Con sus 135 años de historia, el vínculo entre Argentina y Rusia alcanzó la asociación estratégica integral en diciembre de 2015, un nivel de integración bilateral que abre la puerta a la cooperación en diversos planos estratégicos. Uno de ellos es el científico-tecnológico. El acuerdo alcanzado entre el laboratorio Richmond y Moscú es la evolución natural de ese relacionamiento que nunca se contaminó con la grieta política local.
En rigor, son 13 en total los laboratorios en el mundo que cooperan para potenciar la producción de la vacuna Sputnik V. El argentino será el primero de América latina aunque ya hay otros interesados en replicar el modelo. Para hacerlo posible, fue necesario alcanzar primero un acuerdo de transferencia de tecnología entre ambas partes involucradas: Richmond, una firma privada en manos de Marcelo Figueiras, con respaldo del Gobierno nacional para este proyecto, y el Gamaleya, una entidad estatal rusa.
“En Argentina decimos que los amigos se conocen en los momentos difíciles y cuando pasamos un momento difícil, el Gobierno de Rusia estuvo al lado de los argentinos ayudándonos a conseguir las vacunas que el mundo nos negaba”, dijo Fernández en viodeconferencia con su par ruso, Vladimir Putin, el director ejectivo del Fondo Ruso de Inversión Directa, Kirill Dmitriev, y la responsable del desarrollo en Bielorrusia.
El vínculo entre Argentina y Rusia dio un salto de calidad en 2008, cuando la relación bilateral pasó a categorizarse como una asociación estratégica. Siete años después, se le añadió la etiqueta de “integral”. En la práctica, lo que significa es que el relacionamiento bilateral se abre más allá de lo comercial –bastante exiguo en la actualidad– hacia otras áreas que suelen ser más sensibles para los Estados y donde se avanza sobre la base de la construcción de confianza.
Solo por citar algunos, involucra a capítulos como el científico-tecnológico, el cultural, la tecnología nuclear, los deportes, la seguridad internacional, la exploración antártica y hasta el diálogo militar, en planos más elevados. De hecho, ambas administraciones conversan sobre producción militar que incluya transferencia tecnológica.
Allí es donde se pondera el plus de un vínculo que es clave para el país por las capacidades de la potencia asiática a las que se accede y la posibilidad de la Argentina, como potencia de rango medio, de relacionarse con Rusia y a la vez con los diversos polos en competencia sin caer en alineamientos absolutos.
De ese modo lo entendieron ambos lados de la grieta local.Porque si el Plan de Acción que enmarca la cooperación estratégica integral se selló en el epílogo del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fue Mauricio Macri el que lo refrendó tres años más tarde con la Declaración sobre el Diálogo Estratégico en Política Exterior. Y en octubre del año pasado, a través de un intercambio de cartas entre los cancilleres Felipe Solá y Serguei Lavrov, dicho acuerdo se relanzó en ocasión de los 135 años de relaciones.
De hecho, en 2018, Macri y Putin se cruzaron en reuniones bilaterales en tres oportunidades. En dos de ellas, cada uno fue anfitrión del otro. Primero, en enero, durante el viaje por Rusia y Europa del líder de Cambiemos y luego con la participación del presidente ruso en la cumbre del G20 en Buenos Aires. Además del contacto al nivel de Jefes de Estado, clave en medio de la pandemia, existen una multiplicidad de canales y mecanismos de consulta regular a nivel técnico a los que se agrega la interacción legislativa y entre provincias.
Acorde a la información de Cancillería, “las economías de la Argentina y Rusia tienen un alto grado de complementariedad, especialmente en los sectores de agronegocios, energía e infraestructura (ferroviaria)”. Pese a ello, aún el comercio es reducido, aunque superavitario, y se apuesta a potenciarlo. En el primer semestre de 2020, se exportaron 331,9 millones de dólares y se importaron 72,5 millones, consolidando la tendencia bilateral faborable para la balanza comercial argentina.
Paraguay formalizó su intención de comprar las dosis
El canciller paraguayo Euclides Acevedo visitó la Argentina con un doble propósito: oficializar el interés de su país por adquirir la versión argentina de la vacuna Sputnik V y acercar posiciones con su vecino, de cara al próximo encuentro del Mercosur.
Para el gobierno de Alberto Fernández, Asunción representa una chance de no quedar solo en la mesa de negociación frente a Uruguay y Brasil. A la inversa, Buenos Aires significa hoy una oportunidad concreta y cercana de garantizarse dosis contra la Covid-19.
Durante el acto de anuncio de la elaboración de la vacuna Sputnik Vida, el mandatario anunció que se traerían vacunas para Paraguay. El dia anterior, el canciller vecino ya se había reunido con Marcelo Figueiras, titular del laboratorio Richmond, a cargo de elaborar la Sputnik Vida, para oficializar el primer pedido formal de un país de la región por acceder a la vacuna “Hecha en Argentina” con el principio activo ruso.
Pocas horas antes, la firma había recibido el visto bueno del instituto ruso Gamaleya para empezar la terminación y envasado a escala de la vacuna. El empresario confirmó que el gobierno paraguayo es el primero en formalizar el pedido –se habla del interés de Bolivia también, por caso– y manifestó interés “en realizar una inversión en Paraguay”, acorde al comunicado posterior de aquel país.
Versiones en los medios paraguayos durante los días previos se referían a la pretensión de no solo adquirir dosis envasadas en Argentina sino también replicar el modelo y fraccionar ellos mismos a través de capital privado. Sobre esto último, no se conocieron mayores detalles y en referencia a la opción de importar las vacunas desde la Argentina, Acevedo se llevó la respuesta de que sería posible pero no antes del mediano plazo.