Ambiguo. Así definen, diez años más tarde, el recuerdo de la cobertura que les tocó realizar los corresponsales que, como cientos de colegas de todo el mundo, reportaron para medios gráficos, televisivos y radiales los días aciagos de diciembre de 2001,
Y la ambigüedad se resume en una sola frase: había que conservar la mirada fría –mucho se discute, se sabe, sobre la existencia de la mentada “objetividad” del periodista– para cubrir con idoneidad e, incluso, obtener alguna primicia o ángulo novedoso; pero, al mismo tiempo, la crudeza de los hechos hacía imposible que no se colaran sensaciones encontradas: pena, desesperación.
Mirar hacia atrás es un ejercicio al que los periodistas no solemos someternos demasiado, quizá por el instinto que nos empuja a ir siempre tras la novedad. Pero PERFIL planteó el desafío a algunos periodistas de diferentes medios del mundo –la agencia Estado, de Brasil; el diario Il Sole 24 Ore, italiano; la cadena estadounidense ABC y los diarios españoles La Vanguardia y El País– y recibió los recuerdos de esa desazón, y, al mismo tiempo, de esa adrenalina imparable que desembocó, incluso, en una internación por taquicardia en una guardia médica.
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