Durante mucho tiempo Carlos "Cato" Giménez hablaba en clave cuando tenía que bajar una orden o enviar una directiva a los miembros de la organización narco que presuntamente lideraba. Sospechaba que sus teléfonos podrían estar "pinchados" y para no dejar evidencias utilizaba palabras o frases como "ya vino mi amiga", "preparo el asado" o "la piba viene en colectivo".
Con el paso del tiempo comenzó a relajarse. "Se sentía impune", interpretó el fiscal general Juan Manuel Pettigiani, que investigó el caso y analizó las numerosas escuchas telefónicas que figuran en el expediente judicial.
"Cato" dejó de hablar en código. Ya lo hacía de manera directa, sin palabras en clave, para referirse a la calidad de su droga, los precios y las cantidades. En diciembre de 2017, por ejemplo, decía esto: "Yo vendo droga boludo, vendo droga, vendo droga, me recontra re paro de mano por mi droga”.
La escucha fue difundida en el juicio oral y pública contra diez miembros de una organización acusada de comercializar marihuana y cocaína en distintos puntos de la ciudad de Mar del Plata.
"Cato" Giménez es señalado como el cabecilla de una organización narco familiar. Está acusado por "tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, tenencia ilegítima de arma de fuego y lavado de activos agravados", delitos por los que el fiscal Pettigiani pidió esta semana que lo condenen a 14 años de prisión.
Su papá, Raúl Ricardo, y sus hermanos Ricardo Raúl y Jeremías Giménez también están siendo juzgados, aunque la fiscalía les imputó solo el delito de "lavado de activos agravado" y reclamó que los condenen a siete años de prisión efectiva.
Ángel David Brecciarolli y Cristian Daniel Domeika -cuñado y mano derecha de 'Cato'-, dos supuestos eslabones importantes en la cadena de mando de la banda, podrían recibir 10 años de prisión.
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La organización fue desarticulada en febrero de 2018, cuando se interceptó una maniobra de compraventa de casi 60 kilos de marihuana. “Cato era el dueño de la droga, todos sabían que ese era el negocio familiar”, expresó el fiscal en la audiencia.
Los investigadores sospechan que la organización compraba la droga en la ciudad de Buenos Aires y la traía a Mar del Plata en autos y camionetas. Además, tenían como pantallas un corralón de materiales que solía estar con su persiana baja y una agencia de compra y venta de autos.
“Los testigos han sido coincidentes en cuanto a que los locales comerciales ubicados en la calle Génova al 8000, pertenecientes a la familia Giménez, constituían una fachada para ocultar el verdadero negocio al que se dedicaban, vinculado al tráfico de estupefacientes”, sostuvo el fiscal durante la audiencia de alegato.
Pettigiani destacó como pruebas once audios incorporados a la causa: “Son un fiel reflejo de la operatividad que utilizaba 'Cato' horas previas a recibir la mercadería y su posterior distribución, casi de inmediato a sus ‘clientes’”.
Para el fiscal la evidencia indica que primero "anoticiaba de la llegada del cargamento a las personas encargadas de los lugares de venta, pactaba la cantidad deseada en cada caso y con la mercancía en su poder iniciaba el fraccionamiento y distribución en el momento, para lo cual realizaba un recorrido por los diferentes puntos previamente establecidos".
Los cuadernos de la droga
La única mujer que está siendo juzgada como miembro de la organización es Marina Yarit Rueda Sánchez. Está acusada de uno de los enlaces que la banda utilizaba para aprovisionarse de cocaína.
Marina, que fue detenida junto a su esposo Claudio Roldán, fallecido y sobreseído, tenía el contacto con "Eta", el dealer que vive en Buenos Aires y que sería parte de un eslabón superior en la cadena de tráfico.
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En su casa del barrio 2 de abril encontraron un cuaderno con anotaciones de las operaciones: “Tato 110.000 pesos + 70.000 en saldos de la fea, ahora 70 + faso 45 queda”; “900 gramos + medio X+”. Debajo de la inscripción 900 gramos, se lee “6300 dolares” y debajo de “medio X” se lee “3500 dólares”.
“Podríamos decir que el cuaderno secuestrado habla por sí solo”, señaló el fiscal antes de pedir para ella una condena a ocho años de prisión por “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización”.
En base a las pruebas obtenidas, los investigadores están convencidos que las ganancias de la organización "estaban destinadas a la adquisición de vehículos". Cristian Domeika, sin ir más lejos, lo cuenta en otra conversación intervenida. Y sin palabras clave. “Yo se la compro -dice-. Me quedo con las chatas y las motos que tengo, si yo empecé hacer una cadenita con lo otro ahora. Yo mañana de lo otro compro 10 kilos, que lo pago con una moto. Que obviamente de cajón que se me va la moto de la negra”.
El meteórico crecimiento patrimonial fue otro punto destacado en la acusación contra el clan Giménez. La familia vive en el barrio Las Heras. Y los vecinos fueron testigos del ascenso económico. Llegaron a tener 45 vehículos -entre ellos dos camiones, cuatro 0 kilómetros y hasta un tractor- por un valor actual que asciende a 25 millones de pesos.
LN / ds