El año pasado tuvimos que enfrentar a un proyecto de dominación que amenazaba con acabar con la democracia en nuestra querida Provincia.
Más de una vez me han preguntado, –y yo también me he preguntado–, qué hubiese sido de toda esta región si no se hubiese truncado aquella experiencia tan interesante, de evangelización y civilización, que fueron las antiguas misiones de los jesuitas entre los guaraníes.
Sólo Dios sabe lo que hubiera sido de nosotros.
Lo que sí parece claro es que estos cortes bruscos de los procesos pueden ser muy traumáticos y, ¿cómo no?, retrasar la historia. Ejemplos sobran. Es bueno que nos tomemos el pulso: ¿quiénes somos y qué queremos? O mejor dicho todavía: ¿qué es lo que el Espíritu pide a nuestra Iglesia?
En Iguazú ya tuvimos dos Sínodos. El primero muy sencillo, para conocer quiénes éramos, con qué contábamos y qué es lo que queríamos. El segundo, ya más preparado, definió muy claramente el estilo de Iglesia que queríamos: una Iglesia pobre, cercana a la gente, implicada en sus problemas... Una Iglesia comunidad. No triunfalista. “Comunidad de comunidades”.
Le dimos mucho impulso a las CEB (Comunidades Eclesiales de Base). A la participación. Los laicos. Lo social (el problema de la tierra, la ecología, etc.) A una espiritualidad encarnada. Porque no se pueden separar Fe y Vida. Mucha gente me ha ido implicando en esto. Yo, personalmente, tengo una preocupación: que los pobres se sientan cómodos en la Iglesia. Veo que nos falta mucho pero desde Cáritas y Pastoral Social, se ha trabajado bastante en este sentido.
A mí me ha hecho muy feliz la buena relación que hemos tenido con nuestras Iglesias hermanas de la Reforma. Especialmente con la IELU y la IERP (Iglesia Evangélica del Río de la Plata). Me alegra mucho también que, con la Iglesia de Posadas, hemos trabajado muy a la par, como no podía ser de otra manera. Esta Iglesia que es nuestra mamá (y nuestro papá el obispo Mons. Kémerer). Esta Iglesia que ahora generosamente me acoge y a la que trataré de ayudar aportando lo poco que yo puedo, acompañando a mi muy querido hermano Juan Rubén.
Esta Iglesia que, en tiempos de la dictadura militar, dio un lindo testimonio. Nadie puede decir que su obispo Kémerer y los que lo acompañaron (o acompañamos) no fueron valientes –como lo dije yo en sus exequias, en la plaza 9 de Julio–, peleándose con todos los gobernadores que existieron en su tiempo (por esto cayó tan mal el discurso de Kirchner, cuando vino a Misiones).Lo que yo les quiero decir es que esta Iglesia tiene que ir adelante. Como lo traté de hacer siempre, anunciando el Evangelio y denunciando todo cuanto se opone a él.
Por esto, y no por otro motivo, el año pasado tuvimos que enfrentar a un proyecto de dominación que amenazaba con acabar con la democracia en nuestra querida Provincia. Por esto, la gente del Foro se propone ahora luchar por la independencia del Poder Judicial, que es una pieza clave, sin la cual no puede funcionar el sistema republicano.
Por este y no por otro motivo –lo repito–, ya les dije infinidad de veces que yo no soy un político, ni lo fui ni pienso serlo –si hubiese querido serlo, no hubiera esperado llegar hasta mis 76–, sino únicamente un Pastor, preocupado por el bien de mi pueblo. Por esto dediqué toda mi vida a predicar el Evangelio. Pero no un Evangelio “light”, para el otro mundo, sino el auténtico Evangelio de Jesús, con todas sus consecuencias.
Por más que ya sabemos que esto nos va a traer algunas dificultades, como se las trajo a Jesús. Pero estemos felices porque estamos con él.
Les quiere mucho este padre obispo emérito.