Pasó el kirchnerismo, pasa el macrismo y queda la Corte Suprema, que volvió a hacer gala de su poder. El fallo unánime (terminado de tejer en la noche de ayer -miércoles- sin haber leído siquiera el pronunciamiento también negativo de la procuradora Gils Carbó) le asesta un durísimo golpe al Gobierno, en cuyo seno un par de funcionarios habían casi convencido al Presidente que llegaría una sentencia salomónica, en la que más allá de las cuestiones de forma que iban a ser marcadas, quedaría salvado de alguna manera el aumento tarifario.
Interesadas “fuentes judiciales” también convencieron de ello -o se dejaron convencer- a ciertos analistas influyentes del círculo rojo (ése que tanto detesta el asesor presidencial Jaime Duran Barba), que contribuyeron a crear un clima de cierta expectativa oficial de empate. A ello llegaron por inocencia, mala información o intereses políticos o económicos. Tachá lo que no corresponda.
Fue derrota para Macri. Concluyente. Por goleada: 4 a 0. En público, habrá por parte del Gobierno un lógico llamado republicano a la independencia de poderes y el respeto a los fallos judiciales. Puertas adentro, sin embargo, habrá pases de factura no sólo en relación a cómo se instrumentó el tarifazo energético (ministro Aranguren, teléfono!), sino también a los vasos comunicantes con la Corte Suprema. La misma que en el prólogo de la gestión Cambiemos le asestó un cachetazo al Ejecutivo con la orden de reconocerle retroactivos a un grupo de provincias por la retención nacional de fondos previsionales, durante la era K.
La Corte volvió a hacerle un corte de mangas a los deseos macristas. Pero ahora habrá heridos.