Emilio Monzó fue el armador político de Mauricio Macri entre 2011 y 2015. Recaló como titular de la Cámara de Diputados, donde obtuvo más de setenta leyes sin quórum propio. Pero, a la vez, fue muy crítico de la “falta de política” del Gobierno. En una entrevista con PERFIL, habla de todo.
—¿Qué opina del timbreo? Fue muy crítico...
—Lo he hecho toda mi vida en mi carrera política territorial. Pero he reclamado más profundidad en la política. Además del timbreo uno quiere que la política no esté ausente desde el punto de vista de los dirigentes, de la política tradicional, de la territorial, porque después acomodar el escenario político en campaña es más difícil.
—¿No hubo política territorial?
—Muy poco. También es muy difícil tener pocos actores para hacer todo. En mi caso, el Congreso se lleva el 100%. Uno reclama porque está mirando el año electoral. La mejor forma de ayudar al Presidente es decirle la verdad.
—Una vez le dijo la verdad y la reunión terminó mal.
—Tiene lógica, que haya algo de pasión en nuestras reuniones. Y también hace que la lealtad y la confianza se consolide. No quiero ser hipócrita para estar bien con él. La reacción no fue buena. Pero entendible. A lo mejor le proponía algo que lo desbordaba. Siempre nos pasa lo mismo: a los veinte días volvemos a hablar y cedemos.
—Lo mandó a callar, a los gritos, al secretario Fernando de Andreis.
—Eso queda para lo privado de la reunión. Pero producto de eso María Eugenia (Vidal) y yo nos empezamos a sentar a hablar.
—¿Sumaría a actores del PJ a Cambiemos?
—Sí, tengo una visión: la política empieza a ser líquida y todo es transversal. El peronismo tiene dirigentes impresionantes que hay que invitar al poder: Omar Perotti, Randazzo, Julián Domínguez, Bossio, Katopodis o Urtubey.
—Es difícil que sean candidatos de Cambiemos.
—No creo. Pero no sé si Cambiemos es lo que va a perdurar. El espacio de Cambiemos se consolida como espacio de gestión pero no como espacio político.
—Pero usted ayudó a construir el espacio...
—Cambiemos fue un esquema electoral con éxito, no seamos hipócritas. Ahora, hay mucha distancia en que se transforme en un cuerpo sólido como partido político. Hoy el común denominador es la responsabilidad de gobernar. No hay que tener prejuicios para sumar dirigentes.
—¿Por qué se peleó con Vidal?
—Peleado es demasiado fuerte, distanciado por concepciones políticas diferentes.
—¿Se arreglaron?
—Sí. Nos costó más que con Mauricio, que las peleas duran pocos días. A veces no podemos tener un contacto más que en eventos. Hicimos varias reuniones y tenemos personalidades fuertes. Pero hay un objetivo común: las elecciones de 2017 y una gestión muy difícil en la Provincia. Tiene una gran valentía.
—¿Cuál es su principal diferencia con Duran Barba?
—Hay un factor humano. Su excesiva vanidad lo lleva a excederse en sus atribuciones y apreciaciones sin el conocimiento como para hacerlo. Duran Barba tiene muy poca idea, y casi nada, de la realidad de la política territorial de la Argentina. Cuando una persona opina, con apariencia de tener mucho conocimiento de algo que no tiene, ahí hay un exceso. Y eso me produce un encuentro frontal. Cuando Duran Barba opina qué hay que hacer en la primera sección electoral, ahí es donde se complica. En la apreciación de los resultados, cuando hay un éxito, el autor intelectual absoluto es Duran Barba y cuando hay una derrota el problema fue el contexto o el candidato. A mi criterio, en política dependemos en gran parte del contexto y el resultado se logra por muchos factores que nos trascienden. El segundo motivo es el esfuerzo del candidato.
—¿Está sobrevalorado?
—Sí. Alguien que viene part time, que está en su casa, nunca puede saber más de la situación política que el que está en la calle. Marcos Peña estuvo en la campaña y es, desde lo comunicacional y la estrategia, la persona más importante. Desde lo político, nuestro equipo. Duran Barba es un consultor. Ponerle otro valor es un exceso. Obviamente él lo promueve, a diferencia de Marcos que no ostenta su rol. Duran Barba es un buen consultor de sí mismo. Vende mucho de lo que no es.