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Fin del bipartidismo | Rouquie describe los nuevos ideales de la democracia

El intelectual explica por qué considera que la política debe superar la lógica binaria.

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El intelectual francés fue entrevistado por Jorge Fontevecchia. | César Calvo.

#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro



— Yo quería citar una de su libro. Usted dice acá: “La democracia ha triunfado en el mundo, o más bien se ha universalizado. En 1947 se estimaba que había once estados con regímenes pluralistas representativos contra treinta en 1974, y ciento veinte sobre ciento noventa hoy en día”. O sea, ese milagro se ha extendido a muchos más países.

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— Yo creo que hay que corregir eso, o que hay que agregar algo. Hoy en día, de ciento noventa y tres países en el mundo, hay cinco países comunistas que tienen otro sistema. Y los demás, ciento ochenta y ocho, se dicen democráticos, tienen constituciones democráticas, basan su poder en el sufragio universal, y a partir de ahí…

— Hay diferencias.

— Hay diferencias, y hay países en que, por divisiones en clanes, tribus o regiones, es más difícil tener una democracia que funciones con alternancia, con derechos humanos, etc. Y otros países en que, por razones que podrían indicar, en caso de las democracias hegemónicas en el siglo XXI de América Latina o de otro lugar, rinde homenaje a la democracia, pero como se decía, se acata, pero no se cumple, ¿no? Se acata la democracia, pero no se cumple porque no puede, porque hay razones para no… Y es un homenaje que se da a la democracia considerando que todo el poder viene del sufragio universal, pero a partir de ahí, se maneja la vida política de otra forma. Y es una democracia hegemónica que no solo existe en América Latina, sino que veo muy activa en países como Rusia, o como Turquía, por ejemplo. Y eso lo mencioné en el libro.

— ¿Leyó el libro de O’Donnell “La Democracia con el Concepto de la Democracia Deliberativa”?

— No.

— Porque usted utiliza distintos conceptos a lo largo del libro, y para marcar la hibridez habla de la dictablanda o de la democradura. La democradura sería una de las formas en las que la dictadura se hace aceptable. Se disfraza de, o se usa el ropaje del voto universal para hacer legítimo una democradura. Otra de las denominaciones era autoritarismo competitivo, obviamente democracia hegemónica, democracia plebiscitaria, dominación carismática, cuasidemocracia. Pero son todas formas de denominar un sistema en el cual hay elecciones…

— Prefiero, prefiero la mía, ¿no? Con toda modestia, prefiero a la que utilizaron. Porque autocracia competitiva, autocracia eso…

— Autoritarismo competitivo.

— Autoritarismo competitivo me parece totalmente fuera de la lógica del autoritarismo. El autoritarismo nunca es competitivo. Nunca.

— Todas estas definiciones…

— Y autocracia electiva tampoco.

— Y nunca una democradura. O sea, nunca una democracia puede ser dictadura, pero todos estos comparten, todas estas definiciones comparten un elemento en común que son híbridos que tratan de construir un silogismo sobre la combinación de elementos que en sí mismos son un oxímoron.

— Exacto, exacto.

— Muy bien. Pero, todos tienen el mismo gen, dado que los golpes militares hoy son inaceptables, dado que hoy una invasión de un país a otro es inaceptable.

— Sí.

— ¿Cómo podemos revestir un sistema autocrático de legitimidad?

— Eso.

— Todos tienen en común eso.

— Con una diferencia, que mi concepto introduce el concepto de evolución y de tiempo.

— A ver.

— Lo que, bueno, democracia hegemónica significa un sistema de origen democrático que poco a poco, por distintas razones, trata de limitar el libre juego de las instituciones. Puede llegar hasta el final, que es casi una dictadura, o puede quedarse de forma moderada, mesurada, con esa tendencia hegemónica que existe. Tomamos, por ejemplo, la Hungría de Orbán (SIC 00:55:27). No es una dictadura, no es una democracia hegemónica, pero hay tendencia hegemónica. Polonia hoy día -y eso plantea muchos problemas para la Unión Europa, para los amigos en Bruselas- está en esa tendencia, en esa evolución, pero todavía es una democracia por supuesto. El pluralismo, la pluralidad de partidos todavía no se toca, pero se toca la Corte Suprema y se toca la Justicia, se toca los medios de comunicación, etc. Por eso creo que… no estoy aquí para defender mi punto de vista…

— No, no. Me parece muy bien.

— Creo que el concepto que utilicé es más adecuado a los regímenes a los que me refiero, que son regímenes populares y no dictaduras disfrazadas.

— Pero esa hegemonía, y yo mismo utilicé la figura hegemónica para decir que en realidad lo que tenemos son hegemonías simultáneas y continuadas. O sea, lo que se percibe es que cada vez es más difícil gobernar con un sistema de bipartidismo donde la oposición es lo suficientemente fuerte como para controlar al oficialismo y sucederlo. Y luego el oficialismo, al perder, mantenía la fuerza, no se desintegraba, para controlar ahora nuevamente al oficialismo y sucederlo. O sea, lo que claramente se está viendo es que hay ciento veinte países que adhirieron a la democracia, pero no al bipartidismo. Es decir, el bipartidismo está en decadencia. La democracia, o el sistema de partidos, el sistema de elección de presidentes a través del voto popular está en crecimiento en las últimas décadas, pero el bipartido, no. Al romperse el concepto de bipartidismo, evidentemente quien gobierna no tiene una oposición fragmentada. Y si quien gobierna tiene una oposición fragmentada, la hegemonía es casi natural. Entonces, la causa de la hegemonía es la falta de bipartidismo. Me pregunto.

— No creo que el bipartidismo sea el ideal de la democracia. Puede haber democracia sin bipartidismo y que funciona más o menos bien. Hasta el país que creó el bipartidismo…

— Estados Unidos.

— No. Son los ingleses primero. La madre del Parlamento. El sistema parlamentario con un bipartidismo que es de toda la historia. Cualquiera sea el nombre que se le daba, desde que tiene parlamento Gran Bretaña, tiene un bipartidismo. Bueno, ahora cuántos partidos tiene, por lo menos cuatro. Sin contar con los escoceses, etc. Bueno, porque el bipartidismo, la democracia puede prescindir del bipartidismo. Vivimos en Francia entre 1946 y 1958 con un sistema parlamentario inestable de coalición de varios partidos. Siendo Francia un país, con Italia, que tenía una oposición comunista que representaba el veinticinco por ciento de los votos, y que nunca se tomaba en cuenta al contabilizar los votos en el parlamento.

— Ahora, usted, ¿no ve, doctor, no ve allí obviamente…?

— Y no había bipartidismo. Y Francia tuvo una época de prosperidad excepcional, se reconstruyó en base a un multipartidismo. Así que no es una…. La multiplicación de los partidos, cuando se limita que no llegue hasta los veintisiete, o treinta y dos partidos, entre comillas, partido de Brasil…

— Usted no lo ve…

— No implica que no se tenga una democracia perfecta, o más o menos perfecta, y que funcione.

— Un sistema parlamentario evidentemente crea posibilidades distintas, ¿no? Porque un sistema parlamentario obliga a construir alianzas.

— Claro.

— Es distinto, pero un sistema que no es parlamentario, donde el ejecutivo tiene poderes que en un sistema parlamentario están cedidos al parlamento, la situación es diferente. Entonces, probablemente tendríamos que hablar de cómo funciona el bipartidismo en los sistemas no parlamentarios. Donde lo que se percibe cuando se fragmenta la oposición, el ejecutivo pasa a controlar todo, no tiene contrapeso, no hay check and balance.

— No creo que el ejecutivo tenga que controlar todo porque no hay bipartidismo. Vamos a verlo en mi país, donde no hay bipartidismo, donde hay un nuevo partido que llegó al poder con un presidente que no tenía partido antes de ser elegido presidente, donde tenemos por lo menos cuatro partidos -y partidos además fracturados-, y no creo que esté en peligro la democracia en Francia, ¿no? Ni mucho menos.


Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.