“Estoy entre enojado y preocupado”. Del otro lado del teléfono celular, uno de los macristas que apareció en la lista de espiados masculla bronca. Se enteró por la denuncia de la interventora de la AFI Cristina Caamaño que los servicios lo vigilaron mientras su jefe político, Mauricio Macri, era el presidente.
Es que desde la campaña de 2015, la mayoría de los funcionarios, ministros, diputados, senadores y hasta dirigentes políticos de Juntos por el Cambio abandonaron las líneas telefónicas. Es más: muchos de ellos solo usaban el chat de Telegram con autodestrucción.
La paranoia sobre el trabajo de los espías se había instalado. Una paranoia que era intramuros (la posibilidad de que un sector de la AFI investigue a los “propios”) o extramuros (que agentes inorgánicos los investiguen sin el control de las autoridades de la Agencia de Inteligencia sino como "un trabajo" más).
En cualquier hipótesis, el entonces presidente, Mauricio Macri le había solicitado al ministerio de Seguridad y a la AFI que preparen un sistema encriptado de comunicaciones para comunicarse con su gabinete. No todos habían accedido al software a prueba de “pinchazos”, pero ya demostraba las sospechas que despertaban los agentes de Inteligencia. Propios o ajenos.
Exclusivo PERFIL: Majul, Laura Alonso y Negri, entre los espiados en la era Macri
En ese momento había dudas sobre el accionar residual del kirchnerismo pero, a la vez, en el propio Cambiemos surgían interrogantes sobre el titular de la AFI, Gustavo “el negro” Arribas y de su segunda, la peronista Silvia “la turca” Majdalani, quien conocía a todo el PRO de sus años como legisladora porteña y luego diputada nacional.
Ministros como Guillermo Dietrich (Transporte) o Patricia Bullrich (Seguridad) no utilizaban jamás las líneas telefónicas. Menos aún, la mesa “chica” de Macri.
El recurso que siempre utilizaban para llamadas era el sistema de Whatsapp que, según un informe que la UBA realizó para el Congreso nacional, no tiene formar de ser espíado desde la tecnología que tenía la AFI.
Tanto Arribas como Majdalani siempre negaron cualquier injerencia en un sistema paralelo de espionaje ilegal. Tanto en la comisión Bicameral de Inteligencia, donde concurrían una vez al año, como de manera informal ante otros funcionarios. Es más: en un sector de Cambiemos apuntaban a una estructura paralela de inteligencia armada en los últimos años de Cristina Kirchner.
PRO espíados. En la denuncia que se presentó hoy se habla de dos dirigentes del PRO y cuatro radicales a quienes les hackearon sus cuentas de correo electrónico. Entre los del PRO, están Laura Alonso, quien estaba al frente de la Oficina Anticorrupción; y Nicolás Massot, jefe del bloque macrista en Diputados entre 2015 y 2019.
El nombre de Alonso resultó sospechoso en la lista. Había combatido como pocos al kirchnerismo, y se había comenzado a enfrentar en el último tramo del mandato de Macri a jueces y fiscales federales, muchos vinculados a los servicios de inteligencia. También era muy crítica de Arribas y Majdalani. Un rumor que corrió años atrás da cuenta que Alonso quiso avanzar contra Arribas en la causa Odebrecht y la frenaron, a tiempo, desde Casa Rosada. Es más: llegó a enemistarse con Daniel “el Tano” Angelici, uno de los dirigentes más cercanos a su carrera política, por esta embestida desde la OA. Angelici tuvo el control de un sector de la AFI. Al cierre de esta nota, Alonso eligió no hablar ni twittear nada.
Por su lado, Massot se enteró hace varias semanas por un amigo de los medios de comunicación que había un presunto arrepentido que había revelado un entramado de espionaje. Hace diez días un diputado nacional de Juntos por el Cambio le ratificó todo: efectivamente lo habían investigado de manera ilegal. Director del Banco Ciudad desde comienzos de año, Massot fue una de las llaves para que salgan las leyes que pedía Macri durante cuatro años. Pero generaba recelo en Casa Rosada su cercanía a otros actores de la política, del PJ y Sergio Massa a sindicalistas.
Por ello, llamó la atención que en la denuncia de Caamaño no aparezca el jefe de Massot: el ex titular de la Cámara Baja, Emilio Monzó. Sin embargo, es probable que el nombre de quien fuera el armador político de Macri en 2015 aparezca en otras denuncias. Entre los suyos, Monzó no tiene muchas dudas: afirma que lo siguieron, que tenía intervenidos todos los teléfonos y que era monitoreado permanentemente. No sabe quiénes ni tiene claro por qué. Tampoco tiene pruebas contundentes. Pero la certeza no se la quita nadie.
Radicales espíados. Por su parte, cuatro radicales aparecen en la denuncia. Se trata de Mario Barletta (ex titular de la UCR y ex embajador en Uruguay); Ernesto Sanz (figura clave en la llegada de Macri al poder y, con idas y vueltas, hombre de consulta del líder del PRO y con llegada a la Justicia), el jefe del bloque radical, Mario Negri, y el senador Ángel Rozas, quien además tenía una silla en el Consejo de la Magistratura.
Ninguno de ellos tampoco quiso hablar abiertamente con PERFIL. Negri, una de las voces más fuertes de Juntos por el Cambio, dejó deslizar entre sus íntimos que, hasta no leer la denuncia, no emitirá opinión. Pero se mostró muy desconfiado. “Caamaño manejaba las escuchas en 2015. Hoy la Bicameral de DNU de Macri (de enero de 2016) logró anular la transferencia de las escuchas a la Corte Suprema para que vuelvan al lugar donde estaba Caamaño”, explicaron fuentes parlamentarias.
Paralelamente, los ex integrantes de la comisión Bicameral de Inteligencia también estaban paranoicos con la posibilidad de que estén todos “pinchados” solo por estar en esa comisión clave del Congreso. Entre ellos, Daniel Lipovetzky y el radical Miguel Bazze. También Soledad Martínez (quien luego fue reemplazada por Natalia Villa, ambas del riñón del intendente Jorge Macri, de Vicente López).
Otro caso clave es el del senador radical, Juan Carlos Marino, quien presidió los últimos dos años la Bicameral y la sigue integrando. Detrás de Marino está, como en gran parte del radicalismo, el histórico operador, "Coti" Nosiglia.
Otros espiados. Una de las primeras que vivió la inteligencia paralela fue María Eugenia Vidal, quien en plena campaña para la Gobernación, ya aseguraba que le habían pinchado el teléfono. Se bajó Telegram y ya no chateaba sin algún mecanismo de destrucción. Vidal no bajó la guardia cuando ganó las elecciones: durante sus primeros años en la Gobernación dudaba de las acciones de agentes de inteligencia inorgánicos.
Pero sus sospechas se hicieron realidad: Cristian Ritondo, ministro de Seguridad bonaerense en ese entonces, fue quien alertó a Vidal sobre las actividades de espionaje ilegal contra su persona. El anclaje: en uno de los allanamientos que había ordenado el juez Federico Villena, en una causa por narcotráfico radicada en Lomas de Zamora, en la casa de uno de los ex policías investigados había documentos y hasta fotos sobre los movimientos privados de la entonces gobernadora bonaerense.
A ello se sumó un desprendimiento de la causa de Marcelo D´Alessio junto a con un grupo de ex comisarios. Este dato lo había anticipado en PERFIL, cuando reveló que Vidal enfureció cuando se enteró que esta banda había hurgado e investigado su vida privada. Es más: la ex gobernadora se lo planteó a Macri.
Rápidamente, tanto Arribas como Majdalani se comunicaron con ella para descartar que haya habido una orden o una intromisión de su intimidad. Arribas solía compartir un club de tenis con un ex funcionario bonaerense. Por ello, las miradas se posaron sobre “la turca” Majdalani, quien le juró a Ritondo que, en todo caso, podían ser células inorgánicas que se vendían al mejor postor. Ahora la denuncia del Gobierno nacional pone todo sobre la mesa de nuevo.
ES/MC