—En 150 días el virus SARS-CoV-2 se expandió por todo el mundo, a diferencia del SARS 1 y el MERS,¿Qué explicación se puede dar esa situación?
—Excelente pregunta. Una de las principales diferencias es que, mientras con los anteriores el mundo actuó de una manera mucho más rápida, con este coronavirus hubo una demora importante en muchos países. A pesar de que ya en enero se sabía de la existencia de una epidemia en China, en Europa no fue sino dos meses después que comenzaron a implementarse algunas medidas de respuesta. Para ese entonces, el virus ya se había propagado rápidamente a muchos países alrededor del mundo. En el caso del MERS, la respuesta fue mucho más rápida, al igual que con el SARS 1. El virus no tuvo la oportunidad de propagarse hacia otros países. Además, el MERS surgió en Arabia Saudita, donde el tráfico aéreo no era tan grande, de lo que resultó un tipo muy diferente de pandemia. Sin embargo, me parece que la razón principal es que la respuesta se retrasó muy sustancialmente.
—Se encontró poco ARN viral en habitaciones ventiladas para pacientes, pero más en los baños de los pacientes y donde se cambian y se quitan el equipo de protección los trabajadores de la salud. ¿El Covid-19 podría ser transmisible a través de partículas suspendidas en el aire?
—Esta es una de las características más interesantes del virus: puede mantenerse en el aire durante un largo período de tiempo y transmitirse. No son simplemente gotas que tienden a caer por la gravedad, sino que también están suspendidas en el aire. Por lo tanto, el uso de las mascarillas es bastante eficaz a la hora de reducir este riesgo. En particular, las mascarillas pueden evitar que el virus se mueva de una persona al aire. Ha sido un método muy efectivo para minimizar la transmisión.
—También se afirma que el virus no se mantendría en superficies. ¿Se puede confirmar si se adhiere o no?
—El virus se mantiene en distintas superficies a lo largo de un cierto período. Esto se ha demostrado, hay bastantes pruebas de ello. A esto se debe la gran importancia de mantener una buena higiene de las manos, además de mantener una higiene regular de las superficies donde las personas entran en contacto con los individuos que podrían haber sido infectados. Y la duración de la supervivencia del virus en las superficies puede variar de varias horas a tan solo unas pocas.
—¿Cree en la inmunidad en rebaño? ¿Suscita una complicación ética esta postura epidemiológica?
—Son dos preguntas muy importantes. La primera sería qué es la inmunidad en rebaño y la segunda sería cuál es nuestra postura ética sobre intentar conseguirla. En primer lugar, podríamos hablar de que la inmunidad en rebaño puede lograrse de dos maneras. Una de ellas es obtener la inmunidad activa a través de la vacunación. Pero sabemos que aún estamos en el reto de conseguirla. Aunque hay varias en ensayos clínicos, casi cien posibles candidatas a nivel mundial, y ocho de ellas ya siendo implementadas en seres humanos. Hoy no contamos aún con ninguna vacuna que sea lo suficientemente segura o efectiva para ser usada a gran escala. Entonces, ninguna vacuna ha sido aprobada y probablemente tomará alrededor de 10 a 12 meses antes de que una vacuna esté disponible a nivel mundial para obtener este tipo de inmunidad activa. Pero aun si una vacuna estuviera disponible, todavía no conocemos el nivel de inmunidad que proporcionaría ni su duración. El segundo método a través del cual podríamos llegar a la inmunidad en rebaño sería a través de alcanzar un número suficiente de individuos infectados con el virus como para generar los anticuerpos. Estos anticuerpos responderían a la infección y luego se volverían inmunes, por lo que no podrían transmitirla a otros y, basados en el número de reproducción del SARS-CoV-2, esperamos que sea del 60%. Lo que no sabemos hasta ahora es si la presencia de anticuerpos tras la infección confiere inmunidad. Tampoco sabemos cuál sería el nivel de dicha inmunidad ni su duración. Entonces, si bien la inmunidad de rebaño es un concepto poderoso, no tenemos las herramientas para medirla. Lo que me lleva a su excelente pregunta sobre la dimensión ética de esto. Si no tenemos la información necesaria, será muy difícil desarrollar políticas. No sería ético desarrollar políticas que levanten las restricciones implementadas en cada país. Hay que ser muy cuidadoso antes de llevar esto a cabo, para ver el efecto de estas políticas sobre las nuevas infecciones y muertes que puedan traer.
—¿Cómo interpreta que a un porcentaje alto de infectados no se le detecten anticuerpos?
—Es una pregunta interesante. La evidencia apunta a que gran parte de los infectados sí desarrollan anticuerpos. Algunos no lo hacen, o no lo han hecho, de acuerdo a los sistemas de medición con los que contamos. Esto también podría significar que las pruebas de anticuerpos que tenemos no son lo suficientemente sensibles para detectar los anticuerpos en los niveles disponibles en la sangre. En la actualidad medimos los anticuerpos a través de una prueba serológica. Muchas de las pruebas que se desarrollaron hasta ahora no son lo suficientemente sensibles o específicas para este virus en particular. No podemos estar seguros al respecto. La mayoría de los infectados sí ha desarrollado anticuerpos, y algunas nuevas pruebas altamente sensibles y específicas han sido implementadas recientemente. Deberíamos tener más información y pruebas pronto, como para dar una respuesta definitiva
—¿Haber estado infectado garantiza inmunidad por lo menos por una estación?
—Por el momento, no sabemos el nivel de inmunidad y la duración de dicha inmunidad después de la infección. Hay dos tipos de inmunidades. Uno de ellos es lo que llamamos inmunidad humoral de anticuerpos. Y el segundo es la inmunidad celular, nacida de la respuesta de algunas de las células inmunológicas que tenemos en el cuerpo. No tenemos suficientes pruebas sobre este tema. Nuestro conocimiento de la familia de los coronavirus nos sugiere que particularmente conducen a una inmunidad que puede ser de nueve a doce meses. Así que normalmente dura una o dos temporadas. Si este coronavirus se comporta como otros coronavirus, como por ejemplo los que causan la gripe común, podríamos esperar un nivel de inmunidad que dure un año o incluso 18 meses durante una o dos temporadas. La pandemia tiene solo cinco meses, por lo que es difícil saber y tener respuestas a estas preguntas.
—Es altamente probable que los CoV, que son montones, no hayan empezado ayer a pasar de animales a humanos. Las condiciones para que eso suceda están dadas hace muchísimo tiempo. ¿Tiene alguna especulación de por qué en los últimos 17 años observamos tres eventos sucesivos y no teníamos registro de otros similares en siglos? ¿Puede suponer que fueron “llamitas” que se apagaron en Oriente sin esparcirse cuando el tráfico aéreo no era el actual?
—Otra excelente pregunta. Estoy seguro de que muchos quisieran saber la respuesta. Hay muchas teorías y pruebas científicas para ayudar a responderla. En primer lugar, sabemos que los coronavirus viven en muchos animales, especialmente en murciélagos. Y de vez en cuando saltan del excremento del animal a un nuevo huésped. Este puede ser un ser humano o pueden saltar a un puesto intermedio donde pueden cambiar o mutar y saltar a un ser humano. Y con respecto a la infección en humanos, el agua podría infectarse a través de la mutación o en el huésped intermedio. Esta mutación puede tener lugar a través de varios mecanismos, que hacen factible este salto de los animales a los humanos. La pregunta sería por qué está sucediendo esto más a menudo que antes. Las teorías son que los ecosistemas para los animales y los ecosistemas para los humanos han sido destruidos. Vivimos una era del Antropoceno (N de R: usado en el año 2000 por el ganador del Premio Nobel de Química Paul Crutzen), cuyo efecto es la destrucción de los ecosistemas. Así, se percibe una mayor mezcla de animales y humanos en escenarios que antes no existían. La oportunidad de transmisión a través de la mezcla y del cambio de prácticas entre especies aumenta el potencial de que este tipo de infecciones surja y se produzcan estas mutaciones. Vemos que los virus saltan al huésped más a menudo. Y creo que esto es lo que está sucediendo en relación con los coronavirus.
—¿Qué implicarían las diferencias entre el virus que afectó China con respecto al que circula en otras regiones del mundo?
—Es una consideración muy importante. Los virus mutan, cambian a medida que infectan al huésped y a medida que se transmiten de una persona a otra. Esta mutación significa que el tipo de virus es ligeramente diferente y cambia con el tiempo. Ahora, esto tiene dos implicaciones. Una de ellas es que si la infección confiere inmunidad, esa inmunidad puede no ser efectiva para los individuos que podrían haber sido infectados si el virus cambia. Esto implicaría que podrían volver a infectarse. Ese sería un gran problema en lo que concierne al desarrollo de una vacuna, porque se desarrolla usando partes específicas del virus. Si estos virus han mutado, los anticuerpos generados en contra de esa partícula podrían no ser tan efectivos contra el nuevo virus. La vacuna podría no ser tan efectiva o no ser efectiva en lo absoluto porque la memoria que crea para esto es para una partícula diferente. Por eso tenemos una vacuna contra la gripe diferente cada año, porque el virus de la gripe común cambia. La segunda implicación es que el perfil de la infección puede ser ligeramente diferente en poblaciones ligeramente distintas. Dada esta mutación, la seguridad desarrolla tratamientos para un tipo particular de efecto del virus. Esto puede no funcionar cuando el virus ha mutado o cambiado de manera sustancial. Tenemos que vigilar cómo cambia el virus con el tiempo, si se está volviendo más infeccioso, si se está volviendo más transmisible. También debemos revisar la respuesta de los anticuerpos.
—¿Un exceso en la aplicación de las cuarentenas podría generar más muertes futuras de las que ahora, por otros tipos de enfermedades, son generadas por una mayor crisis económica?
—Sí. Constituye un gran desafío para todos los países. La pandemia del coronavirus Covid-19 impactó en cuatro áreas principales. La primera es la causa directa de la infección que está llevando a la muerte por Covid-19. Hemos visto a cientos de miles de personas morir en todo el mundo debido a eso. El segundo efecto, que también es un efecto sobre la salud, es debido a que los hospitales abocados especialmente al Covid-19 pierden capacidad de atender a otras afecciones. Hay un retraso en el tratamiento de estas condiciones en los hospitales. Algunas enfermedades no están siendo tratadas en absoluto. Por ejemplo, muchas cirugías para el cáncer se pospusieron por semanas y semanas. Muchas personas han pospuesto su uso del sistema de salud porque o bien no pueden acceder a él o les preocupa que puedan infectarse cuando accedan a los hospitales. Luego, muchas personas, debido a que ahora están desempleadas, sin cobertura sanitaria universal, no pueden permitirse el uso del sistema de salud. Así que la segunda dimensión son estos excesos de muertes, no son consecuencia directa del coronavirus, sino de su efecto en el sistema de salud. La tercera dimensión es la crisis económica, que se cierne sobre todo el mundo. Se prevé que el PIB mundial disminuya en varios puntos porcentuales, hasta un 6% en los países desarrollados y un porcentaje aún menor en los países en desarrollo. Por lo tanto, como resultado de esta crisis económica, muchas personas quedarán desempleadas. No podrán pagar la atención médica y su salud se deteriorará. Así que habrá un número de muertes como resultado de esta recesión económica. Y la cuarta dimensión es el impacto social, debido a la crisis económica. El desempleo aumentará. La solidaridad que existe dentro de los países probablemente se verá afectada. Esto tendrá consecuencias sociales adversas, una de las cuales es obviamente una consecuencia para la salud. Así que estamos viendo los múltiples efectos del coronavirus como una especie de muñeca rusa. Pero es probable que los efectos de los daños económicos y sociales sean mayores que las causas directas de muerte del Covid-19.
—¿La idea de Bill Gates sobre implementar pruebas masivas en las entradas de cada lugar de trabajo podría ser una solución mientras se logra obtener una vacuna?
—Hacer muchas pruebas es importante porque nos dicen cuántas infecciones hay en un momento dado en un determinado lugar. Y esto es muy importante para entender la trayectoria de la epidemia, pero también para identificar a los infectados y aislarlos rápidamente, y luego poner en cuarentena a quienes estuvieron en contacto con ellos. Esto ayuda muy rápidamente a detener la transmisión, como hemos visto, por ejemplo, en Corea del Sur, que fue muy eficaz en las pruebas rápidas, el aislamiento y la cuarentena. Si están usando pruebas de anticuerpos, también sabemos cuántos individuos fueron infectados. Tendríamos una idea sobre el tipo de inmunidad de rebaño que podría estar desarrollándose al observar el número de infecciones que surgen en una zona. Esto nos ayuda a entender la evolución de la epidemia y luego introducir respuestas políticas a esto. Gran parte de las pruebas son de importancia crítica para entender dónde estamos. Sin este conocimiento, estamos a ciegas, y eso es un problema.
—Estados Unidos no tiene un sistema de salud público generalizado, ¿cómo funciona ante pandemias la cooperación con el sistema médico privado?
—En muchos países, el sector privado se ha integrado con gran eficacia a la respuesta ante la crisis. En primer lugar, la capacidad del sector privado se aprovechó eficazmente para desarrollar tecnologías, por ejemplo la telefonía móvil. Pero también para realizar pruebas, desarrollar la capacidad de ensayos para desarrollar pruebas y aumentar la producción para generar una reacción. La capacidad del sector privado también se utilizó en la gestión de la cadena de suministros, así como en la creación de capacidad hospitalaria, en algo que se denomina capacidad de búsqueda para crear un número adicional de camas en la unidad de cuidados intensivos para admitir a los afectados por el virus. Cuando el sector público y el privado han trabajado juntos, se reforzó la respuesta, estamos viendo ejemplos de ello. Es algo que también pasa en los Estados Unidos. Pero con los Estados Unidos sucede que la respuesta se retrasó mucho. Además, la respuesta varía de estado a estado. Se van haciendo cosas ligeramente diferentes. Y el problema con esto es que los virus no reconocen las fronteras. Cuando un estado tiene una política efectiva y el vecino de al lado no, puede suceder que las personas pasen del que tiene políticas ineficaces al que tiene políticas correctas. Allí no se detiene la transmisión. Y otro de los desafíos en el sistema de los EE.UU., más allá de la demora, es la inconsistencia de las políticas en la lucha contra el virus, lo cual tiene terribles consecuencias para la población.
—¿Se podría decir que el grado de eficacia en la lucha contra el Covid-19 tendrá consecuencias políticas en las próximas elecciones? ¿Afectará la reelección de Donald Trump?
—Por supuesto. Esto es política. Es importante tomar la política a nivel de país, pero también muy importante a nivel global. Vemos cómo fue la respuesta política en los países ineficaces para enfrentar el virus. Por ejemplo, en el Reino Unido, la popularidad del gobierno actual disminuyó drásticamente en las últimas semanas porque los ciudadanos sienten que el país no está respondiendo de manera efectiva, a pesar de que el gobierno actual llegó al poder con una mayoría sustancial. Vemos situaciones análogas en otros países, en los que los ciudadanos protestan o que cambian su apoyo de un partido a otro. Ocurre tanto en Latinoamérica como en Europa. Por supuesto, debemos esperar y ver qué sucede con la pandemia, todavía está en sus primeros días. Es una maratón, pero no hay duda de que los impactos sanitarios, sociales y económicos tendrán consecuencias políticas para el país. El segundo gran cambio político que estamos viendo se da en la política mundial. Vemos un cambio en el orden político actual del mundo. Vemos que se produce una polarización entre los EE.UU. y China, y que otros países se ven obligados a elegir entre uno u otro. Una vez más, es el comienzo de esta polarización. Será interesante ver lo que sucede en el futuro, si vamos a tener una Guerra Fría de nuevo con dos grandes potencias y seguidores. El sistema de las Naciones Unidas se socava ante ese enfrentamiento. Y esto incluye a la Organización Mundial de la Salud. Los Estados Unidos anunciaron recientemente que ya no cooperarán con la Organización Mundial de la Salud y que dejarán de financiarla. Esto tiene consecuencias terribles para la OMS en medio de una pandemia, dado que es su principal fuente de recursos.
—¿Es correcto decir que el Covid-19 es democrático en tanto contagia por igual a ricos y pobres en cuanto a su morbilidad, pero no lo es en su letalidad porque mueren proporcionalmente mucho más los pobres?
—Es una observación muy interesante. Justo antes de hablar con usted, estaba trabajando en una presentación, que tiene una diapositiva que alude a esto. Se dice que las epidemias son el gran ecualizador, si se mira la historia. Pero en realidad, lo que el coronavirus nos muestra es exactamente lo contrario. La pandemia del coronavirus es el gran “inigualador”. Incluso, incrementó la desigualdad. Vemos en muchos países que los infectados son principalmente individuos de grupos de bajos ingresos. Pasó en países como EE.UU. y el Reino Unido, las minorías étnicas y negras, incluyendo los países que tienen una población mixta, son las más infectadas. En segundo lugar, las personas que mueren por la enfermedad son también las más vulnerables en términos de nivel de ingresos, nivel de educación, así como las de origen étnico. Vemos cómo se expande esta desigualdad. En un país como los Estados Unidos, que no tiene una cobertura de salud universal, esto se torna más complejo aún, porque los individuos que ya son vulnerables no tienen acceso a la cobertura de salud universal. Por lo tanto, es menos probable que accedan a los servicios de manera oportuna. Todo esto refuerza y amplía aún más las desigualdades existentes.
—¿Cuánto de las protestas antirracistas de hoy en Estados Unidos son influenciadas por la crisis económica que genera la lucha contra el coronavirus en las personas de menos capacidad económica como negros y latinos?
—Es una gran observación. La pandemia destruye la salud de estos individuos de grupos vulnerables, especialmente aquellos de bajos ingresos, personas con menos educación, individuos con privaciones socioeconómicas, y otras minorías étnicas, como los latinos. Son los más afectados, a los que el virus golpea más duramente. Este grupo también es el que se ve afectado por la crisis económica porque muchos de ellos tienen un empleo informal o con muy pocos derechos en relación con la alternativa de cobrar un seguro. Muchas de estas personas se quedaron sin trabajo con el cierre de la economía. Es un grupo que padece particularmente la crisis. Luego, están las consecuencias sociales, de un grupo que de por sí está marginado y se margina más por su riesgo de infección. En América Latina puede verse lo que sucede en Brasil, en las favelas, que son muy densamente pobladas; este tipo de urbanizaciones que en otros países se llaman barrios y villas: son los lugares en los hay mayores brotes de la infección. La epidemia allí es diferente a la de otras poblaciones más privilegiadas. Lo mismo se ve en algunos países del sudeste asiático. Por ejemplo, en Singapur, las tasas de infección entre los ciudadanos de ese país son bastante estables y en realidad están disminuyendo. Pero en los trabajadores migrantes, los niveles han aumentado muy rápidamente porque viven en entornos muy congestionados.
—Estados Unidos tiene más de 100 mil muertes por coronavirus y China, que cuadriplica su población, solo tiene 5 mil muertes. ¿Son creíbles los datos de China?
—Difícil saberlo, según las informaciones proporcionadas por los países. Y es igual de complicado comparar y contrastar, incluso al hablar de mortalidad, ya que algunos países dicen que solo están registrando el número de muertes por Covid-19 en hospitales, mientras que otros las registran en hospitales, pero también en casas y centros comunitarios, como los geriátricos. Algunos registran lo que llamamos “mortalidad excesiva”, cómo aumenta la mortalidad respecto de años pasados. Incluso en cuanto a las muertes, no podemos comparar peras con manzanas. En el caso de China, no tengo información de primera mano de las fuentes de datos o acerca de la confiabilidad de la información. Me es muy difícil emitir comentarios al respecto. Pero en los medios indios hay mucha preocupación con respecto a los datos suministrados por China. También por la que brindan otros países, por supuesto.
—¿Podría haber alguna diferencia entre Oriente y Occidente en relación con la dieta, obesidad, alta presión arterial o diabetes que haga que el Covid-19 sea más letal en Occidente?
—Sabemos que el primer factor de riesgo de enfermedad y muerte es la edad. La posibilidad de muerte para los mayores de 60 años aumenta en todos los entornos, Oriente y Occidente. También la presencia de otras afecciones, como enfermedades cardiovasculares, pulmonares, renales, hepáticas y cáncer también aumentan la probabilidad de muerte. Algunos estudios recientes también demostraron que la diabetes y la obesidad aumentaron el riesgo de muerte. Ahora, en otros entornos, también vemos que el origen étnico de las personas también aumenta las probabilidades de morir. En el Reino Unido, por ejemplo, minorías negras y étnicas tienen el doble de probabilidades de morir en comparación con la población blanca. Por lo tanto, hay muchos factores que aumentan el riesgo. Lo que está sucediendo en Oriente o en Asia en comparación con Occidente es que, curiosamente, en muchos países asiáticos, el número de muertes había sido bastante bajo, así como el número de infecciones o la tasa de infección. Esto se debe en parte a que, pese a que algunos de sus países no son bastante ricos, como Laos, Camboya o Vietnam, pudieron sin embargo introducir medidas de salud pública con bastante rapidez. Fueron capaces de mantener una fuerte respuesta a la epidemia. También estamos viendo una muy buena respuesta de países de ingresos medios como Tailandia y Malasia, que también tuvieron mucho éxito en contener la cantidad de infecciones y la cantidad de muertes. Y en países más ricos, como Japón, Taiwán y Corea del Sur, nuevamente encontramos una respuesta muy efectiva. También es cierto que muy temprano las personas usaban máscaras para reducir la transmisión del virus. En general, Asia tuvo mucho más éxito comparada con Europa y América Latina.
—¿Podría ser que la tasa de mortalidad mucho más baja por Covid-19 en países orientales se deba en parte al hecho de que la población también es más joven que la de los países ricos de Occidente?
—La estructura de la población de muchos países asiáticos no es tan diferente de los países de Europa. Países como Indonesia y Filipinas tienen efectivamente poblaciones más jóvenes, pero no Japón o China. Japón tiene la estructura poblacional de mayor edad del mundo. Corea del Sur envejece muy rápidamente. No creo que ahí haya una causa eficiente.
—¿La experiencia previa de SARS preparó a los países asiáticos mejor que a los países occidentales?
—Absolutamente. Es algo observable. De hecho, recientemente entrevisté al ex ministro de Salud de Malasia como parte del programa de liderazgo de Harvard, el Programa de Voces y Liderazgo. Una de las razones por las que los países asiáticos pudieron avanzar es porque lucharon contra las epidemias durante muchos años. No fue solo el síndrome respiratorio agudo grave (SRAG); también lidiaron con el dengue, por ejemplo. Tal experiencia los llevó a tener estructuras de salud pública capaces de responder rápidamente y que les permite hacer un mejor seguimiento de los contagios. Esto les facilitó movilizar su salud pública para responder con bastante rapidez en comparación con los países de Occidente. Pero ciertamente tanto el síndrome respiratorio agudo grave (SRAG), como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), les permitió desarrollar una capacidad de respuesta rápida y la memoria para luchar con este primer coronavirus.
—¿La disciplina social de una sociedad con religión confuciana ayuda cuando es necesaria la responsabilidad individual para el combate de la pandemia?
—Es esencial: la responsabilidad individual debe combinarse con la solidaridad y la respuesta hacia los demás. Como dije antes, los virus no reconocen las fronteras, van de un lugar a otro. No importa si se es rico o pobre, que se viva en una playa o en una zona pobre. La respuesta debe ser holística e integrada. Las cadenas de respuesta deben ser fuertes y no cortarse por sus hilos más delgados. Si no hay una respuesta solidaria y colectiva, la cadena no será fuerte y toda la respuesta fallará.
—Como la obesidad es uno de los factores de riesgo, ¿podría explicarse la menor mortalidad en los países asiáticos por el hecho de que tienen menos sobrepeso que en los países occidentales ricos?
—Muy buena pregunta. Hubo un estudio reciente del Reino Unido que observó que la obesidad fue uno de los factores que incidió en alrededor de 20 mil personas internadas con coronavirus. Aumentó la posibilidad de internación y de muerte. Pero no he visto un estudio comparativo que coteje este y oeste. Explicar la diferencia a partir de la obesidad es absurdo. Existen también otros factores. Debiera conocerse cómo actúa todo el conjunto para demostrar la importancia de la obesidad. No conozco un estudio que demuestre esto.
—¿Los sistemas democráticos son más o menos eficientes que uno autoritario como China para combatir una pandemia?
—No hay estudios comparativos. Lo que sabemos es que los países que tienen una estructura de comando, que no desconocieron el tema, respondieron más rápidamente que los países donde estas estructuras de comando y control no existen. Pero no podemos responder si esto se relaciona con el color político de cada país. También estamos viendo una excelente respuesta en países altamente democráticos, como por ejemplo, Nueva Zelanda, que es uno de los más exitosos. Lo mismo sucedió en Islandia. Ambos tuvieron una de las mejores respuestas del mundo. Y son países muy democráticos, muy inclusivos. Lo mismo sucede en los países nórdicos. Creo que es una cuestión de liderazgo. Si un país es democrático, pero sus líderes no son capaces y no son inclusivos, la respuesta no será efectiva ante la pandemia. Lo vemos en varios países desafortunadamente.
—¿A qué atribuye que todas las epidemias se generen en Oriente: SARS, gripe porcina, gripe aviar, Covid-19?
—No todas. Pero es cierto que muchas de ellas surgieron en el África subsahariana. Y la razón de ello es que, como expliqué anteriormente, en estas zonas hay una rápida destrucción del ecosistema animal y del humano. Se produce una simbiosis que afecta a la ecología. Es lo que sucede con la deforestación, la tala de bosques, así como con el uso de tierras de cultivo para la caza o para nuevas construcciones. Esto aumenta la intensidad de las mezclas. Así que los humanos se trasladaron a los hábitats animales y los animales se han acercado al hábitat humano. En algunos entornos, también hay humanos que comen animales que no forman parte de la dieta típica y eso ha llevado a brotes de infecciones en diferentes países. Así que en estos países, este efecto de la destrucción del ecosistema es mayor. El riesgo de aparición de estas epidemias es mayor.
—Está claro que las pandemias emergen de mercados de animales domésticos hacinados (gripe) o salvajes (coronavirus), alternativamente. ¿Cuál es el trasfondo cultural, económico y político que subyace a ese tema y cómo imagina que seguirán esos mercados después del Covid-19?
—Estamos frente a un riesgo enorme, porque los ecosistemas humanos y animales no solo han sido destruidos, sino que también se han mezclado de maneras que no lo han hecho antes. Tenemos que hacer dos cosas. En primer lugar, necesitamos reconstruir estos ecosistemas y, en segundo lugar, necesitamos reajustar la mezcla que está ocurriendo. Por ejemplo, la reducción del uso de los llamados mercados húmedos en algunos países asiáticos que pusieron a los humanos en contacto con animales salvajes. Pero para eso hay políticas económicas y sociales que deben ser modificadas.
—¿Algo que quisiera agregar?
—Sí. Es muy interesante lo que sucede en América Latina. La ola de la pandemia se inició en Asia. Luego el centro de la epidemia se trasladó a Europa con terribles consecuencias para países como Italia, España, Reino Unido, pese a que tuvieron una buena cobertura sanitaria universal. Luego, la infección se trasladó a Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Y estamos viendo un rápido aumento en el número de infecciones y muertes en países como Brasil, Perú, Ecuador, México. Pero también vemos una buena respuesta en países como Argentina, que respondió pronto a pesar de estar bajo mucha presión económica. Incluso los países que tienen una cobertura sanitaria universal no han podido responder eficazmente. Y creo que las desigualdades que existieron y existen contribuyeron de manera muy importante al rápido aumento de la epidemia en Brasil. Así que creo que la respuesta que se dé en el futuro no debe apelar a la conciencia pública, sino que debe ser socioeconómica; y mucho más amplia. Debe ser lo que llamamos una respuesta del gobierno o de la sociedad. Una vez más: la epidemia afecta a todos. Así que, en interés de todos, debemos asegurarnos que haya solidaridad. Y también es indispensable una solidaridad colectiva entre todos los países.