Los pasillos del piso 13 de la Cancillería se llenaron de traición el 18 de junio de 2010. Ese fue el último día de Jorge Taiana al frente de la diplomacia argentina. Y ese fue también el inicio de una ruptura del núcleo K con Taiana, a quien empezaron a señalar como un hombre de Clarín. Y, ya se sabe, no hay espacio para traidores en el peronismo ni para clarinistas en el kircherismo.
La partida de Taiana de la La Casa –como denominan los diplomáticos al Ministerio de Relaciones Exteriores– es una historia que merece la pena ser revisada, ahora que el ex canciller vuelve nada menos que para acompañar a Cristina Kirchner en su primera elección como opositora. Hay que remontarse al invierno porteño de hace siete años para entender el frío que le dispensó la Casa Rosada K al hombre que había reemplazado a Rafael Bielsa en 2005.
Todo parecía ir bien para el hijo de Jorge Alberto Taiana, el médico personal de los fundadores del peronismo y también el que firmó los certificados de su defunción: Evita en 1952 y Juan Domingo Perón en 1974. Nada hacía suponer a Jorge Enrique Taiana que ese junio de 2010 sería el fin de su gestión al frente de la diplomacia K, porque el escenario exterior anunciaba buenos pronósticos: Cristina iba a ser recibida con honores en China, se estaba poniendo límites a la exploración de petróleo británica en las Malvinas y la relación con Uruguay empezaba a normalizarse tras el conflicto por las pasteras. Pero Clarín metió la cola.
“Cristina siempre desconfió del trato tan cordial y positivo que Taiana recibía de ‘La Corpo’ y por eso se tuvo que ir”, se encargaban de remarcar los jefes de La Cámpora, que ya estaban en el Palacio San Martín y que más tarde iban a hacer de ese ministerio una central de empleo para jóvenes camporistas tras la llegada de Héctor Timerman, el periodista que borró de su CV su pasado de cronista en Noticias y que desde el primer día hasta el último de su mandato se preocupó más por los editores de los diarios que por los embajadores de países extranjeros.
Nunca fue aclarada la salida de Taiana de la Cancillería. El ex militante de Montoneros, que fue perseguido por la Triple A y luego fue detenido por la dictadura militar en el Penal de Rawson, nunca habló del tema aunque fue desterrado a los infiernos. Lo que se sabe es que el ex canciller renunció tras una arremetida de Cristina, cuando lo llamó para increparlo por su cercanía a Clarín. Entonces Taiana renunció cuando ya se sabía echado luego de que la Presidenta le enrostrara que no era “tan leal” como Amado Boudou por haber recibido en su despacho del Palacio San Martín a dos cronistas de Clarín –mientras que, hay que decirlo, el canciller no recibía a periodistas de Editorial Perfil–.
El experimentado Walter Curia, uno de los editores de Clarín que recibió Taiana en aquel junio de 2010, publicó una columna para hechar algo de luz a la salida de Taiana. Ese artículo es hoy aún más necesario: “La Presidenta no creyó en la palabra de su canciller –se publicó en Clarín–. Le reprochó lo que consideró una conducta ‘desleal’ y le dijo que había dejado de confiar en él. Mencionó a ministros en los que sí podía hacerlo y que le ofrecían permanentes muestras de ‘lealtad’. Habló de Boudou, entre otros. Una desconcertante frase de esa conversación pudo haber sido el disparador de la sorpresiva decisión de Taiana: '¿Qué pasa que con vos no se mete nadie, que a vos te tratan todos tan bien?, le objetó la Presidenta”.
Taiana perdonó el desplante y se fue del lugar que siempre había soñado para su carrera política, desde que siendo un joven estudiante del Nacional Buenos Aires sus compañeros le decían "El Canciller". Taiana ya había perdonado antes los retos en público, frente a presidentes y embajadores, cuando Cristina culpaba a su canciller aunque era ella la que había llegado tarde a alguna Cumbre Internacional. Y Taiana también perdonó ahora que Cristina primero le ofreciera a Florencio Randazzo ser su campañero en la boleta para el Senado.
Porque Taiana es un hombre que sabe perdonar. Incluso la humillación.