Aunque se rasguen las vestiduras, proclamando urbi et orbi que son los defensores de la educación pública, hijos dilectos de la Universidad del pueblo, quienes la defienden, la protegen y la preservan, los forajidos que vienen una y otra vez atacando las instalaciones de la Universidad de Buenos Aires son la esencia más refinada de la agresión a la educación popular. Esto es lo que no se dice, y esto es lo que me importa decir.
El pretexto, como sucede en otros órdenes del país, es que -por una parte- enunciando una verborrágica adhesión a principios supuestamente populares, democráticos, progresistas, e incluso revolucionarios, se “defiende” una institución a la que, por otro lado, se la ataca, se la perjudica, se la va deteriorando lentamente, aunque tan luego sea mediante el expediente más evidente del destrozo de las instalaciones.
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