresión de que lo primero que decidieron enfrentar es la cuestión fiscal de corto plazo. Por eso, el paquete de emergencia. Eso se complemente con cuestiones monetarias y con la política cambiaria para adelante, La clave está, sin embargo, en trabajar sobre cómo romper la telaraña. Esta es una economía que perdió el ritmo. Cada tanto tiene un salto, como por ejemplo, el de la mejora agrícola, por mejora de productividad o de precios o por conseguir los fondos a través del Gobierno para inyectarlos en la economía. Tenemos que tener una fortaleza superior. Eso es algo a resolver.
“Cuando las cosas van bien, la moneda extranjera está barata; pero cuando la cosa va mal, se encarece.”
—Guzmán también escribió sobre la deuda. ¿Su visión coincide en la necesidad de reparar las causas de la deuda?
—Leí algunas cosas, no sé si todo lo que escribió. Conversé con él en varias oportunidades. Mi sensación es que lo mira en esos términos: que hay que resolver otros temas también, que la sostenibilidad de la deuda depende de la trayectoria y la resolución que se dé a los problemas que se reflejan en mayor o menor grado de deuda a lo largo del tiempo.
—¿Podría elegir Argentina el camino del default y crecer desde ahí?
—El Gobierno no tiene esa intención. Están pagando. No se entiende que lo hagan, si no tuviesen tal intención. Si no quisieran pagar ¿para qué usar las reservas acumuladas en estos momentos?
—¿Podría ser la intención de la Provincia?
—Tampoco. Lo que manda es la caja. Nunca se defaultea por placer. Tienen que enfrentar con cuántos recursos cuentan y cómo los usan. La Provincia tiene posibilidades mucho más limitadas que la Nación. No está asegurado el resultado, pero la apuesta es tratar de evitarlo. Por eso el apuro actual.
—Hablabas de una oportunidad en materia de deudas para los privados. En tu consultora, Quantum, tenés una cantidad de empresas a las que asesoraste, Companc Energía, Alpargatas, IBM, Natura, Petrobras, HSBC, TGNC, Tecpetrol, Axion, Sancor. ¿Qué les aconsejarías a ellos en materia de deuda?
—Que hay mucho para mejorar, hay muchas oportunidades que se pueden aprovechar especialmente a partir de algunas de las condiciones que tiene Argentina hoy. Se necesita paciencia, eso sí.
—¿Les aconsejarías comprar acciones de Argentina a extranjeros?
—Están baratas. Pero me pueden contestar que es factible que estén más baratas. A mí me parece que Argentina en algún momento va a mejorar.
—Sos un experto en economía capitalista, pero tu apellido es Marx.
—No. Carlos Marx era mucho más experto que yo en economía capitalista. Si uno lo lee, casi todo es el análisis de la economía capitalista, cómo se llega y cómo puede llegar a tener problemas después si aparece alguna solución. Su análisis es fundamentalmente sobre la economía capitalista. Al lado de él me siento una cosa infinitesimal.
—¿Qué sucedía al decir tu apellido a la hora de negociar por Argentina?
—Alguna vez, en el año 1987, Mario Brodersohn me presentó de la siguiente manera: “Me siento a la derecha de Marx”. No fue la única vez que me sucedió.
—El año pasado fuiste noticia porque yendo en bicicleta desde tu casa, en el barrio de Martínez, a tu trabajo, en el centro de Buenos Aires, recibiste una cuchillada durante un robo. ¿Seguís yendo de tu casa a la oficina en bicicleta?
—Sí.