El tema del espacio, cultural y oficialista, de "Carta Abierta", también estuvo en el reportaje de Fontevecchia a Pino Solanas. Y así contestó el director de "El exilio de Gardel":
—¿Qué piensa de los intelectuales del grupo Carta Abierta?
—Lo que está en discusión es si el gobierno kirchnerista es la alternativa progresista en la Argentina.
—¿Las cosas son lo que parecen o no son lo que parecen?
—El Gobierno juega esa carta. Incluso hasta levanta a Jauretche y puede hablar de Scalabrini. La realidad es que ha sabido manipular. Y una de sus políticas más astutas ha sido penetrar casi todas las organizaciones políticas y sociales a canje de algún beneficio. Pero también a un sector del movimiento de derechos humanos. En esa repartija de poder, que tiene que ver con subsidios, con planes, con dineros para obras sociales, para construcción de viviendas o planes culturales o de cualquier naturaleza, el kirchnerismo ha construido con enorme habilidad un tejido de alianzas muy numeroso. Y ahí estamos en el juego de ficciones entre lo que es y lo que no es. Por eso, en ese juego de ficciones muchos sectores se preocuparon y se asustaron con el chantaje y falsa polarización del conflicto del campo y terminaron creyendo, sinceramente, que acá estaba en marcha un golpe militar. En los años ’74-’75, el 48% del PBI se repartía entre la masa asalariada. Actualmente, no sé si se reparte el 25%, 26% o 27%. El 40% de los trabajadores argentinos trabaja en negro. Y este gobierno se dice peronista. Las tres cuartas partes de los trabajadores rurales trabajan en negro. Entonces, entre estos movimientos se han generado enormes confusiones y hemos visto acompañar a las convocatorias que lanzó el Gobierno para defender la democracia a mucha gente de renombre y personalidades de prestigio de distintas corrientes.
—¿Incluye a Carta Abierta en esa confusión?
—Hay que incluirlo. Veo en lo de Carta Abierta un hecho muy positivo. Dejemos de lado la manipulación. Hay una intención de hacer actuar a un sector de la intelectualidad en defensa del Gobierno. Digo en defensa del Gobierno y no en defensa de la real distribución de las riquezas. Dejando de lado esto, a mí me parece un hecho muy positivo, casi diría inédito, que por primera vez los intelectuales hayan armando un movimiento para expresarse públicamente sobre el acontecer nacional en política. Me parece excelente a pesar de no compartir el diagnóstico. Lo que es más grave es que los intelectuales no pueden aducir desconocimiento, desinformación o ignorancia. Entonces, por un lado, estas cartas fueron muy parciales en el diagnóstico de la Argentina. Muy benévolas con todo lo que consentía el kirchnerismo en la pésima distribución de las riquezas. Porque por un lado criticaba al conjunto de los medios, y sobre todo al conjunto de la televisión que ampliaba el conflicto y jugaba para un bando, y al mismo tiempo desinformaba o no explicaba las causas reales. Pero ellos al final se terminaron colocando en esa misma posición, porque tampoco daban toda la verdad sobre lo que pasaba. Toda la verdad del capitalismo de amigos que se beneficia con las políticas de Néstor Kirchner, que impulsó la sojización del país, la destrucción del bosque nativo. El señor Soros tiene 600 mil hectáreas con soja y no paga Impuesto a las Ganancias. La alianza de poder del gobierno Kirchner es con los grandes grupos económicos, las transnacionales, los bancos, el mundo financiero y las exportadoras. Y ésta no es mi opinión. En el Presupuesto de la Nación hay 35 mil millones de pesos, es decir más de 10 mil millones de dólares, que son subsidios por degradaciones o beneficios impositivos a las 100 empresas más importantes de la República.
—¿Por qué intelectuales bien intencionados son seducidos por algo que parece ser una cosa pero en realidad era otra?
—Seducidos y asustados. Parte de la seducción era la preocupación sincera. Acá hubo grandes sectores muy golpeados por la dictadura y, la verdad, se tomaron en serio el fantasma de la dictadura. No olvidemos que el 18 se van a cumplir dos años de la desaparición de Julio López. Es decir que estamos en una Argentina que también tiene sus razones de peso para confundirse y asustarse.
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