Cada vez que tiene la oportunidad, Daniel Scioli se encarga de remarcar los límites precisos de su fidelidad hacia Néstor Kirchner. “Daniel siempre va a estar al lado de Kirchner. Lo acompañará hasta la puerta del cementerio, pero ojo, no va a entrar con
él”. La frase que en privado repite su hermano “Pepe” Scioli –el secretario de la Gobernación de la provincia de Buenos Aires– explica en parte por qué el ex motonauta se muestra tan dócil ante los pedidos y las presiones del ex presidente. Aunque no es la
única razón de la dependencia.
Kirchner y Scioli mantienen una relación por conveniencia. Por un lado, el gobernador depende de los fondos frescos del Gobierno para paliar el déficit imparable de su provincia y sabe que si el oficialismo pierde las elecciones en junio su futuro también
correrá riesgo. Aunque se niega a decirlo en público, Scioli sueña con llegar a la Presidencia. Por su parte, Kirchner lo necesita para ganar una elección complicada.
La desprolija movida que lanzó para instalarlo como posible “candidato testimonial” pone en evidencia la debilidad del ex presidente, quien apuesta a que la imagen inquebrantable de Scioli lo ayude a inflar su desgastada popularidad en la provincia.